Síndrome de Couvad: cuando los hombres también tienen síntomas de embarazo

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Lo encontraba raro, le avergonzaba, pero no por eso Cesar González (49) podía ocultar lo que estaba sintiendo. “En el primer embarazo de mi esposa tuve muchas nauseas e incluso vómitos. Al principio no hice la asociación directa entre mis síntomas y el embarazo de Claudia, pero cuando estuvo embarazada de nuestro segundo hijo, reconocí los síntomas y entonces confirmé que lo que había vivido en el primer embarazo era lo mismo”, cuenta. Pero no solo eso, también tuvo antojos. “Esos meses mi alimentación cambió como por arte de magia. Si antes de los embarazos de mis hijos mi desayuno fue sagradamente un café con un sándwich, durante los nueve meses que estos duraban, prefería comer cosas más frescas en las mañanas, como fruta y yogur”, relata. Dice también que junto a su descubrimiento, vinieron las burlas de sus cercanos. “A la primera que le comenté sobre lo que me estaba pasando fue a mi esposa, ella no le prestó mucha importancia al asunto. Me dijo en broma que dejara de quitarle el protagonismo. Pero cuando me sentí realmente avergonzado fue cuando le comenté de mis síntomas a otras y otros cercanos. Mis amigos y familiares se burlaron y lo menos que me dijeron es que era un hipocondriaco; también que me dejara de quejar porque en este momento tenía que ser el apoyo de mi mujer. Pero para mí, todo lo que estaba viviendo no era controlable, porque era real”, confiesa.

Lo que Cesar sintió durante los embarazos de su esposa es lo que se ha denominado Síndrome de Couvade, un concepto que apareció por primera vez en un libro de un antropólogo británico, Edward Burnett Tylor, en 1865. Proviene de la palabra francesa couver, criar o eclosionar, y según un artículo publicado en The Atlantic, en su documentación más temprana en la literatura científica, los síntomas del embarazo masculino se consideraban puramente psicosomáticos. Sin embargo, hoy la definición imprecisa del síndrome significa que su prevalencia es difícil de rastrear. Incluso en dicho artículo mencionan que este tipo de casos se han encontrado en Estados Unidos, China, Tailandia y otros países, según Arthur Brennan, un enfermero británico de trabajo de parto que se convirtió en profesor en la Universidad de Kingston, en el Reino Unido.

Brennan se interesó por primera vez en la Couvade cuando estaba completando su maestría. Había escuchado informes anecdóticos de padres sobre el “embarazo fantasma” y leyó un artículo sobre el tema, luego decidió investigarlo. En 2007, publicó un pequeño estudio de 14 hombres en un hospital universitario de Londres. Los futuros padres experimentaron una variedad de dolencias, incluidos problemas estomacales, problemas de apetito y diversos dolores. Muchos de ellos informaron que sus síntomas ocurrían junto con los de su pareja. “Estaba vomitando y vomitando mucho y no podía retener nada”, informó un hombre. “Tenía hambre constantemente y tenía un antojo imparable de pollo y papadam. Incluso en las primeras horas de la mañana, me levantaba y me preparaba una“, dijo otro sujeto. En este artículo y en investigaciones posteriores, la lista de síntomas parece incluir casi todo: diarrea, estreñimiento, calambres en las piernas, dolor de garganta, depresión, insomnio, aumento de peso, pérdida de peso, cansancio, dolor de muelas, dolor de encías.

Es probable que los más escépticos lleguen a pensar que se trata de algo que ocurre a unos pocos, pero los datos no dicen eso. La manifestación de algunos síntomas es de un 10%, pero también oscila entre un 25 y un 60% cuando el embarazo es de riesgo o gemelar, porque hay mayor inquietud y temor ante el nacimiento del bebé”. Pero independiente de las cifras, parece que el síndrome despierta poco interés y los hombres que muestran sus síntomas suelen decir que se sienten ignorados, ridiculizados o no diagnosticados.

Se han propuesto muchas teorías para explicar la Couvade. Una es la freudiana: la envidia del embarazo. Y también la explicación psicosocial: el padre marginado clamando por atención. Pero al parecer sus estos síntomas revelan algo más profundo: convertirse en padre cambia la identidad, las emociones e incluso las hormonas de un hombre, y nuestra sociedad malinterpreta esa transformación. Según la psicóloga perinatal del centro de psicología Natalben, Ángela Rodríguez, este síndrome se da con mayor frecuencia en hombres más sensibles y afectivos. “Suelen mimetizar de forma inconsciente los síntomas de embarazo de su mujer“. Y es que detrás de esos síntomas se encuentran el miedo, la ansiedad y el estrés. “Es una respuesta de adaptación al nuevo rol que le espera, también un exceso de empatía con la mujer o, incluso, envidia ante la capacidad de gestar que tiene la pareja”, agrega la experta. A ese temor, hay que sumarle que los hombres, por factores culturales, no suelen expresar sus sentimientos, y más en el embarazo, un proceso que está centrado solo en la mujer.

Por otra parte, “hoy hay una tendencia hacia la parentalidad igualitaria que ha permitido la inclusión del padre en todo el proceso del embarazo. Ahora hay padres más conscientes y sensibles de todos los procesos físicos y emocionales que implica el ser padre”, dice la experta. Esa mayor implicación podría favorecer la aparición de estos síntomas, sobre todo si no se expresan los miedos y las dudas. Y es que –como plantean en The Atlantic– algunos supuestos de género obsoletos persisten en la sociedad. “Celebramos una visión de los hombres con un alto nivel de testosterona, agresivos y varoniles, y eso es incompatible con el papel de los padres”. Los hombres no siempre piensan en decirles a sus médicos que se han convertido en padres y los formularios médicos no siempre preguntan. De hecho, las experiencias masculinas con depresión posparto –una afección poco explorada en los hombres que no tiene una definición clara– pueden ignorarse como también se ignoran las ansiedades normales de un nuevo padre.

La paternidad parece ser entonces una experiencia no solo psicológica, sino que también fisiológicamente transformadora. Varios son los investigadores que han planteado la hipótesis de que cuanto más involucrado está un padre en la crianza de los hijos, más pueden cambiar su mente y su cuerpo: cuando más tiempo pasan los papás participando en el cuidado infantil, más bajos podrían ser sus niveles de testosterona. “Quienes piensan que se trata de algo meramente psicológico están equivocados. De la misma forma que la mujer sufre toda una revolución hormonal, el organismo de los futuros padres que experimentan el síndrome de Couvade experimentan cambios hormonales, como una caída en los niveles de testosterona, la hormona masculina, y al mismo tiempo un aumento de estrógeno y prolactina”, agrega Ángela Rodríguez.

Dice también que “la expresión de las emociones siempre puede mitigar los síntomas. Que exprese sus miedos y sus dudas. Es fundamental fomentar la comunicación con la pareja, y hacerle partícipe de la paternidad, de forma que ambos sean los que tomen las decisiones en lo que respecta al embarazo, el parto y la crianza del bebé”. Y es que si la sociedad ve la crianza de los hijos solo como un dominio de las mujeres, de alguna manera se infravalora esta etapa como una responsabilidad y también como un rito de iniciación para los hombres. Y ojo, porque incrementar el diálogo sobre la experiencia de los hombres y cuán transformadora es su experiencia, incide directamente en el acceso de las mujeres al apoyo por parte de ellos.

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