“Siempre he creído que casarse mata el amor. Una vez se lo leí en una entrevista a la Shakira en la que decía que ella no se casaba porque creía que la iban a dar por sentada, que los hombres cuando se casan con ellos se ponen flojos para amar. Al final casada o no la dieron por sentada igual, así que no sé si será una buena referente, pero me quedó dando vueltas eso de que “algo cambia al casarse”, como si esa conquista del pololeo se achatara, porque hay un papel que dice que ya están juntos y no hace falta esforzarse más. ¿Será cierto que algo de esa formalidad mata el amor?, me pregunto.
Estoy a unos meses de casarme, por eso tengo estos cuestionamientos. Con mi pololo llevamos dos años juntos, nos conocimos en un curso de manejo, éramos los más viejos aprendiendo a manejar y enganchamos tirando la talla con que éramos los tatitas al volante y no dejamos de reírnos desde entonces. El enamoramiento fue bien de película, amor a primera vista y esas cosas. Me pidió pololeo a la semana, nos fuimos a vivir juntos a los dos meses y no nos separamos más. Creo que tuve mucha suerte de encontrarlo, llevaba años soltera, con puros pasteles, y él, aunque siempre me dice que también fue un pastel, ya estaba listo para algo más comprometido y nos tocó formarlo juntos. Ha sido mi relación más bonita y sana por lejos.
Bueno, pasados dos años de ese amor a primera vista me pidió matrimonio con toda la parafernalia romántica. Yo sé que ya no está de moda el amor romántico, yo misma me reía de eso, pero a nosotros nos gustan esas cosas porque nos encanta nuestro amor y no nos da vergüenza celebrarlo. Así que cuando me pidió matrimonio, con anillo y arrodillado, me emocioné como en las películas y hasta me puse a llorar. Con él soy así, un cliché del amor, y así me voy a casar, vestida de torta con mis amigas tirándome arroz, la liga, el ramo, con todo.
La emoción y certeza por el matrimonio me ha durado intacta todos estos meses, se lo he contado a medio Chile, subí fotos a Instagram con mi anillo, dándonos besos, la gente me llama para felicitarme, estoy feliz. Pero ya acercándose la fecha me empezaron a aparecer algunos fantasmas, no dudas, pero sí me empecé a preguntar si iba a cambiar algo entre nosotros después de que nos casáramos. Si todo ese juego que tenemos entre los dos, la pasión, la complicidad, las risas, todo lo que disfrutamos estar juntos se va a ir apagando con los años y terminaremos teniendo un amor estable y aburrido.
Lo he conversado con mi psicóloga y evidentemente es un miedo que tengo por mis padres. Yo soy hija única, ellos hasta el día de hoy siguen juntos, llevan quince mil años porque pololearon desde el colegio. Desde que soy niña que todas mis amigas o mis primas me dicen “qué tiernos tus papás que siguen juntos”, pero yo más que encontrarlo tierno encuentro que su relación es muy plana. Durante el día apenas se hablan, cada uno está en la suya, mi mamá bordando y mi papá leyendo algo, como familia antigua, porque son papás viejos, me tuvieron llegando a los 40 porque les costó mucho tiempo ser padres. Siempre se están tirando palos mala onda, siempre hacen lo mismo en vacaciones (arreglar la casa, o sea nada), ven los mismos programas de televisión, nunca se tocan o se abrazan y con suerte se dan un piquito para año nuevo. Trato de imaginarme a mis papás cuando jóvenes, pololeando y me pregunto si habrán sido como nosotros con mi pololo, si habrán tenido complicidad, risas, pasión, carretes. ¿Qué les pasó? ¿Los años de casados mataron esa chispa? ¿Así se pone el amor cuando te casas? Siempre me he preguntado si en verdad son felices, si están juntos solo por costumbre o porque piensan que separarse ahora sería peor para cada uno. No me atrevo a preguntárselos.
Lo he conversado harto también con mi pololo y ya es casi parte de nuestros votos. Le pedí que porfa nunca seamos como mis papás, que siempre nos abracemos y demos besos, que nos hablemos y tratemos con cariño, que no dejemos que los años y ese peso de la institución del matrimonio le quite esa vida que tiene nuestro amor hoy día. Pero siempre voy a tener la duda de si es algo que se puede realmente controlar o si es inevitable cuando firmaste un papel para estar con la misma persona al lado todos los días. Supongo que solo tendré la respuesta con los años.
Aylén es diseñadora y tiene 36 años.