Sobrevivientes

Paula 1213. Sábado 19 de noviembre de 2016.

A los 16 años la holandesa Carolina Van Rhijn recibió una condena de muerte: un papel llegó a su casa con la orden de que ella, judía, debía presentarse en un campo de trabajo forzado. Era 1942 y no tuvo más alternativa que huir a Bélgica y pasar los tres años siguientes escondida. Vivió en una mansarda, también en el subterráneo de un colegio. Ocupó papeles falsos y siempre tenía a mano un tubo con veneno para tomarlo si los nazis la descubrían. En 1945, con el término de la Segunda Guerra Mundial, fue libre. Sus papás habían muerto en las cámaras de gas en 1943. Ella lo supo ocho años después y luego de mucho tiempo logró contarles a sus hijos –nacidos en Chile– de su historia pasada.

En Memoria Viva, el libro que acaba de lanzar la del mismo nombre, se leen historias como esta. Pertenecen a un inédito registro que reúne testimonios relatados en primera persona por más de 100 refugiados y sobrevivientes del Holocausto que llegaron a Chile entre 1939 y 1959.

Hace ocho años la Fundación Memoria Viva se formó para homenajear a los cientos de judíos que llegaron desde Europa a Chile durante y después del Holocausto. Partieron de cero, pues ningún registro los agrupaba.

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Carolina Van Rhijn.

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Es el resultado de un trabajo que empezó en 2009, cuando, sin base de datos alguna, la fundación comenzó a buscarlos. Uno por uno llegaron a contactar a 250, todos sobre 70 años. "Para hacer las entrevistas, que más bien fueron encuentros, había que conjugar que su memoria estuviera funcionando bien, y que verbalizaran la experiencia y la comunicaran sin que su salud se viera altamente afectada. Vimos esto como una responsabilidad mayor", dice Karen Codner, directora ejecutiva de la fundación.

Historias de éxito, que también fueron recogidas en formato audiovisual y donde, dice Codner, "triunfaron los sobrevivientes", ya que, a pesar de lo que vivieron, lograron establecerse y formar familia. Un aporte a la construcción histórica de Chile, que en 2017 se complementará con un sitio web con material audiovisual. "La gran meta es que este libro cobre vida en las escuelas y universidades, donde será distribuido gratuitamente. Niños y profesores podrán verlo, junto con el portal", concluye Codner.

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La jota era el "sello judío", un notorio timbre que se ponía en sus pasaportes.

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