Alejandra Lazo tiene 37 años y es periodista. Hace unos días y a propósito de una polémica que encendió redes sociales sobre las personas gordas y el movimiento Body Positive, escribió en su cuenta de Twitter acerca de su propia gordofobia. “He sido gorda toda mi vida. Desde que tengo memoria he tenido sobrepeso, e incluso obesidad. Y eso hizo que, sin saberlo, fuera gordofóbica. Desde la adolescencia tengo carácter fuerte y soy más bien poco simpática. Eso me sirvió para poder sobrellevar de mejor manera los insultos que recibía por mi cuerpo, pero obviamente me afectaba. Es más; me acuerdo y aún me afecta. Sabía que lo que decían le hacía sentido al resto. Crecí entendiendo que ser gorda es malo, que las gordas eran feas”, dijo.
Y también abordó todas las consecuencias que esto tuvo. “No gustarle a quien te gustaba y saber que nunca iba a pasar nada porque era gorda. Y es que una, de mala manera, aprende a vivir con eso y aceptarlo. Una renuncia un poco a vivir, a aceptar la vida sin experimentar cosas. Dar besos en el colegio, asumir que la universidad no iba a ser la época en la que iba a tirar con quien quisiera; declararme a alguien solo porque sí o esperar que alguien me dijera que yo le gustaba. Todas esas cosas no las viví, porque sabía que la validación del resto no existía. Y me convencí de que no valía lo mismo”, cuenta.
Alejandra no es la única. Un estudio realizado por Ana María Gallardo, psicóloga, magíster en psicología clínica y directora del Centro Body Positive Chile, analiza la frecuencia en que mujeres perciben que han sido molestadas por su peso en relaciones cotidianas. Del total de 299 mujeres chilenas que contestan el cuestionario, 217 (un 72,6%) señala que ha sido molestada por su peso. Y cuando analiza cómo se distribuyen las respuestas, se revela que un 48% recibió comentarios respecto de su sobrepeso, un 11% por bajo peso, un 5% por fluctuaciones de peso y un 9% sin motivos claros.
El peso y específicamente la gordura, es un tema para las mujeres. Ana María Gallardo explica que la gordofobia se puede entender como las actitudes, estereotipos sociales negativos y prejuicios hacia las personas con sobrepeso. “Se ha sustentado en una serie de estereotipos en los que se sitúa a la persona gorda como la única culpable de su peso, y que además se entrecruza con la noción de que las personas gordas sufrirían de problemas emocionales y psicológicos tales como baja autoestima, inseguridad y depresión. Dicho estereotipo sienta las bases para el estigma social a la que se enfrentan las personas de tallas grandes”, dice.
De hecho, en otro estudio publicado por Gallardo en el que le preguntaron a mujeres su opinión sobre los conceptos ‘gorda’ y ‘flaca’, las palabras que se asocian a la gordura son: depresión, alguien que carece de salud mental, ansiedad y baja autoestima. Además, se asocia con la salud física, pero otro aspecto muy relevante es la valoración social. Las mujeres encuestadas asocian la gordura con la discriminación, con el asco, rechazo, abandono y soledad. “Lo que las mujeres hemos internalizado sobre la gordura son conceptos muy dañinos y por tanto es algo que no queremos ser. Además, un cuerpo gordo no lo puedes esconder y por tanto estás sujeta a la evaluación externa las 24 horas del día. Desde ahí es muy difícil salir del discurso del rechazo porque es algo a lo que nos exponemos toda la vida”, agrega Ana María.
Y no solo hay una forma de gordofobia. Está la explícita, que son las conductas de hostigamiento, malos tratos físicos y agresiones verbales que se despliegan a las personas con obesidad o sobrepeso; también existe la gordofobia implícita que incluye comentarios sutiles que son más difíciles de ver, como cuando le dicen a alguien que si baja cierta cantidad de kilos quizás su autoestima sería mejor o se sentiría más linda, haciéndole ver que no es suficiente porque no cumple con los cánones de belleza. Y existe un tercer concepto que es el de la gordofobia internalizada, es decir cuando una persona internaliza estos conceptos asociados a la gordura. “Esto se ha estudiado en psiquiatría como el estigma internalizado, es decir las personas que han sido estigmatizadas y discriminadas hacen propio lo que la sociedad opina de ellos. Así, una persona con sobrepeso aprende que la gordura forma parte de su identidad lo que, a su vez, implica la obviedad de ser un objeto de maltrato”, dice la experta.
Insiste en que es muy difícil desprenderse de esa confirmación de identidad, porque para las mujeres mirar el cuerpo propio con objetividad, es complejo. Nuestra relación con él se relaciona con nuestra relación con la sociedad. Por eso Alejandra no está segura de lograr vencer su propia gordofobia, pero si está convencida de que el cambio de paradigma que ha traído el feminismo y esta nueva generación de mujeres, le va a salvar la vida a muchas. “No soy body positive, intento ser body neutrality, y lucho todos los días por dejar de ser gordofóbica conmigo misma. Por eso entiendo que duele cuando viene alguien y asume que los gordos no se cuidan. Lo hagan o no, no está bien convencerse que tratarse mal es normal o estar incómodo siendo quien eres. No estuvo bien acostumbrarme a no querer usar nunca una polera con tiritas porque mis brazos son feos o no usar shorts por la celulitis. Por eso, a esas mujeres que hablan, que muestran y que viven lo que yo no me atreví a vivir, mi amor de acá a la eternidad. Gracias a ellas siento que puedo ponerme al día y aprovechar un poco más la vida”.