Paula 1176. Sábado 20 de junio de 2015.

Pronta a cumplir 42, y con 20 años de ejercicio del periodismo, Constanza del Carmen Santa María dejó atrás los días en los que terminaba llorando si una entrevista no le resultaba como ella quería. Entendió que tenía que relajar la vena. No tiene claro si es algo que ocurrió producto de la madurez o de la maternidad, pero para una mujer que vive cuestionándolo todo, es el descubrimiento que le cambió la vida.

Pero le cuesta, claro, la autoexigencia profesional, la familia. En el fondo, sigue dándole vueltas a cómo tratar el eterno desafío de complementar lo mejor posible el hecho de ser mamá y hacer bien su trabajo. No sabe si algún día podrá resolver bien esa ecuación, pero lo intenta.

Y ahí viene. Delgada, taconeando con sus botas y hablando por celular, ocupándose del próximo cumpleaños de su hijo. Que la torta esté a tiempo, que lleguen los invitados, que la mesa y los regalos.

Casada con el abogado holandés Sander van der Voorde –con quien tiene dos hijos, Sophie y Jan, de 7 y 4 años–, Constanza habla rápido y es graciosa. Y está cada vez más relajada, tal como se ha mostrado en sus lapsus en cámara ("depende del paco", "la nueva pillería") que siempre terminan en ataques de risa, o en sus chascarros, como cuando se le dio vuelta el paraguas en plena transmisión de los alegatos de La Haya o cuando se pegó un baile a lo Taylor Swift en un corte en las noticias. O cuando cantó, guitarra en mano, en el matinal Bienvenidos sorprendiendo a todos, porque canta muy bien. Un lado más chascón que su postura inquisidora frente a los entrevistados, la que reconoce está dejando atrás y que en algún momento se le fue de las manos.

Estudió en el Colegio Apoquindo, después ingresó a Periodismo en la Universidad Católica, escribió en El Mercurio, trabajó en Canal 13 y, tras ganar la beca Fullbright, en 1999 partió a Columbia a cursar un magíster en Documentales Periodísticos. En Estados Unidos, además de conocer a su futuro esposo, trabajó en CNN y en 2002 regresó a Chile y trabajó en Pantalla abierta de Canal 13. Después fue corresponsal en Europa y desde 2014 es la mujer ancla del noticiero central de ese canal. También conduce los domingos, junto a Monserrat Álvarez y Carolina Urrejola, el programa de entrevistas Protagonistas, y de lunes a viernes, junto a Ramón Ulloa, hace Conexión Teletrece, en la nueva radio del canal.

Resumen de hoy: es conductora, pero la vemos reporteando desde La Haya, pasando por el cambio de gabinete hasta catástrofes naturales en terreno. Le encanta la calle en circunstancias de que cualquier mortal pensaría que es a la inversa.

"Es súper necesario salir a terreno y empaparse de la realidad, es lo que le da sentido a lo que uno estudió. Yo no estudié para ser conductora de noticias, nunca fue mi objetivo. Me siento súper reportera, desde que empecé en el periodismo: lo mío es eso, la raíz de todo. Por otro lado, en el set soy la cara del canal. Hay una responsabilidad editorial que se siente en los hombros, sobre todo cuando haces Teletrece o el noticiario central, es un desafío y un honor, pero no es fácil", dice.

Hace poco estuvo en la marcha de los estudiantes en Valparaíso, donde murieron dos jóvenes. "Estaba reporteando, cuando me llegó un Whatsapp informándome de los disparos y me quedé ahí para seguir la noticia en terreno, pese a que tenía que volver a la radio. Fui al hospital, estuve con la mamá de uno de los estudiantes y terminé ese día hablando con ella, fuera de cámara, en una situación muy íntima. Fue uno de esos momentos en los que dices: 'Me tocó reportear esto, informarlo y también vivirlo'. Son situaciones muy dramáticas".

"Es necesario salir a terreno y, empaparse de la realidad, le da sentido a lo que uno estudió. Yo no estudié para ser conductora de noticias, nunca estuvo dentro de mis objetivos".

¿No te abruma como vivir en la cresta de la ola noticiosa, siempre pendiente?

Sí, a veces me abruma, por supuesto. Me agobia porque uno siente que nunca va a estar suficientemente preparada para todo, porque cualquier cosa puede pasar en cualquier tema y en cualquier ámbito; en un momento hay que entender de la Fifa y al siguiente de las vacunas del sarampión.

¿Cuáles temas son tu fuerte?

El tema político siempre me ha gustado y se me ha dado más fácil, la contingencia también. Pero hay cosas que no, e igual tienes que moverte ahí. Y yo, que soy súper autoexigente, me agobio, porque por más que me esfuerce, uno nunca va a tener toda la información para la demanda diaria e inesperada. Ahora, uno tiene que cachar que es imposible dominarlo todo.

¿Qué temas no dominas o te cuestan?

El fútbol, por ejemplo. Me tocó el año pasado cubrir el Mundial de Brasil y yo de fútbol entiendo tanto como de astronomía, pero tuve que aprender: disfruté y terminé casi analizando los goles.

La realidad no para, siempre pasan cosas. ¿Cómo te desconectas? ¿Dónde pones el límite para poder desenchufarte?

Voy mucho a una playa de surfistas muy relajada y desconectada. Un escondite único, donde no hay señal de celular, no hay televisión, no hay diarios, nada. Y es maravilloso en términos de terapia personal y familiar. Pero siempre tengo esa angustia de que si pasa algo me lo voy a perder. Entonces dejo dicho que cualquier cosa me avisen a unos teléfonos de alguien en el sector más alto, donde hay señal.

¿Y te has perdido algo importante por estar desconectada?

Me perdí el día en que se murió Pinochet. Igual viajé, casi en traje de baño, mi mamá me buscó ropa y finalmente llegué directo a la Escuela Militar y de ahí salí al canal y en la noche estaba en las noticias. Pero me lo perdí. Imagínate, ¿qué periodista no quería estar en esa noticia?

¿Cómo controlas la autoexigencia para que no se vuelva histeria o angustia?

Esa parte la superé. Pero en algún momento la viví, hace diez años atrás: si no me salía bien una entrevista podía terminar llorando, no quería que nadie me hablara, pensaba en renunciar: ¡terrible!

Cuéntame una vez en la que hayas terminado llorado porque no te salió bien una entrevista.

Cuando entrevisté a Ricardo Lagos. Él era Presidente y nos dio 8 minutos a cada medio. Lo entrevisté en plan: "dígamelo ahora y dígamelo ¡ya!", y me fue pésimo. Él me ninguneó y yo ahí haciendo el loco con un estilo poco asertivo. Hoy tengo una experiencia y puedo decir: esta no era la fórmula.

En las redes sociales hay muchos comentarios que dicen que tu estilo es agresivo, duro, puntudo.

Puede ser, así era antes, pero he ido dosificando lo dura y puntuda. La gente me ha comentado que pareciera que hago como un personaje, porque en la vida normal soy más cariñosa y dulce de lo que parezco en televisión. Me pongo puntuda cuando quiero que los entrevistados respondan. En general me toca entrevistar a gente que no quiere asumir cosas o no quiere decir toda la verdad. Entonces desarrollé una fórmula de pararme como un gladiador, diciendo "aquí estamos, esto es una pelea". Pero creo que en algún momento exageré el personaje y subí demasiado el tono.

¿Ya no lloras si una entrevista sale mal?

Ya no. Crecí y me di cuenta de que no todo es tan dramático ni tan relevante y que hay otras cosas que son mucho más importantes en la vida.

¿Cómo cuáles?

Cuando fui mamá, a los 35, se me ordenaron las prioridades. Creo que es parte de la madurez, hoy siento que combino mucho mejor las cosas. A mi trabajo le dedico muchísimo tiempo porque me fascina, pero lo más importante en mi vida son mis niños. En eso no me pierdo y si tengo que dejar de hacer algo lo voy a hacer.

¿Cómo congenias tu vida laboral con la familiar?

Por mi horario no puedo acostar a los niños y me salto esa hora de la tarde que es súper importante. Los levanto todas las mañanas, a veces los voy a dejar al colegio y sí o sí, los voy a buscar todos los días. Es la hora en que los veo, los apretujo y los regaloneo hasta que me voy a la radio, tipo 16:30. Vuelvo a mi casa a las 11 de la noche, cuando ya están durmiendo. Mi marido es el encargado de las tardes, los lleva a clases, les da la comida, los baña y los hace dormir. Nos repartimos muy bien las tareas, si no, no podría trabajar en lo que trabajo. Muchas veces tengo que partir de viaje y él se queda a cargo de todo, eso sí, con la ayuda incondicional de mi mamá, que por suerte vive cerca y está siempre disponible para resolver las emergencias.

Estás haciendo muchas cosas: eres el rostro de un noticiero central, reporteas en terreno, estás en la radio del canal…

Estoy haciendo hartas cosas pero me siento súper cómoda, ¿qué más puedo pedir? Lo cierto es que nunca me he proyectado, las cosas se dieron así y tampoco sé si hay algo distinto a lo que estoy haciendo, ojalá que sí, porque creo que la vida es larga y uno puede hacer hartas cosas. Siento que tengo mucho por aprender, pero estoy más tranquila que hace 5 años. Siento que soy capaz, que estoy donde tengo que estar, que no tengo que estar todo el tiempo demostrando por qué estoy donde estoy, que está bien donde estoy, que no se equivocaron; ese era una trauma que tenía cuando era más chica. Era más insegura. Hoy, en cambio, me siento más cómoda, feliz y disfrutando lo que me toca hacer.

¿Te golpeó que Don Francisco, y no un periodista, consiguiera que Bachelet anunciara un cambio de gabinete?

Fue un golpe del canal, pero no tengo ese rollo del orgullo periodístico de ¿por qué no nosotros? Crecí con la imagen de Don Francisco como la de un personaje más allá del resto. Yo le podría haber hecho esa misma entrevista a Bachelet y no me hubiera dicho lo mismo que le dijo a él. Entiendo perfecto que lo haga Don Francisco, porque él tiene un personaje que hace que Michelle Bachelet quiera y decida decirle lo que le dijo. Creo que ahí hay que agachar un poco el moño de la cosa tan periodística.

LA CONVERSA INTERIOR

Estudiaste en el Colegio Apoquindo. ¿Te impactó que el cura John O'Reilly fuera condenado por abuso sexual?

Obviamente me impactó, porque lo conocí mucho en el colegio, pero por mi labor periodística sé poner distancias en las cosas y pude mirarlo como un caso más. Y como en toda clase de abusos, tiendo a empatizar con las víctimas.

¿Y cómo te afectó?

Me golpea en general cualquier cosa que toque a la Iglesia Católica, porque soy católica y fui educada en una familia católica, entonces me importa lo que le pasa a la Iglesia. Luego, creo que en general la iglesia ha sido, en el mundo entero y en Chile, muy poco receptiva y que todavía está con mucha deuda en ese sentido. Entonces sí, por supuesto que a uno le impacta, y en mi curso y en mi colegio todavía hay gente que no lo cree.

¿Es impopular hoy día ser católico?

Sí, totalmente, pero tampoco estoy con las causas populares. Soy lo más cuestionadora que hay, yo misma me cuestiono el día completo. Soy católica, pero me cuesta mucho serlo en una Iglesia como la de hoy día, en la que me siento con cierta incomodidad. Pero soy súper crédula en que las instituciones son de seres humanos y se han equivocado un montón de veces. En ese contexto me da cierta esperanza el Papa Francisco, quien ha dado buenas luces de renovación y de sacudir un poco esta institución…

¿Te emociona que venga a Chile?

Sí, yo estuve el día que fue nombrado Papa en el Vaticano, con la fumata blanca transmitiendo en vivo. Ha sido de las coberturas más emocionantes que he hecho, de las más lindas, había un espíritu súper especial. También me había tocado cubrir la muerte de Juan Pablo II y los viajes de Ratzinger, que de verdad emocionaba súper poco.

¿Cómo se manifiesta la espiritualidad en tu vida?

Tengo presente esa cosa católica de la preocupación por el otro, como jesuita, y la trato de aplicar dentro de las cosas que uno puede. También soy como muy de conversa interior, de repente me pego mis rezos.

"Estoy más tranquila que hace 5 años. Siento que soy capaz, que estoy donde tengo que estar, que no tengo que estar todo el tiempo demostrando por qué estoy donde estoy".

¿Qué opinión te merece el aborto?

Es súper importante tener esa discusión. Yo como católica debo reconocer que es un tema que me complica, pero creo que todos los temas hay que discutirlos, abrirse al diálogo.

¿Y la legalización de la marihuana?

Soy casada con un holandés, por lo tanto, parte de mi vida pasa en Holanda, donde todo esto está absolutamente normado y regulado hace mucho rato y nadie se escandaliza. Por lo tanto, yo tampoco me escandalizo. Dicho esto, no sé si la lucha contra la droga, que eso es finalmente el objetivo, se resuelve con la despenalización de la marihuana o de otras drogas, no tengo claro si ese es el camino.

¿Y cómo es la experiencia holandesa?

Allá, cuando llegan los chilenos, lo primero que te preguntan es dónde están los coffee shops, dónde puedes ir a fumar marihuana; los holandeses no van, esa es la realidad, va el turista extranjero mayor de edad. Para los holandeses es parte de su decorado, entonces esa relación de normalidad con el tema, a uno la hace pensar que sería mucho mejor normalizar esto. A mí lo que me preocupa es la etiqueta de buena onda que se le pone a un discurso políticamente correcto con la marihuana, que creo que está dentro de la libertad de las personas adultas. Pero las señales también le llegan al cabro chico y ahí yo creo que tenemos que hacer una campaña mucho más fuerte, como las que se hacen con el cigarro. Sé que lo que digo no es políticamente correcto, que es mala onda, pero es así.

"Soy lo más cuestionadora que hay, yo misma me cuestiono el día completo. Soy católica, pero me cuesta mucho serlo en una iglesia como la de hoy día, en la que me siento con cierta incomodidad".

CANTORA EN FUNERALES

Vas a cumplir 42. ¿Te ha causado algún tipo de angustia estar en los 40?

No, fíjate, no soy como de crisis de los 40. Es que vivo como en una crisis permanente. Trato de no enrollarme con eso. Además, fui mamá vieja, tengo niños chicos y eso me hace estar en contacto con mamás mucho más jóvenes. Y pasa también que me siento joven, nunca he asumido la edad como que ya no puedo ponerme algo o hacer alguna cosa por la edad que tengo, no… Tal vez el único rollo que tengo con los años es que me hubiera gustado tener más hijos.

¿Cómo eres en el rol de mamá?

Soy una mamá cariñosa, regaloneadora, que trata de estar lo más presente posible, no soy tanto de jugar, sino de abrazar. Me río con mis niños, me sorprenden y emocionan a cada rato. Me han despertado algo mío que no conocía y que me encanta.

Tú cantas y muy bien. ¿Cuándo empezaste a cantar?

Toda la vida he cantado, porque en mi casa siempre se cantó: mi papá tocaba guitarra, tengo tíos que son músicos, tengo al hermano de mi papá que era director de orquesta que murió joven en París, y que era una lumbrera, Pelayo Santa María. También Sebastián Santa María, que era músico desde los 17 años, que vivía en Europa y nos marcó a todos en términos artísticos, y que murió también. Mis hermanos y yo tocábamos guitarra –partí con clases a los 7 u 8 años– y mis primas tenían clases de piano. Mis hermanos eran mucho más autodidactas, yo en cambio era matea, en clases siempre aprendiendo; hasta el día de hoy tengo que ponerme la partitura al frente, ocupo la guitarra con las posturas y la letra. Ellos componen mucho más libremente, mi hermano que ahora se dedica a la música, todo lo compone y nunca tuvo una clase.

Cantabas en matrimonios.

Sí, canté durante toda la universidad y después también, hasta que me fui a vivir afuera. En un minuto como que era un poco agobiante, porque los viernes y sábados me la pasaba cantando, entonces nunca podía hacer nada más, porque tenía matrimonios.

¿Cantabas el Ave María?

Si me lo pedían lo cantaba, pero tenía un repertorio más chascón: Silvio Rodríguez, era mucho más parecido al canto de protesta que a otra cosa. Mi papá me decía: "pero Cony, por favor, ¿dónde están los cantos más espirituales, la Biblia?". Eso se me daba menos, pero igual lo hacía, porque canté en misas de colegio toda la vida, siempre.

¿Pagaban bien?

Sí, pero igual éramos varios y teníamos que repartirlo. Teníamos flauta traversa, guitarra, yo era la única que estudiaba otra cosa, los otros eran músicos dedicados a eso. Lo triste eran los funerales. Hasta el día de hoy me piden que cante en funerales.

¿Llaman mucho para cantar en funerales?

Pero mucho, siempre. Soy súper llorona y me tenía que controlar porque, ¿cómo iba a terminar llorando si no conocía ni al muerto?

"Soy una mamá cariñosa, regaloneadora. No soy tanto de jugar, sino de abrazar. Me río con mis niños, me emocionan a cada rato. Me han despertado algo mío que no conocía y que me encanta".

Llorando más que la viuda.

Me pasaba a veces, que se me apretaba la garganta y no podía terminar de cantar. Me pasó en el funeral de mi abuela. Generalmente, los funerales más terribles son los de la gente joven que tiene niños y ahí se me parte el alma. De hecho, ahora que tengo hijos es peor: después de tener hijos canté en el funeral de mi abuela y no sé si sería capaz de hacerlo ahora, porque me pasó que desde que fui mamá tengo una carga emocional mucho más grande, o sea, el control se fue a las pailas. Antes era mucho más controlada, ahora las cosas me afectan más.

En muchos de los matrimonios en los que cantaste esas parejas se separaron.

No sé si todos, pero una gran cantidad, entonces llegué a pensar que era yeta.

Te casaste como a los 34. ¿Cómo conociste a tu marido?

Un compañero de curso nos presentó, cuando yo estaba estudiando en Estados Unidos. Los dos vivíamos en Nueva York, yo estaba grabando un documental en una isla portorriqueña donde operaba la marina norteamericana y él estaba de vacaciones ahí.

¿Y?

Nada más. Es que me da pudor hablar de estas cosas. Cuando veo revistas con gente contando cosas así me da pudor atroz. Son cosas tan íntimas.

Te casaste por la iglesia, obvio.

Sí. Y me hice dos vestidos, porque siempre he sido indecisa.

¿Y cómo eran, con cola?

No, todo muy moderno, yo no estaba para la cola, no. Nunca tuve mucho rollo con eso del matrimonio ni con el príncipe azul; no tenía ni siquiera claro si me iba a casar. Pero después me di cuenta que era importante. Lo elegí y lo gocé. Eso es todo lo que puedo contar.