Te presento a mi nano

Contratar a un hombre que planche, cocine y cuide a los niños ya no es tan insólito en las casas chilenas. En al país hay 5.965 hombres dedicados al servicio doméstico puertas afuera o adentro (frente a 350 mil mujeres que trabajan en lo mismo). La demanda por ellos existe y son altamente valorados por sus empleadores. A continuación, el retrato de cuatro familias y sus nanos.




Juan Carlos y Telia

A las 8 de la mañana, Juan Carlos Salas (53 años), vestido con camisa y pantalones negros y una cotona blanca, entra a la habitación principal, corre las cortinas y le dice buenos días a Telia Ponce (80 años), su patrona desde hace un año y su amiga desde hace más de veinte. Juan Carlos la ayuda a levantarse de la cama y la sienta en la silla de ruedas. Hace menos de doce meses, Telia tuvo un accidente cardiovascular del que se recupera lentamente. Juan Carlos le elije una blusa celeste. Ella dice que prefiere ponerse otra. "Es que le queda más bonita ésta", dice Juan Carlos, acercándole la celeste y haciéndole caritas. "¡Claro, te aprovechas, porque sabes que no puedo hacerlo yo!", alega Telia y los dos se ríen. Juan Carlos la lleva al baño, la ayuda a bañarse y le pasa el cepillo de pelo. Ella se peina frente al espejo. "Me avisa cuando esté lista", le dice Juan Carlos y la deja.

"Cuando a Telia le vino su enfermedad se sentía un poco incómoda de que fuera un hombre quien la atendiera. Pero ahora ya no. Ahora la cambio de ropa, nos emperifollamos y salimos de paseo", dice Juan Carlos. Hace 20 años, Juan Carlos iba a la casa a cuidar el jardín y los dos se cayeron bien. Él se fue unos años al sur, pero volvía a visitarla y a tomar el té con ella. Desde marzo del año pasado, poco después del accidente cardiovascular, Juan Carlos fue contratado puertas adentro por la familia de Telia para cuidarla, además de hacer el aseo, cocinar y lavar. Después de tomar desayuno juntos en el comedor diario, él la lleva al living y la ayuda a hacer sus ejercicios kinesiológicos. Gracias a ellos, ahora Telia puede sujetar sus cubiertos y ponerse de pie durante algunos segundos.

Después del almuerzo, Telia duerme siesta. Juan Carlos aprovecha de dormir en su propia pieza y luego pasea por el jardín. La casa es antigua, con un patio grande y un parrón. A Juan Carlos le recuerda el campo. Un rato después, Telia lo llama tocando un silbato. Él la va a ver, la arregla, la peina y parten al supermercado a hacer compras cuando ha bajado un poco el calor de la tarde.

Toman once juntos y cuando oscurece ven El conde Vrolok. Ella, acostada en su cama; él, sentado en una silla a su lado. Juan Carlos fue quien enganchó a Telia en la teleserie nocturna. Cuando termina, a veces se quedan conversando hasta la una de la mañana. Él le cuenta sus penas, ella las suyas y se ponen a llorar los dos. También se ríen juntos. Y les viene la chochera por la primera nieta de Telia, que nacerá en febrero. Pero esta noche, Juan Carlos se despide temprano. Telia se queja de que ahora que él se compró un televisor con pantalla plana para su pieza la tiene medio abandonada. "Ese cajón del diablo produce la separación de la familia", refunfuña Telia. Juan Carlos le da las buenas noches.

De 36 agencias de nanas consultadas por Paula, 10 ofrecen hombres para este trabajo, puertas adentro y afuera. Los nanos pueden ganar más que las mujeres, porque además de realizar las tareas domésticas lavan autos, jardinean y a veces hacen de chofer.

Pepe abre la puerta

En la casa de la familia de Susana Mandry, en La Dehesa, quien abre la puerta es un hombre de 36 años, de pelo corto y anteojos, vestido con polera, bermudas playeras y zapatillas de gimnasia. No es un primo, ni un tío ni un amigo de la familia. Es Pepe. Y, por supuesto, a Susana siempre le terminan preguntando lo mismo…

¿Quién es Pepe? "Pepe -cuyo verdadero nombre es José Díaz- es el hijo de la nana que tuvo mi marido toda la vida en la casa y lo conozco desde hace 28 años. Yo lo ayudaba a hacer las tareas cuando niño; su mamá era la nana de mi suegra. Hace 14 años comenzó a trabajar en mi casa de lunes a viernes, puertas adentro, cuando la menor de mis cuatro hijos tenía tres años".

¿Qué hace Pepe? "Hace el aseo, las camas, las piezas, mete toda nuestra ropa a la máquina y la guarda en los clósets, barre, limpia vidrios, sirve el desayuno y la once, riega y a veces lava los autos. Las cosas propiamente femeninas, como planchar y cocinar, prefiero que no las haga para que no lo molesten, porque los hombres que trabajan como nanos normalmente son mirados en menos y tratados de gay. Nunca le pedí que cambiara un pañal o le diera papa a uno de mis hijos. Lo contraté para que me tuviera la casa impecable. Pero si los niños se están bañando en la piscina, no me importa que la casa se venga abajo, él tiene que estar afuera cuidándolos".

¿Por qué preferiste un nano? "Porque después de una experiencia desastrosa con una empleada puertas adentro que no trataba bien a los niños, decidí que no quería tener más nanas en mi casa. Encuentro que los hombres, en general, cuando les rayas la cancha desde el primer día, son más dóciles. Y, además, hace otras tareas más duras: limpiar las canaletas, traer leña para la Bosca, mover muebles pesados. No lo cambiaría nunca por una mujer".

¿No te complica tener un nano e hijas adolescentes en la casa? "La sociedad, en general, ve mal a los nanos. Mis amigas me comentaban: '¿Cómo puedes tener un hombre en la casa con niños chicos?'. Y yo les explicaba que el Pepe es de plena confianza, lo conozco desde hace años y tiene perfectamente claras las reglas. Sabe que cuando la puerta de los dormitorios está cerrada, no puede entrar. Siempre toca antes y pregunta si puede pasar. Sabe manejarse. No se va a acercar si una niñita se está vistiendo o en el baño. Con las reglas claras, jamás hemos tenido problemas".

La filosofía de Floro

"Me llamo José Floridor Orellana y me dicen Floro. Tengo 55 años. Tenía 19 cuando me vine de Rengo con mi señora a trabajar a Santiago a la casa de Leonel Polgatti. De primeras me sentí un poco menoscabado por trabajar de nano: se supone que los hombres no lavan ni planchan. Pero estaba recién casado, mi señora embarazada y había que ponerse las pilas nomás. Era una casa enorme en Colón, de cinco dormitorios, sala de juegos y piscina, y teníamos que cuidar a tres niños de entre tres y doce años. Cocinar, hacer el jardín, lavar y guardar la ropa, hacer aseo. Me costó aprender. Mi señora levantaba a los niños mientras yo dejaba listo el desayuno. Cuando eran chiquititos los sacaba a la plaza Las Lilas junto a la chiquitita mía. Mi señora los bañaba, les daba once y los acostaba. Cuando llaman por teléfono, todavía me cuesta decirle al hijo mayor, que se llama Leonel, 'don Leonel'. Le digo León. Y hablamos a garabatos –'Hola, pos huevón, ¿cómo estai?'–. Él tiene 40 años y seis hijos. A lo mejor para otra persona, que no sabe que uno trabajó toda la vida con ellos, es mal visto y piensa: 'el tipo patudo'.

Llegando del campo no sabía ni como pescar una cuchara y ahora me manejo perfecto. En las vacaciones me llevaban a Puerto Varas y preparaba almuerzo para más de quince personas. La Cristina, una de las sobrinas, decía que yo servía como si atendiera a la reina de Inglaterra. En una mesa de comedor larga ponía los cubiertos. Entraba vestido con camisa y cotona blancas, pantalones y zapatos negros. Comenzaba sirviendo las sopas, después las ensaladas, las carnes, el postre y el café. Primero a la dueña de casa, después a las mujeres invitadas, después a los hombres y, al final, al dueño de casa. Servía por un lado y retiraba por el otro.

A los diez años de estar trabajando, compré una casa en Pudahuel y mi mujer se retiró para cuidar a nuestras hijas, que son cuatro. Yo seguí llevando solo la batuta como nano. Llevo 35 años trabajando con la misma familia y me encariñé. Les miro la cara y sé si andan de buenas o de malas. Los niños están casados y hace cinco años nos cambiamos a este departamento con don Leonel y su señora. Al mes tenía 20 departamentos donde limpio vidrios y hago el aseo, los martes y sábados. Me tocan el citófono para que haga pololos y el jefe dice: 'Esto parece agencia de empleos'. Toda mi vida me saqué la mugre, trabajo los feriados, y le pagué a mis hijas un colegio subvencionado bueno. Todas tienen buenos empleos. Este trabajo es sacrificado, uno abandona a su familia, pero en febrero los llevo a un balneario. Y me tocó una mujer maravillosa, que ha hecho el papel de mamá y papá para que yo pueda trabajar puertas adentro".

5 cosas que hay que saber sobre Exequiel

1) Exequiel Celis (41) es multitask. Hace de todo y sirve para todo: cuida a los niños, hace el aseo, lava, plancha, ordena las piezas desordenadas, jardinea, va a comprar el pan, hace pastel de choclo, pan casero, pebre y otras exquisiteces que dejan a toda la familia chupándose los dedos. Es la mano derecha y a veces también la izquierda de su jefa, Nicole Bois, a quien trata por su nombre. Por eso ella siempre les dice medio en broma a sus amigas que entre que se vaya Exequiel y que se vaya su marido, prefiere que se vaya su marido.

2) Se ha ganado la confianza de la familia. "¿Cómo te atreves a dejar a tus niñitas con un hombre?". Esa pregunta se la han hecho muchas veces a Nicole, cuyos hijos, Valeria (2), Dante (9) y Nicole (13), fueron criados por Exequiel desde guaguas. "Entiendo por qué me. Las mamás somos súper aprensivas y, a lo mejor, si yo estuviera en otra posición también lo preguntaría. Pero él trabajaba como nano en la casa de mi mamá cuando nosotros éramos chicos y ha sido parte de nuestra vida por veinte años", dice Nicole. "La Valeria se la dejo a él y sé que va estar bien cuidada. Salgo tranquila. Cómo no voy a tener confianza en una persona que ha sido súper fiel en todos estos años".

3) Los niños lo quieren. Le hacen más caso que a sus padres cuando les toca levantarse para ir al colegio o se agarran de las mechas. Exequiel tiene algunos trucos. A Valeria le dice: "Si te comes toda la comida, te saco a andar en moto". Y todos los días ella le cobra la palabra y él la lleva a dar una vuelta por el condominio en Chicureo, donde viven. Ella es la regalona ahora. Antes lo fue Dante, cuando era más chico. A los cinco años, le preguntó a su mamá: "Si mi papá se muriera, ¿el Exequiel podría ser mi papá?".

4) Lo molestan por pintoso. Alto, moreno, buenmozo. "Es una mezcla entre Chayanne y Antonio Banderas", dice su jefa. Dante y Nicole se ríen, y exponen pruebas: que en el último veraneo en Vichuquén, las nanas que trabajaban en la casa de al lado le tiraban los cortes a Exequiel, que todas lo encuentran guapo. Exequiel se pone rojo y niega todo. Hace cuatro años está pololeando con Eva, que trabaja como nana en La Reina, y no quiere que ella se ponga celosa.

5) No usa uniforme. Exequiel tiene una cotona blanca de cuello mao, bien elegante. Sólo la ha usado una vez, para el bautizo de Valeria. En la casa, Exequiel usa jeans y polera, y cuando cocina, ocupa el delantal que encuentre. El día que iban a sacar las fotos para este reportaje, Nicole le sugirió a Exequiel que no se pudiera la cotona mao, porque un uniforme pone distancia de inmediato. "Y es una distancia que no existe entre nosotros", dice la dueña de casa.

Exequiel Celis (41) hace el aseo, lava, plancha, ordena las piezas, jardinea, va a comprar el pan, cocina pastel de choclo, hornea pan casero, cuida a los tres niños de la casa y le da la comida a Valeria, la menor, de dos años. Cuando ella no quiere comer, él le promete que la sacará a dar una vuelta en moto por el condominio de Chicureo. Y Valeria come.

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