Probablemente todas alguna vez hemos tenido algún dolor en nuestras rodillas: al pararnos de un espacio estrecho -como en aviones o cines-, al agacharnos a buscar algo, al subir o bajar escaleras, o derechamente practicando algún deporte. Una sensación desagradable pero, tan común, que incluso se ha normalizado al punto que muchas dejan de hacer ciertas actividades por esta razón. Una de las más típicas es trotar o practicar disciplinas de impacto, como podrían ser el tenis o voleibol.

Sin embargo, eso que nos ocurre a nosotras, o a nuestras amigas y cercanas, tiene una explicación desde la ciencia. Y es que las mujeres, por razones anatómicas y algunas diferencias biomecánicas y musculares respecto a los hombres, somos más propensas a desarrollar lesiones en las rodillas, ya sea en los ligamentos, tendones o cartílagos de dicha articulación.

En esa incidencia convergen varios factores, entre ellos, nuestra estructura anatómica, caracterizada por una mayor anchura de caderas, la cual afecta la alineación de las rodillas generando ciertas sobrecargas en la articulación. A eso se suma la hiperlaxitud por causas hormonales y eventuales desbalances musculares generados por la baja estimulación de la práctica deportiva desde que somos pequeñas.

Una investigación publicada en Arthritis & Rheumatism, de hecho, develó que casi dos tercios de sus participantes -todas mujeres sobre 50 años- habían manifestado algún tipo de dolor en la rodilla durante el tiempo que duró el estudio.

Sin embargo, estas afecciones no solo aparecen con la edad y el desgaste propio de los años. Tal como lo dice el sitio estadounidense WebMD, uno de los principales en abordar temáticas de información médica y de salud; las mujeres tienen de 2 a 8 veces más probabilidades que los hombres de tener ciertos tipos de problemas de rodilla como desgarros del ligamento cruzado anterior.

Justamente, esa es una de las lesiones más vistas en mujeres por el traumatólogo de la Red de Salud UC Christus, Julio Espinosa (@dr.julioespinosaf). El especialista -que en su quehacer se dedica a la traumatología deportiva y cirugía de rodilla- explica que esto se ha acentuado a raíz del aumento de la participación femenina en deportes de impacto como el fútbol.

Pero, ¿qué aspectos contribuyen a generar esta problemática en particular? Espinosa sostiene que, primero, hay elementos anatómicos, como la hiperlaxitud o la estrechez del surco intercondileo del fémur -que es donde se inserta dicho ligamento-, que lo dejan más expuesto a su rotura. “Además, hay componentes musculares. Las mujeres tienen más desigualdad en cuanto a la fuerza del muslo, especialmente en la zona de los isquiotibiales que, al estar menos desarrollados, pueden generar más predisposición a este tipo de problemas. Sin embargo, mucho de eso tiene que ver con la falta de realización de deportes cuando son chicas”, analiza.

Solo como dato: Unicef ha estimado que un 26% de las niñas no practica deportes, llegando esa cifra a un 35% cuando se trata de adolescentes entre 15 y 17 años.

A la rotura del ligamento se suman otras afecciones comunes en mujeres, como podría ser la luxación de rótula, la disfunción patelofemoral o la artrosis. “El tratamiento de esto no implica quedarse quieta, sino que al contrario: fortalecer la musculatura para lograr corregir ese mal alineamiento que genera dolor”, manifiesta Cristián Ramírez, kinesiólogo de Clínica MEDS.

Para esto, el especialista indica que hay que observar qué sucede a nivel de cadera y tobillo, porque puede ser que el dolor o lesión de rodilla tenga como origen ciertas disfunciones musculares en esas zonas; las que a su vez generan una tensión mecánica hacia abajo. “Tan relevante como los ejercicios de fuerza, son los de balance y coordinación neuromuscular. Porque puedo tener una gran masa muscular, pero si no se activa en el momento adecuado, no voy a poder corregir un patrón de movimiento alterado. En cambio, si logro reeducar ese patrón, hacerlo más eficiente y trabajar la musculatura que tiene que estabilizar, se va a generar un cambio significativo para el futuro. Para eso, es relevante contar con una evaluación uno a uno para saber en qué partes hay que ir mejorando”, dice.

A ese trabajo preventivo en términos físicos, Ramírez agrega el hecho de reducir factores externos que podrían propiciar lesiones en las rodillas, como podría ser elegir superficies aptas al momento de ejercitarse o utilizar calzados adecuados para ciertos deportes, como el running o fútbol. “Es clásico que se juegue futbolito con zapatillas que tienen toperoles y con eso, uno se ancla más al suelo, te quedas pegado y la rodilla queda fija, lo que la puede llevar a una lesión. Entonces, hay que elegir zapatos que eviten ese efecto”.

Pero, ¿Cuándo es momento de acudir a un especialista? El doctor Julio Espinosa indica que hay tres síntomas a los que se debe estar alerta. Primero, es el derrame o aumento de de volumen en la rodilla, secundario a un traumatismo; el segundo, es el bloqueo articular o la sensación de tener la rodilla trabada; y tercero, la inestabilidad de esta articulación. “A eso yo le agregaría el dolor permanente o invalidante. Es decir, cuando ya se hace persistente, habría que consultar de todas maneras”, finaliza.

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