Mary Ann Chamberlain (62) estudió literatura en la Universidad de Cambridge. Esta inglesa amante del deporte y radicada en Chile hace más de 30 años eligió venirse porque, primero se enamoró de un chileno, y después, porque se encantó con el país. En esos años, le pareció un excelente lugar para quienes disfrutan de la actividad física y la vida al aire libre tanto como ella. “Encuentro que Chile, para una persona que le gusta la vida outdoors, es un buen lugar para vivir: tiene un clima fantástico y lindos paisajes”.

Pero sus planes de aprovechar estos paisajes cambiaron radicalmente en 1994, cuando nacieron sus cuatro hijos. Sí, cuatro al mismo tiempo. Es que Mary Ann es la madre de los terceros cuatrillizos nacidos vivos en el país. Y si bien la maternidad siempre es un vuelco inesperado para el que ninguna mujer puede prepararse completamente, en este caso, Mary Ann tuvo que poner su vida totalmente en pausa por un embarazo de alto riesgo que la mantuvo en cama durante meses. Uno que le dio un giro en 180 grados a su rutina. La hizo perder tanta masa muscular y peso que, después del parto, tuvo que aprender a caminar de nuevo y hasta sentarse tras toda una vida como una deportista que disfrutaba del baile, las salidas en bicicleta, la natación y que participaba incluso en triatlones.

¿Siempre fue tu plan tener hijos? ¿Te proyectaste con una familia grande?

Siempre quise o queríamos tener hijos. Soy de una familia grande para los estándares de Inglaterra. Somos cuatro hijos. Pero yo había pensado tener dos. Y aunque no tengo ningún problema en que fueran cuatro, este no fue el plan original; quería tener hijos pero quizá que no llegaran así tan de golpe.

¿Cómo recibiste esta noticia?

Estábamos viviendo un año en Buenos Aires donde hicimos un tratamiento para tener hijos. Nunca pensé que podría salir un embarazo múltiple. Recuerdo que la doctora me llamó después de un examen para darme la noticia, no me dijo ‘ven a mi oficina con tu marido’, me dio la noticia por teléfono. Yo estaba sola porque Raúl estaba viajando, ni siquiera sabía en qué país se encontraba en ese momento. Me dijo que tenía un embarazo y que era una buena noticia: dos hijos. Y que posiblemente había dos más.

Obviamente fue para mí una tremenda sorpresa, pero al mismo tiempo sentí mucho miedo por no saber si podría llevar a término el embarazo. También pensé cómo podría vivir con cuatro guaguas. Tuve todo tipo de miedos, incluso un ataque de histeria con llanto durante no sé, media hora. Fue la única vez en mi vida que he tenido este tipo de reacción ante una noticia. Me sentía un poco sola porque estaba en un país que no era el mío, en el que ni siquiera tenía amistades o muy pocas, y sin familiares. Tuve la suerte de tener una amiga que me vino a visitar ese día pero igual fue muy difícil.

¿Cómo cambió tu vida con ese embarazo?

Poco después de saber que estaba embarazada nos vinimos de vuelta a Chile. Los primeros tres meses lo pasé muy mal con todos los malestares normales de ese período. Estuve en cama pues tenía dificultad para comer. Pero todo pasó después de los tres meses y me sentí maravilloso. Así que dije ‘¡ya! Me gustaría salir, volver a correr maratones, a nadar, hacer mis cosas’. Pero el médico me dijo que tenía que acostarme y quedarme en la cama hasta que nacieran mis hijos porque mi embarazo era de mucho riesgo. Eso fue terrible, porque justo había empezado a sentirme bien y me mandaron a la cama. Y es difícil estar en cama todo el día cuando uno se siente bien. Por suerte justo había llegado a Chile la televisión por cable, entonces me entretuve con eso. Estaba solita todo el día en el departamento sin mucho que hacer porque mi marido trabajaba todo el día. De hecho creo que es la única vez en mi vida que he pasado tanto tiempo mirando televisión.

Pero semanas después el embarazo se hizo más difícil y me tuvieron que hospitalizar. Tuve signos de parto mucho antes de tiempo, a las 25 semanas, así que el resto del embarazo me quedé en la clínica para que mis niños no nacieran demasiado prematuros. Y esto también fue un estrés. En la casa por lo menos me bajaba de la cama cada cierto tiempo, pero en una clínica tenía que estar sin moverme. Fue una experiencia muy dura, de hecho pasé tanto tiempo en la cama que cuando nacieron los niños yo había perdido toda la musculatura. Tuve que aprender a sentarme, a ponerme de pie; aprender nuevamente a caminar. Eso fue un shock para mí, porque siendo tan deportista toda mi vida, el encontrarme en una situación donde realmente tenía un cuerpo que no reconocía, me costó.

De toda la experiencia, ¿qué fue lo más difícil?

El primer año con los niños fue muy difícil porque como suele pasar con este tipo de embarazos, la salud de dos de los niños era bastante delicada. Incluso uno de ellos tuvo que quedarse internado en la clínica hasta los tres meses. Los demás salieron entre las seis semanas y los dos meses. Entonces tuve una época en que tenía algunos niños en la casa y algunos en la clínica. Uno de mis hijos además tuvo secuelas que por suerte ahora están todas superadas. Pero fue un año muy estresante en la parte de la salud de los niños. Hasta hoy, cada vez que escucho que alguien tiene a sus hijos internados, sus guaguas, todavía me viene dolor de guata porque me acuerdo cómo era para nosotros. Pero todo fue absolutamente superado y al año ya sabíamos que iban a estar todos bien.

¿Cómo fue tu rutina criando cuatro guaguas cuando estabas tan débil físicamente?

Es cierto que yo estaba muy débil al principio, pero luego me fui recuperando porque obviamente mi objetivo era estar suficientemente fuerte como para dar pecho a las guaguas. Esa era mi única prioridad en ese momento y siguió siendo la prioridad durante los cinco primeros meses. Al principio tenía que dar pecho en la clínica a las guaguas o sacar leche para ellos. Después tenía a dos de mis hijos en la casa y a dos en la clínica. Y después a todos en la casa. Por suerte tuve ayuda porque tengo que decir que sin eso habría sido totalmente imposible. Cuando ya teníamos a los cuatro en la casa la rutina era: yo daba pecho y además teníamos que dar relleno con mamadera. Como eran cuatro, incluso con otra persona más, demorábamos tres horas y media en esta rutina y había que hacerlo cada cuatro horas. Por lo tanto, en la media hora que quedaba, lavábamos las maderas, cambiábamos los pañales y empezábamos todo de nuevo. En la noche yo me acostaba a las once de la noche y me levantaba para la primera papa de las siete, gracias a que también tuve ayuda de noche. Eso fue absolutamente fundamental porque en algún momento tenía que dormir.

¿Cuál crees que fue el cambio más fuerte en tu vida después de haber tenido hijos?

Una de las cosas que cambió radicalmente con los niños obviamente fue mi trabajo. Después de haber tenido hijos quería volver a trabajar y de hecho me ofrecieron un trabajo de medio día. Pasé como un año y medio en ese sistema de media jornada, pero fue muy difícil con cuatro niños en la casa. Mi medio día siempre terminaba siendo más largo y eso me hacía sentir culpa, como una mala mamá. Así que al final tuve que dejar el trabajo por la presión de los hijos. Creo que hoy sigue siendo difícil para las mujeres dejar a sus hijos para ir a trabajar, pero quizá un poquito más fácil que lo que era en esa época, hace casi 30 años atrás.

¿Y el deporte?, que era tan importante para ti.

Solo poder hacer la vida normal me costó bastante. Había estado tanto tiempo en cama y había perdido tanta musculatura que fue difícil. Pero además teniendo cuatro guaguas en la casa no iba a tener tiempo para hacer mucho deporte. Pasaron unos años antes de tener el tiempo suficiente para hacer el deporte que de verdad quería hacer. Además cuando los niños tenían cinco meses volví a trabajar medio día, que era algo muy necesario para mí en términos de salud mental y esto me quitó más tiempo todavía. Entonces el deporte por varios años no fue una prioridad. Volvió a ser importante cuando los niños cumplieron 15 y ya podían ir solos al colegio.

¿Alguna vez resentiste el haber sido mamá por el costo físico que tuvo para ti?

Nunca. Nunca sentí resentimiento de haber sido mamá de cuatro con el costo físico que implicó. Ganaba la felicidad de saber que todos lograron salir adelante, a pesar de que era difícil. Entonces no se me ocurrió pensar que el costo físico había sido mucho. Siempre pensé que había sido una maravilla y que, obviamente para mí, había valido la pena.

¿Cómo es tu relación con tus hijos ahora, 28 años después?

Diría que la relación con mis hijos hoy en día es la misma que tiene cualquier mamá con sus hijos. Creo que quizás la relación entre ellos es distinta porque crecieron todos juntos haciendo lo mismo, vistiéndose igual, comiendo exactamente lo mismo, por los primeros años de su vida. Entonces quizás su relación es un poco más estrecha que la de cualquier hermanos.