Con cientos de casos confirmados de COVID-19 en Chile, es de suma importancia empezar a informarse sobre lo que se puede o no hacer para detener la propagación del virus. Varios tienen dudas respecto a las relaciones sexuales y, si bien es necesario aclarar que no se trata de una infección de transmisión sexual ya que no se contagia a través de los fluidos genitales, sí se propaga por las vías respiratorias, por lo que el contacto íntimo podría ser una manera de contraer la enfermedad.
Como explica la Organización Mundial de la Salud, el contagio de persona a persona se da a través de las partículas procedentes de la nariz o la boca que salen cuando una persona infectada tose o exhala. Y por eso, a mayor contacto, mayores posibilidades de contagio.
La psicóloga clínica y sexóloga Cristina Valdés San Martín aclara que "el riesgo es más que nada por los besos, porque se comparte la saliva, y por la respiración cercana, pero no hay que perder la calma. Hay que mantener prácticas de higiene –que se deberían aplicar siempre–, ser responsable con el otro y saber que los momentos de placer también son fortalecedores del sistema inmunológico".
Cuando se trata de tener sexo en tiempos de pandemia, ¿qué sería lo más prudente?
El COVID-19 no es una infección de transmisión sexual y por ende no se contagia por el sexo propiamente tal. Sin embargo, mantener relaciones sexuales conlleva un contacto íntimo y ese traspaso de partículas es lo que genera el contagio. Hay que entender, por sobre todo, que se trata de un virus que afecta a ciertas poblaciones de riesgo –adultos mayores, personas con sistemas inmunológicos deprimidos o enfermedades autoinmunes, y con afecciones respiratorias– pero que si nuestro sistema inmune está bien, deberíamos poder sobrellevar la situación. Y por ende, nuestras prácticas sociales y demostraciones de cariño no necesariamente se deberían ver afectadas. Es sumamente importante tomar precauciones, como lavarse las manos con frecuencia, usar alcohol gel, no toser o estornudar abiertamente y avisar si es que nos estamos sintiendo mal, pero estas son prácticas de responsabilidad e higiene que en estricto rigor debiésemos aplicar a lo largo de nuestras vidas y en todo ámbito, no solo cuando hay una pandemia. Porque se trata de ser responsables con una y con el resto.
¿La responsabilidad afectiva juega un rol importante?
Tiene que ver con ser lo suficientemente responsable y consciente como para asumir que también hay otros implicados y por eso es importante advertir, avisar y poder decir "no te acerques tanto porque no estoy segura si me siento bien". Pero esto debiese ser así siempre; cuando se tiene un herpes, una gripe o cualquier enfermedad contagiable. Especialmente si consideramos que se muere más gente por influenza que por el Coronavirus. A su vez, si uno ve a alguien con síntomas, es importante saber que no es prudente besarla o besarlo y hay que tomar precauciones. Se trata de una regulación orgánica que es más fácil de plantear cuando hay pandemias, pero que deberíamos aplicar siempre. Más allá de eso, sin embargo, no hay que caer en un pánico colectivo. Sí, por ejemplo, saber que existen opciones y que se pueden desarrollar otras prácticas propias de momentos de aislamiento social, tales como el sexting, que son maneras de expresar el deseo sexual con menor riesgo de contagio. Pero nunca caer en una sobre preocupación, por decirlo así.
¿Qué sería la sobre preocupación en este caso?
Hay que tener cuidado porque para evitar este virus lo más importante es el sistema inmune, y si se desregula o nos estresamos, es más probable que contraigamos enfermedades de todo tipo. Por eso, se trata de lograr un equilibrio. Aumentar las prácticas de higiene pero mantener la calma. No vamos a dejar de tener sexo, ni casual ni en pareja, porque las muestras de cariño y los orgasmos –que aumentan los niveles de oxitocina en sangre– son positivos para nuestro sistema inmunológico. Además, no hacer algo que realmente queremos hacer implica un estrés que a su vez es dañino para la salud. Por eso, decir que detengamos el contacto implicaría un mayor estrés y eso podría ser peor. Tener momentos de placer, estimulación y excitación con la pareja estable o casual es clave. Y en ese sentido, no recomendaría optar por tener solamente sexo coital (sin caricias, tocaciones o besos) porque es probable que esa no sea una relación sexual placentera.
No es necesario tener sexo con mascarilla.
Es que las partículas se traspasan, especialmente si la respiración se intensifica como suele hacerlo durante las relaciones sexuales, por lo que la mascarilla no va ser una barrera lo suficientemente eficiente. Si ya tengo ganas de un encuentro íntimo, es mejor asumir los riesgos asociados, como los pueden haber siempre. Porque no olvidemos que un 67% de la población mundial tiene herpes simple o que hay aproximadamente un millón de personas que se contagia a diario con infecciones de transmisión sexual (según datos de la OMS). El riesgo existe siempre, y no por eso vamos a dejar de hacerlo. Algo que moviliza al ser humano y las relaciones sexuales es el deseo, y desde el deseo no voy a dejar de tener un encuentro si tengo ganas. Por eso es clave tomar precauciones desde la psicoeducación: más allá de usar alcohol gel, lavarse las manos, no exponer a los hijos y los adultos mayores –y las medidas que ya conocemos–, hay que saber identificar lo que está pasando, saber que existe un ola de pánico, que se da mucho lo de la profecía auto cumplida y que si nos estresamos, hay una disposición aumentada a contraer la enfermedad. Cuando entendamos esto, también vamos a entender que las precauciones más prácticas debiesen instalarse de manera permanente, y que se deberían aplicar siempre. Esta puede ser nuestra excusa para aprender a lidiar con este tipo de situaciones de aquí en adelante, porque siempre deberíamos estar previniendo contagios. De qué sirve no besar a alguien si después compartimos bombillas y vasos.
¿Le recomendarías asumir una rutina de distanciamiento social a una persona con una agenda social activa?
Ciertamente hay que tomarse la cuarentena responsablemente y tiene que existir una regulación, pero en la medida de que eso no implique un aumento en los factores estresores. Si el aislamiento social o la falta de sexo te genera estrés y malestar, hay que encontrar la forma de mantener esa actividad sin poner en riesgo a otros. No obstante, también puede ser un momento de reflexión. Es clave saber que donde haya relaciones y encuentros humanos, hay mayor probabilidad de contagio, entonces tampoco es malo aprovechar este tiempo para replantear esa necesidad de constante contacto. Por el resto, depende de uno: hay que equilibrar en la medida de que sea positivo o no para nuestro bienestar mental porque eso incide directamente en el bienestar de nuestro sistema inmunológico. ¿Me deprime la falta de contacto social? ¿Puedo vivir un tiempo sin y aprovechar de evaluar otras cosas? Todas son preguntas válidas. Porque el impulso de tener relaciones sexuales va estar, especialmente ahora que vamos a tener menos actividades, y las personas se van a seguir deseando y comunicando, entonces es cosa de saber que se trata de una ecuación: qué costos y beneficios va tener para mí y para los demás.