Hay muchas razones por las cuales el cuerpo reclama por hambre, pero no cualquier hambre, sino que la que se asocia a una sensación de insaciabilidad; cuando a pesar de haber comido, aún queremos seguir haciéndolo. Todos algunas vez hemos sentido la necesidad de detener alguna actividad en la que nos encontremos, ir a la cocina, abrir el refrigerador o la despensa y buscar algo sin saber bien qué, y luego volver a hacerlo pensado que esta vez sí vamos a encontrar lo que “necesitamos”.

Pero la mayoría de las veces, en estos casos se enconde algo más. Revisemos algunas opciones:

  • Cuando tenemos una alimentación abundante en harinas refinadas, azúcar y carbohidratos. Y es que fisiológicamente se producen peaks de glucosa en sangre, lo que suma la elevación de la insulina. Este subidón, luego baja produciendo hambre, una un tanto impaciente, que genera un círculo vicioso de insaciabilidad ¿Cómo podemos corregirlo? Agregando carbohidratos integrales (fibra) y añadiendo una porción de proteína o grasa en nuestros platos.
  • Falta de proteínas y grasas. Más allá del cliché de llevar una alimentación “equilibrada”, la regulación del hambre ocurre por una serie de diversas enzimas que responden a diferentes estímulos. Algunas son estimuladas por grasas, otras por proteínas y otras por carbohidratos. Por lo tanto el equilibrio entre estos macronutrientes es necesario para que se genere la sensación de saciedad.
  • Estrés crónico. En su justa medida el estrés nos salva la vida. Cuando sentimos y percibimos el peligro, una inyección de hormonas son secretadas en nuestro torrente sanguíneo, las que nos movilizan a defender lo que podría ser vulnerado y nos lleva a reaccionar frente a esa amenaza. Sin embargo, cuando cronificamos este estado de alerta y defensa, es cuando comienza el daño y un fuerte impacto en nuestro cuerpo. Se altera nuestro ciclo del sueño y hormonas, disminuye la leptina que nos hace sentir saciados, y aumenta la grelina que nos despierta el apetito.
  • Falta de sueño. Ya es sabido y demostrado en estudios que la mala calidad del sueño, acostarse tarde y despertarse varias veces durante la noche, está estrechamente asociado a un peor control de las glicemias (azúcar en sangre), y con ello vienen peaks de hambre.
  • Hambre emocional. Todos en algún momento hemos buscado la comida como fuente de alivio y confort emocional. Sin embargo, cuando negamos esta realidad y rechazamos que puede ser válido comer desde la emoción, no nos permitimos observar esta parte insatisfecha; lo asociamos solo a la hambre fisiológica y dejamos de atender y observar ese vacío que no es el estómago.

Camila es Nutricionista – Health Coach / Instagram: @camilaquevedot