Hasta junio de 2020, Milena Pantoja tuvo una especie de “doble vida”. Una -la más conocida- era aquella en la que ejercía como consultora, asesorando a empresas grandes y medianas, para llevar adelante proyectos estratégicos, creativos y de desarrollo. Su desempeño impecable venía desde el colegio, cuando obtuvo el mejor promedio de su generación, lo que también ocurrió cuando estudió Ingeniería Comercial en la UC. Siempre ávida de conocimientos, ya trabajando estudió una segunda carrera: psicología, la que escogió para nutrir una profunda búsqueda del sentido humano que tuvo desde muy niña.
Precisamente de esa búsqueda trataba su “otra vida”, esa que Milena Pantoja mantenía mucho más bajo perfil y de la cual apenas hacía referencia: su vida como canalizadora. Una habilidad que tuvo desde pequeña, para poder entablar una comunicación con otras dimensiones de conciencia y recibir mensajes. “Yo canalizo desde muy niña, pero otra cosa fue ponerle ese nombre. Crecí en una familia agnóstica y fui a un colegio laico, y las pocas veces que me tocó ir a alguna misa, recuerdo haberme cuestionado el porqué para conectarse con Dios había que tener intermediarios. Porque, en mi caso, siempre tuve esa relación directa con la divinidad”, cuenta.
Hasta que a los 26 años, un día hizo una pregunta y se puso a escribir la respuesta con mensajes canalizados: párrafos enteros con textos maravillosos que ella no entendía de dónde venían. Era la primera vez que lo veía por escrito. Desde aquella vez no paró de completar cuadernos y, en tiempos donde no había Google, decidió averiguar qué era esto, que parecía una locura. Así llegó a un grupo de canalización, le puso un nombre a esta capacidad y comenzó a canalizar cada vez más, incluso atendiendo a personas y ayudando a que estas conectaran con mensajes específicos que otras conciencias más sutiles querían entregarles. “Nuestro cuerpo físico está dotado de un mecanismo para percibir esta dimensión en la que vivimos, a través de los cinco sentidos. Podemos oler, mirar, oír, tocar y probar esta dimensión material que habitamos. Pero eso no significa que no existan otras dimensiones. Sí las hay, y para acceder a ellas tenemos otro tipo de sentidos sutiles, que no están activados totalmente”, explica Milena. Y agrega: “Por muchos años tuve muchas aprehensiones con contar esto que me pasaba, por miedo a que pensaran que estaba loca, o que clientes de la consultoría se enteraran y no lo entendieran, o no me llamaran más”, añade.
Hasta que llegó la pandemia. En junio del 2020, y tras haber pasado un momento complejo en lo personal, Milena Pantoja tuvo una especie de epifanía: “Me di cuenta que no me interesaba ser la mejor consultora, ni la mejor canalizadora, ni identificarme con ninguno de mis roles. Simplemente quería ser yo y hacer lo que estaba llamada a ser. Me di cuenta que necesitaba integrar y compatibilizar mis dos vidas y comprender que no eran ni contraproducentes ni contradictorios”, dice.
Por eso abrió la cuenta @palabrasdeltodo en Instagram, que rápidamente fue llamando la atención y hoy ya casi tiene 9 mil seguidores. En ella comparte láminas informativas y algunos lives sobre temas espirituales y una serie de conceptos complejos, que ella traduce de manera magistral: desde cómo descubrir el propósito y la misión que tenemos los seres humanos, qué significa tomar conciencia, qué es el ego y cómo este se alinea con el alma, qué significa el gozo, por qué no existe el error, o cómo saber si se está escuchando la voz interior.
“Para mí, @palabrasdeltodo ha sido uno de los hitos evolutivos más importantes de mi vida. Ha significado salir del closet, trascender esta negación que tenía de un aspecto esencial de mí misma, de pensar que tenía un lado a y b, y que eran incompatibles. También me ayudó a comprometerme con mi trabajo espiritual”, dice. Hoy en www.palabrasdeltodo.com, ofrece su agenda de horas para sesiones individuales de canalización, además de experiencias grupales.
En términos prácticos, ¿cómo se reciben estos mensajes canalizados?
Hay varias maneras de canalizar. Puedes hacerlo a través de la clarividencia, en la que ves imágenes mentales; la clariaudiencia, en la que escuchas en la que escuchas una voz interior que te dicta o te conversa algo. También está la claricognoscencia, cuando logras entender un concepto por completo, por ejemplo. El tacto también tiene un sentido sutil, que es tocar la energía los campos magnéticos de otras personas, sus bloqueos, y recibir información. Me gusta recurrir al ejemplo de la radio, que puede percibir las ondas y decodificarlas en sonido. Así es la canalización: captas información que es sutil, no perceptible por sentidos físicos y la decodificas de una forma que otro pueda percibirla.
¿Todos podemos canalizar?
Todas las personas tenemos el potencial de canalizar, pero para lograrlo es necesario hacer un proceso, un trabajo de consciencia, de empezar a desidentificarse del ego: dejar de pensar que soy mi personalidad, mi cuerpo físico, mi historia. Y para eso hay que hacer un trabajo espiritual de transmutar nuestra oscuridad, nuestro dolor, aprendiendo, evolucionando. Ese es el mecanismo natural para canalizar.
Se asocia canalizar con conectar con los maestros, ángeles, o como quieras llamarles. Pero lo esencial de la canalización es conectar con nosotros mismos, con nuestra esencia, y para eso necesitamos liberarnos de nuestras programaciones mentales a través de un trabajo de consciencia. No hay atajos para lograrlo.
¿Y cómo conectamos con nuestra propia alma?
Todos vinimos a canalizar nuestra propia alma: a encarnar una realidad que manifieste tu verdadero ser. Nuestra alma ha hecho un viaje único e irrepetible para llegar aquí y ella necesita y quiere manifestar esa singularidad. Y lo terapéutico no es eliminar el ego, sino alinearlo con nuestra singularidad, para que nos ayude a manifestarla.
¿Ese es nuestro propósito? ¿El sentido de la vida?
Todos venimos a este mundo a dos cosas: a entregar algo -y ese es tu propósito- y a aprender algo -y esa es tu misión-. El propósito es el para qué estamos acá, y tiene que ver con tu singularidad, con tu mayor contribución a los demás. Suele ser algo que te sale muy fácil, aunque no lo veas. Un buen ejercicio para identificarlo es preguntarle al resto: ¿cuál es mi mejor aporte en tu vida? Cuando conectas conscientemente con ello, lo puedes desplegar en todos los ámbitos de tu vida.
¿Y la misión?
La misión responde a otra pregunta: el porqué estoy en este mundo. Y eso siempre tiene que ver con el aprendizaje que debo hacer para profundizar mi experiencia de amar. Funciona diferente al propósito, tiene más que ver con el lado oscuro. Vinimos a aprender a partir de la trascendencia del dolor. Por eso proyectamos vivir experiencias que son justamente lo contrario a lo que vinimos a aprender. Por ejemplo, si yo vine a aprender a confiar más en mí, entonces muy probablemente voy a vivir experiencias que me hagan desconfiar de mí para poder trascenderlas. Se trata de venerar nuestras experiencias de dolor, porque ahí está el potencial evolutivo que nosotros tenemos. Todas las experiencias humanas tienen un potencial de aprendizaje.