María Teresa Gottlieb (35) es el nombre de Tere Gott, la chilena que, inspirada por lo místico, las mariposas, las plantas, la playa, las flores, empezó a ilustrar libros hasta crear una marca que se ha instalado como un referente nacional del coloring. Con ocho ejemplares lanzados, agendas, aquamarkers y colaboraciones con múltiples marcas, Tere ha creado también una comunidad que, al igual que ella, ha sabido sacar provecho a los beneficios que trae este ejercicio. Y es que como asegura, pintar no solo se trata de darle color a líneas negras trazadas sobre un fondo blanco, es también tener en cuenta la importancia del autocuidado. “Yo personalmente tengo ansiedad y pintar me ayuda a poner la mente en blanco, me hace bien”, dice.
Ese concepto la tuvo, hace unos días, dando una charla a niñas y jóvenes en el encuentro Genias del Futuro: “Ahí hablé de mis procesos personales y de mi trayectoria. Conté de mis fracasos, de mis luchas y quise transmitir que nada es inmediato, que se pueden cerrar las puertas muchas veces pero lo importante es tener claro lo que queremos, nuestros sueños”, dice.
Diseñadora de Vestuario de profesión, creció rodeada de arte, formando parte de un mundo en el que los colores eran mucho más frecuentes que los números. Aún así, el venir de un colegio exigente la llevó a incursionar, primero, en Ingeniería Comercial. “Estudia eso y verás que después vas a poder hacer lo que quieras”, le decían. Pero duró un año, tiempo suficiente para detectar que los colores empezaban a desaparecer de su vida. “Ahí decidí cambiarme a diseño”, cuenta.
Al salir de la universidad entró a trabajar en retail, formó parte de proyectos artísticos y pintó tablas de surf en Matanzas hasta que decidió partir a Australia donde de a poco se fue abriendo espacio. “Mi foco siempre fue vivir de mi arte. Todo lo que hacía, lo hacía con esa intención”, dice. Pintó murales en cafés, hoteles y restoranes, tablas de surf, objetos decorativos. Se hizo un nombre que incluso fue reconocido en el diario australiano Daily Mail. Hasta que llegó la pandemia y volvió a Chile en el último vuelo comercial que llegó al país antes de que cerraran la frontera.
“Volví con deudas a un ambiente laboral incierto, en el que nadie estaba contratando. Fue como un cachetazo en la cara. Me acuerdo que un día me puse a mirar unos libros para pintar que me había comprado. Eran de Johanna Basford, una ilustradora que ha vendido millones de copias. Viéndolos, me di cuenta de que no me gustaba mucho que los dibujos fuesen tan chicos y las hojas tan delgadas”, cuenta. Eso, sumado a que la gente pasaba la pandemia cocinando, tejiendo y buscando actividades para el tiempo libre, la impulsaron a crear dibujos grandes que luego mandó a imprimir en hojas gruesas y prepicadas, ideales para compartir o para luego enmarcar. Esa idea se convirtió en Wild Paradiso, su primer libro que en un día vendió 500 copias, lo que Tere proyectaba vender en un mes.
¿Qué fue lo primero que te llamó la atención tras ese primer éxito?
Los testimonios de la gente que lo pintaba, eso me tocó. Gente que me agradecía porque pintar les ayudaba a combatir el estrés, la ansiedad, la angustia, a pasar momentos duros. Siempre me rebelé a la idea de hacer lives en redes sociales, pero al leer esos comentarios empecé a conectar con las personas y eso me hizo querer pintar en vivo, juntos. Empatizamos, y si bien cada persona estaba viviendo un proceso diferente, nos unía que el coloring era una buena herramienta para ir sobrellevando lo que a cada uno le pasaba.
¿Ahí empieza a crecer tu comunidad?
Sí, ahí es cuando parte lo que llamo las Art Queens, con quienes generamos un vínculo. Para mí no son clientas, y es que esto no es solamente un libro y chao, el beneficio que veo en esto es tan increíble, es tanto lo que creo que le puede servir al resto, que escuchar ha sido parte importante de mi proceso. Eso me hizo profesionalizarme y darle la importancia y relevancia que tiene porque creo que a todo el mundo le puede servir.
¿Es necesario “saber pintar” para que hacerlo sea terapéutico?
De niños, a todos nos pasaron un papel y un lápiz y empezamos a rayar de manera innata. Ya de más grandes a ese ejercicio se le empezó a poner nota, a evaluar en el colegio. De alguna manera deja de ser algo libre y se convierte en otra cosa, más en una obligación. Con mis libros busco volver a darle importancia al proceso y no al resultado, eso lo convierte en algo que puede hacer cualquiera. Es algo que todos hicimos y algunos dejaron de hacer. Es una invitación a retomar y conectar también con nuestra época de niños.
¿Qué mensaje buscas transmitir con tu trabajo?
Me parece muy importante traspasar la importancia que tiene el que cada uno se dé sus momentos y espacios en la vida. El coloring es una de las miles de herramientas que existen y veo que a la gente que lo prueba le queda gustando y le sirve. Ademàs es algo que se puede hacer individualmente pero también en grupo. Cada persona lo aborda desde un lugar diferente pero el objetivo termina siendo el mismo. Da igual si te lo regalan, lo regalas o te lo autorregalas, finalmente es regalar tiempo para uno. Es regalar autocuidado.