Hace cinco semanas Tere Irarrázabal anunciaba por Instagram la apertura de su nuevo estudio de maquillaje, un lugar que se convertiría también en la vitrina y punto de venta de los maquillajes Okwu. Solo un par de cuadras más arriba de donde estuvo emplazado su antiguo estudio -también de maquillaje- por 16 años, la historia que desde hace unos días empezó aquí, indica que también será una de éxito sostenido en el tiempo.
Instalada en California por casi tres años, Tere viajaba a Chile cada dos o tres meses para supervisar el desarrollo de su negocio en el país, hasta que tomó la decisión de volver en parte por lo rápido que crecía su proyecto. Además sentía la necesidad de estar más cerca de su fiel comunidad, esa que hizo que el día de la apertura se formaran largas filas para ver de cerca lo que muchas hasta ese momento solo habían visto en redes sociales. En un frío día de invierno de Santiago, hasta su tienda en la calle Luis Pasteur en Vitacura, llegaron mujeres desde Antofagasta, Concepción y Parral.
¿Qué hay detrás de este fenómeno? No solo la experiencia que se logra con más de veinte años en el rubro. Está también la creación de una marca contundente, coherente, cercana y que ha sabido entender y transmitir lo que las mujeres de hoy buscan a la hora de mirarse al espejo y salir a la calle. Lo que necesitan básicamente para quererse y aceptarse en un mundo lleno de falsos estereotipos y atiborrado de ofertas para ser más lindas. Mujeres de 15 y de 80 años que han visto en Okwu una marca para la que todas son lindas, una declaración que su creadora ha transmitido desde el primer día: “Para mí no existe alguien que no tenga una belleza única, me obsesiona encontrar belleza en todas partes, pero me he dado cuenta de que la gente siempre se fija en su imperfección. Y el maquillaje es una herramienta fundamental que todas deberíamos usar para eso, para levantar la autoestima”.
Con veinte años en el rubro, Tere ha podido ver cómo han cambiado los gustos, paradigmas e intereses de las mujeres. Como maquilladora le tocó maquillar a mujeres políticas o empresarias que se negaban a usar base, rouge o sombra de ojos porque sacarse fotos así en los ojos del resto las mostraría como mujeres frívolas, vanidosas preocupadas de cosas sin importancia. Menos empodradas. “Era divertido porque al revés de lo que pasa hoy, el maquillaje insegurizaba a las mujeres”, cuenta.
Pero eso ha ido cambiando e incluso al otro extremo cuando el mundo de la belleza debe enfrentar el fenómeno Sephora Kids, que mientras por un lado tiene a niñas más conscientes con el cuidado y la salud de la piel, así como de los procesos de elaboración y testeo, por otro fomenta el consumo desbordado de productos casi siempre caros y, la mayoría de las veces, formulados con ingredientes que pueden tener efectos negativos en el largo plazo.
¿Qué fue lo que te motivó de dedicarte al maquillaje?
Desde muy chica que me gustaba. Me acuerdo que mi mamá se arreglaba y yo me quedaba después jugando con las cosas que usaba para maquillarse, eso a los 4 o 5 años. Ella es compositora entonces me tocaba acompañarla a canales de televisión, sobre todo al 13 y siempre elegía esperarla en el set de maquillaje. Ahí me di cuenta que las mujeres cambiaban cuando las maquillaban, se empoderaban, salían con otra actitud. Y eso siempre me quedó dando vueltas.
¿Ha cambiado mucho la relación de las mujeres con el maquillaje en estos años?
Sí. En un principio yo me obsesioné con cambiar el paradigma de que el maquillaje era algo solamente vanidoso y empecé a investigar en mis propias clientas, en mis propias alumnas esa parte que yo había visto desde chica, ese lado de que las mujeres se empoderaban. Y de alguna manera me propuse convencer al resto de que estar maquillada no es estar disfrazada, que con maquillaje somos las mismas pero podemos resaltar ciertos aspectos que nos gustan y tapar otros que no nos gustan tanto. En el fondo, quise tratar de que entiendan que les puede gustar lo que ven en el espejo.
¿Qué cosas fueron las más desafiantes en ese camino?
Que se entendiera que esto no se trata de vanidad ni frivolidad. El maquillaje ha estado presente en la vida de los seres humanos desde siempre en diferentes tribus y culturas y aunque lo ha estado con distintos fines, siempre ha sido como un símbolo de poder y expresión. Eso que a mí me parece muy lindo, en un minuto perdió sentido cuando las marcas empezaron a prometer que si te ponías cierta máscara de pestañas te iban a crecer como rascacielos, algo que a mí nunca me hizo sentido la verdad.
¿Por eso nace Okwu?
Sí, cuando hice un match entre todo lo que me gusta: la naturaleza, el maquillaje y la educación. Cuando uní esas tres cosas, me di cuenta de que esto era lo que siempre hacer y que sería mi aporte para intentar cambiar ese paradigma y acercar a las personas al maquillaje, que lo vean como algo lindo, intrínseco a nosotros. Que reconozcan la magia que hay detrás. Por eso es que la paleta de Okwu es muy de los colores de la naturaleza porque y me emociona mucho cuando seguidores me mandan la foto de una puesta de sol, por ejemplo, y me dicen “esto es muy Okwu”. Siento que de esta manera hemos acercado a la gente al maquillaje, que lo ven como algo lindo e intrínseco a nosotros porque finalmente la naturaleza está en todas partes. Y las clientas reconocen la magia que hay detrás de eso, que la paleta de Okwu es de los colores de la naturaleza. Eso nos da alma.
¿Qué cosas fueron importantes para ti a la hora de desarrollar los productos Okwu?
Como yo llevo años transmitiendo que el maquillaje da seguridad y que además hay que cuidarse la piel, me parecía muy importante que nuestras cosas no solo no hicieran mal, sino que hicieran bien. De ahí que la máscara de pestañas sea un sérum que las hidrata y las hace crecer o que los labiales vengan con un tratamiento. Las bases, por ejemplo, son hechas en Corea donde se preocupan del tratamiento que hay detrás para mantener la piel hidratada, con desinflamatorios y vitaminas.
Has creado una enorme comunidad en tus redes, comunidad que además es muy activa y que ha demostrado tener contigo una relación súper orgánica, ¿cómo se construye eso?
En la pandemia empecé a hacer lives cuando me di cuenta de que, aunque no podíamos salir a ninguna parte, era importante que nos sintiéramos bien con nosotras mismas. Y haciendo esos lives creo que pude transmitir el poder que tiene el maquillaje en la parte más sicológica, de empoderamiento y también lo que implica ese ritual de parar, sentarse frente al espejo y mirarse. Es algo bien terapéutico.
Con el tiempo me di cuenta de que había sido un aporte, me escribía gente para agradecerme porque las animaba, enfermeras que estaban agotadas y que con un poco de maquillaje ya sentían que les cambiaba la cara, o enfermos que con ponerse un poco de rouge sentían que se les iba el mal aspecto.
¿Fue difícil crear ese espacio?
No, al principio hubo gente que me recomendaba no hacerlo porque entregar todos mis conocimientos podía hacer que alguien me quitara la pega pero eso me da lo mismo, me gusta que sean mejores que yo, eso me pone orgullosa y por eso me parece importante compartir lo que sé. No me guardo nada para enseñarlo después en los cursos, no. Encuentro que si uno tiene talento lo tiene que compartir. Para mí esa es una parte fundamental del propósito.
¿Cuál crees que ha sido la clave de tu éxito?
Aprender a trabajar en equipo. Es clave saber hasta dónde uno llega para que así, cada uno haga eso para lo que es bueno.
* El estudio y los productos Okuw están disponibles en Av. Luis Pasteur 6709, Local 112, Vitacura, Región Metropolitana, Chile.
https://www.tereirarrazabal.cl/