“Terminé la media a los 65 años y fue maravilloso”: Historias de mujeres que se atrevieron a estudiar en la vida adulta

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“Los apoderados esperan afuera”, dijo uno de los guardias que resguardaba uno de los recintos donde se aplicaba la prueba de admisión universitaria a Rosa Núñez. “¡Yo soy una estudiante!”, le contestó de vuelta.

“No saqué mucho puntaje, pero me di el gusto de sentarme entre los jóvenes y rendir el examen, que nunca había dado en mi vida”, recuerda hoy a sus 74 años, desde La Florida.

Rosa es una de las muchas mujeres de Chile que decidió volver a los estudios pasados los 50 años. En su caso, a los 65.

Desde una perspectiva de género, afirma Javiera Rosell Cisternas, subdirectora del Programa Adulto Mayor UC e investigadora postdoctoral del Instituto Milenio para la Investigación del Cuidado (MICARE), “algunas mujeres mayores de la generación actual vivieron restricciones para el acceso a la educación cuando jóvenes y esta etapa de la vida se puede convertir en una oportunidad para seguir estudiando o, incluso, comenzar a estudiar algo de interés”.

Rosa se casó a los 17 años y dejó la escuela. Mucho después, cuando su hija se tituló de la universidad, se quedó viviendo sola y decidió que era hora de cumplir el sueño que había pospuesto. “Me inscribí en un colegio acá en el paradero 18 de La Florida y terminé la media a mis 65 años, con 6.9. Fue maravilloso, fui la mujer más feliz del mundo”, cuenta.

Hoy, dice que esa etapa -en la que trabajaba, llegaba a la casa, tomaba sus libros y se iba al colegio- fue la más linda de su vida y que la recomienda a todas las personas.

Una historia similar vivió Leontina Pastén Antiquera (58), quien empezó a estudiar la educación básica recién en 2019.

“Cuando era más pequeña, me quedé sin mamá. Mi madre falleció cuando yo tenía 10 años y no tuve el apoyo de mi padre. No pude seguir estudiando, tenía que trabajar haciendo aseo. Después, ya adulta, tampoco pude estudiar, porque me casé y tuve que darle buena crianza a mis tres hijos. Yo tuve que darles buenos ejemplos a ellos, trabajando y luchando para que ellos tuvieran una buena educación”, relata.

Después de separarse de su expareja, sus hijos la acompañaron a retomar los estudios. Primero séptimo y octavo básico. Luego, primero, segundo, tercero y cuarto medio. “Saqué mi título de licenciatura el pasado 15 de diciembre. Fue un orgullo para mí y para mis hijos, que me apoyaron en todos los momentos”, afirma.

En sus palabras, volver a estudiar fue “de lo más grande” que hizo en su vida. “Dejé todos los recuerdos feos atrás, todas las cosas malas que me pasaron. Y seguí un nuevo camino que fue el de estudiar. Ese fue el mayor logro que ya tuve”.

“Descubrí que era útil”

Agnieszka Bozanic, psicóloga y fundadora de GeroActivismo, lamenta reconocer que socialmente, cuando se habla de personas mayores, no se piensa que la educación puede ser algo importante, aunque sea un derecho humano para todas las edades.

En esa franja etaria, la experta sostiene que estudiar otorga diferentes beneficios. “Promueve el acceso al conocimiento de diversos campos del saber, desarrolla nuevos intereses -que quizás pudieron haberse dejado en pausa a edades tempranas-, apoya la formación integral de estas personas y, sin dudas, les genera un enriquecimiento personal, al incrementar sus herramientas. Además, la presencia de personas mayores en los distintos ámbitos de la educación permite derribar estereotipos asociados a la edad y ayuda a que las generaciones entiendan que no hay límites de edad cuando uno quiere concretar sus propios sueños”.

Enriquecimiento personal quizás sea la mejor expresión para definir lo que Maria Gricel Ramírez Cadiz (60), de Puente Alto, sintió hace tres años, cuando se tituló como técnica superior de Educación Parvularia.

“No estudié antes por falta de apoyo económico y maltrato psicológico por parte de la persona que fue mi marido durante 33 años. Siempre había un pero para que yo no estudiara, entonces me dediqué a mis dos hijas y a la casa”, cuenta.

Tras separarse, su hija mayor y su yerno la motivaron a seguir adelante. “Ellos pagaron mi carrera, mientras yo empecé a hacer aseo los lunes y viernes para ayudar con otros gastos e iba a estudiar las noches del martes, miércoles y jueves”.

En su primer año fue elegida mejor compañera. Al titularse, lo hizo con distinción. “Con eso descubrí que yo era útil, capaz e inteligente. Muchas personas me felicitan hasta hoy en mi familia, como hermanas, sobrinos, amigas, entre otros”, comenta.

Al mirar hacia atrás, dice que sigue teniendo muchas habilidades y energías que “quedan pendientes para otra vida”. E insiste en apoyar a todas las mujeres en sus cruzadas personales: “Estamos frente a una generación empoderada. Las mujeres ya están más informadas, tienen proyectos y no permiten ser manipuladas, ni maltratadas como en mi época. Yo, como Gricel, soy muy feliz, pero siento que debí luchar antes para lograr mi objetivo…”, afirma.

Tomar o no conciencia

Patricio Saldívar Díaz, director de la Fundación GeroZoom, sostiene que existen muchos mitos en torno a las edades de las personas y que uno de ellos es que ya no pueden seguir aprendiendo, o que les cuesta más, cuando ya son mayores.

“Pero la capacidad de aprendizaje se mantiene durante toda la vida, no es exclusiva de la juventud, como se cree. Por eso la importancia de incentivar la continuidad de estudios en personas mayores, y principalmente mujeres que no lograron completar sus estudios o debieron postergar sus carreras académicas por temas de cuidado”, afirma.

En muchos casos, el terminar los estudios a una edad más avanzada es aplaudido con mayor énfasis en la sociedad. Javiera Rosell Cisternas, del MICARE, dice que eso se debe a que no es algo típico: “Es algo que aún no se visualiza como un derecho. Además, las niñas y niños deben hacerlo por ley. En la vejez es una opción”.

María Cristina Weinberger Cárcamo (69), dice que nunca se dio cuenta de que estaba haciendo su último estudio ya siendo una persona mayor.

En 2017, con 64 años, terminó su magíster de Docencia para la Educación Superior. Posterior a eso, en 2020, a sus 67 años, realizó un diplomado en Docencia Superior Online para hacer las clases con los estudiantes por ese medio. “Mi experiencia como estudiante me resultó un gran desafío, ya que lo hice mientras trabajaba, además de estar atenta a los quehaceres de mi casa. Sin embargo, no tomé mayor conciencia de que lo estaba haciendo como persona con esa edad. Mi mayor interés era estar bien preparada para seguir trabajando con estudiantes posterior a la jubilación de la fuente laboral que tenía”, cuenta.

Hoy, María Cristina todavía trabaja. Como está de vacaciones, decidió continuar estudiando. “Participaré de los cursos de verano que dictará la universidad”, concluye.

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