Cuando a Mario Monsalve (75) lo trasladaron desde el Archivo Nacional a la Sala Medina de la Biblioteca Nacional, no llegó directamente a la sala, sino que a una bodega en una de las torres del edificio que da a calle Miraflores. Ahí lo esperaba su primera misión como encargado de sala. "Me entregaron esta tarea de ordenar documentación que habían dejado José Toribio Medina y Guillermo Feliú. Eran 382 cajas Memphis, de cartón y con tapa que estaban en el octavo piso, y que habían estado por años ahí. Primero tuve que ordenarlas y limpiarlas para poder revisarlas todas", recuerda Mario.
De eso han pasado 12 años. Y fue a partir del contenido de esas cajas que reunió 40.000 piezas, con las que sigue trabajando hasta el día de hoy. Se trata de una serie de manuscritos y correspondencia de fines del s. XIX –como las cartas que está revisando actualmente del Embajador de Chile en Bolivia antes de la Guerra del Pacífico– que estuvieron guardadas por muchos años porque no se sabía exactamente cuál era su contenido. Monsalve explica que para los catalogadores es muy difícil leer toda esa información porque son textos largos que luego deben resumir para clasificar e indexar. Como su formación está relacionada con la historia y la ciencia política, comprender y digerir documentos históricos es más rápido para él. "Es una tarea que toma años, pero hay que terminarla. La gente necesita acceder a esa información".
"Cuando me enfrento a un volumen grande de trabajo no me pasa nada, no me asusto. Solo pienso en que hay que empezar por alguna parte y que lo mejor es siempre empezar por algún borde", agrega. "Mi trabajo como encargado de sala implica que tengo la responsabilidad de atender a los usuarios, contestar sus consultas y preparar el material que necesitan para sus investigaciones. En esta sala tenemos aproximadamente dos kilómetros de estanterías en las que hay 108.319 piezas entre documentos y libros", cuenta Mario.
La Sala Medina, ubicada en el centro del segundo piso de la Biblioteca Nacional, está completamente cubierta de madera y contrasta con el blanco de los pisos, paredes y cielos del resto del edificio. Y es que este espacio está hecho prácticamente a la medida de lo que el dueño de la colección que alberga pidió para resguardar el trabajo de toda una vida. "Medina pretendía explicar la antropología y la historia americana. Con ese propósito recopiló todo lo que se escribió en esos años, por autores extranjeros y locales, sobre nuestro continente. Quería explicar América y quería que su colección se mantuviese unida", aclara Monsalve.
En esa época, el gobierno de Chile decidió construir un edificio ornamental, casi como una especie de palacio, para conmemorar el centenario nacional y le ofreció a Medina la posibilidad de que, en una de sus salas, la colección de libros y documentos sobre América quedara resguardada. Pero además, esto permitiría que pasara a ser un recurso abierto para que muchos pudiesen aprovecharla. "Medina tenía una oferta para vender sus libros y manuscritos en Estados Unidos, pero decidió aceptar la propuesta de la biblioteca porque traerla aquí le daría una utilidad y un propósito en Chile", explica.
"Medina no hizo un donación graciosa. Aprovechando que recién se estaba construyendo el edificio de la biblioteca pidió, por ejemplo, que la sala que albergara su colección tuviese este tipo de estanterías, similares a las de los conventos europeos de la época", explica. Es por esta razón que, a diferencia de lo que ocurre en otras bibliotecas, las paredes no están cubiertas por estanterías desde el piso hasta el cielo a las que sólo se accede mediante una escalera corrediza. En esta sala, todo el perímetro está rodeado por balcones a los que se llega por cuatro estrechas escaleras que pasan casi inadvertidas en las esquinas de la habitación.
Otra de las condiciones que explicitó Medina es que los libros de su colección no podían salir de la sala salvo para ser restaurados. Esa exigencia se flexibilizó con el tiempo y actualmente los libros de la Sala Medina solo pueden salir con una autorización ministerial. El objetivo principal sigue siendo resguardar obras antiguas, valiosas e irremplazables. Sin embargo, si bien los libros no pueden salir, para Mario es importante que los conocimientos que hay en esta sala trasciendan sus paredes y se propaguen más allá. "Lo que estamos viendo de movimientos sociales tiene una explicación en el pasado que tienes que entender para construir el futuro si es que quieres construirlo. Para eso sirven estas cosas. Hay que saber leerlas. No se trata de venir a repetir, sino de poder captar la síntesis, de por qué somos cómo somos. Hay un núcleo de nuestra historia que es muy importante de entender y las respuestas están aquí y hay que saber buscarlas", comenta. Para Mario la tarea de Medina fue la de recopilar información y la suya ha sido sintetizar y ordenar. "Ahora a otros les toca sacar las conclusiones y explicarse el presente".
Mario Monsalve (75) – Profesor de historia y magíster en ciencia política es el encargado de la Sala Medina de la Biblioteca Nacional