De chica tapete a mujeres de ensueño. Una raza de mujer que se relaciona de igual a igual con un hombre y que no pretende ser princesa ni bruja. He aquí parte del los mandamientos a cumplir.
La cabrona y el pop corn: si una cabrona inventa una cena romántica en su casa, no cocina cuatro platos, aperitivo y postre. A lo más pone cabritas en el microondas. La idea es que el sujeto –de ahí en adelante– sólo quiera ir a restoranes caros o aprender a cocinar exquisiteces. Por ningún motivo –dice el manual– la cabrona lavará platos ni andará con olor a guiso=seguridad=aburrimiento. No será su mamá sino su amante. Y que el cielo no le permita emocionarse al ver un bebé bonito en la calle.
No regresa las llamadas telefónicas: lo hace sólo cuando tiene tiempo y ha terminado todo lo que necesita para estar bien con ella misma: un baño de tina, una lectura estimulante, una conversación con una amiga.
La cabrona no tiene nada que mejorar: sabe que es un buen partido y punto. Lo piensa y lo proyecta.
Sabe que él necesita salir de cacería: y que la presa (ella) debe costar trabajo, pues la valorará más. O sea, se hace la difícil. Es así: si una cabrona se está pintando las uñas de los pies cuando él llama le dice: "Estoy un poco ocupada, te llamo después". Y no lo hace.