A la tiroiditis crónica autoinmune se le conoce como Hashimoto, y se trata de la primera causa de hipotiroidismo en Chile. Es provocada por la destrucción celular y humoral del tejido tiroideo. Aparece principalmente en mujeres de entre 30 y 50 años, y por lo general se trata con hormonas sintéticas, como la levotiroxina.
Algunos de los síntomas de esta enfermedad, pueden ser tan molestos como resequedad en a piel, estreñimiento, irregularidades en el ciclo menstrual, fatiga y caída del pelo, entre otras. Y para palearlos, hay especialistas que recomiendan seguir una alimentación específica, bajo la teoría de que el cuerpo humano es un sistema donde todo está conectado entre sí. No se trata de una dieta que tenga por objetivo la baja de peso, sino que el aumentar ciertos alimentos que podrían mejorar la calidad de vida de los pacientes, así como disminuir aquellos que los puedan estar complicando.
La doctora en farmacéutica, Izabella Wentz, escribe en el sitio Thyroid Pharmacist, que pese a que cada persona es distinta, y que es importante siempre considerar el origen de la enfermedad en cada uno, lo recomendable siempre será una dieta cargada en nutrientes. “Se ha reportado que múltiples dietas pueden revertir al mal de Hashimoto, así como otras condiciones autoinmunes, como la dieta de carbohidratos específicos, la Paleo, la dieta autoinmune, la dieta baja en FODMAPs, la dieta ecológica, así como las dietas libres de gluten, soya, lácteos y yodo. El hilo conector tras estas dietas tan diversas es que en todos los casos quitan comidas reactivas, y en su mayoría incluyen proteína animal y quitan alimentos procesados”.
La especialista recomienda hacerse exámenes de sensibilidad alimenticia, en cuanto lo que es reactivo para alguien puede no serlo para otro. En su caso personal, por ejemplo, descubrió que su organismo reaccionaba mal cuando consumía alimentos catalogados comúnmente como saludables, como lo son las manzanas, el ajo y las frutillas.
La doctora en Nutrición, Jillian Kubala, escribe en Healthline que “las investigaciones muestran que modificar la dieta y el estilo de vida puede mejorar de forma drástica los síntomas, cuando se hace de forma paralela al consumo de medicamentos prescritos por un especialista. Todas las personas con enfermedad de Hashimoto responden de formas distintas al tratamiento, lo que hace que el acercamiento individualizado a esta condición sea tan importante”.
Dicho esto, Kubala agrega que se ha demostrado que las dietas libres de gluten tienen un efecto positivo en las personas con Hashimoto, mejorando la función de las tiroides, así como los niveles de vitamina D. “Muchos otros estudios notan que as personas con enfermedad de Hashimoto se pueden beneficiar de una dieta libre de gluten, incluso cuando no son celiacos”, añade.
Kabala también dice que la intolerancia a la lactosa es común entre las personas con Hashimoto. De hecho, se estima que le pase al 75,9% de los casos. “Si sospechas ser intolerante a la lactosa, cortar los lácteos puede ayudar con los problemas digestivos, así como con la función de las tiroides y la absorción de medicamentos. Ten en cuenta que esta estrategia no le funciona a todas las personas, pues algunos pacientes con Hashimoto toleran los lácteos sin problemas”, dice, y añade: “Mientras sea posible, prepárense sus propias comidas en casa, usando alimentos nutritivos como vegetales, frutas, proteínas, grasas saludables y carbohidratos ricos en fibras”.
Por último, la nutricionista Lainey Younkin comparte en Eating well una serie de alimentos que se deberían consumir con mayor frecuencia si se tiene la enfermedad de Hashimoto:
1. Variedad de frutas y verduras, siempre y cuando éstas no te provoquen molestas, inflamación o hipersensibilidad.
2. Carbohidratos altos en fibra, por su aporte en el control del peso y de los niveles de azúcar en la sangre. Además de frutas y verduras, estos incluyen granos integrales y legumbres.
3. Proteínas magras, como el pollo, pescado, pavo, huevos, tofu, legumbres y frutos secos.
4. Grasas saludables, donde destacan el salmón, la albacora, atún, semillas de chía o de linaza, y paltas.
Cabe recordar que todas estas recomendaciones son generales, y que cada caso particular debe tratarse de forma personalizada, a través de un acompañamiento médico.