Mi marido, mi colega
Con Igal nos conocimos en el viaje de estudios, a los 16 años. A mí justo me habían echado del colegio, pero me invitaron igual, y él estaba entrando. Era la ex alumna con el nuevo. Fue amor a primera vista. Nos pusimos a pololear y nos hicimos inseparables. Éramos como esas parejas que hacen todo juntos. Creo que lo que más unió fue la pasión por lo audiovisual, el lado sensible de la filmación, que ambos sentíamos. Teníamos conversaciones eternas sobre el tema. Y así se fue generando una dinámica muy buena entre nosotros.
Salimos del colegio e Igal entró a estudiar cine y yo arte. Dos carreras que se complementan un montón. Me acuerdo que nos ayudábamos el uno al otro y nos encantaba compartir lo que aprendíamos. Tiempo después, él se fue a perfeccionar a Nueva York y yo me quedé aquí estudiando. Así estuvimos durante un año, a la distancia, y fue terrible. Apenas saqué el título, agarré mis cosas y partí para allá con el objetivo de traérmelo de vuelta. Sin embargo, obviamente la ciudad me fue enamorando y terminé por quedarme. Es que en Nueva York hay muchas oportunidades. Nosotros vivíamos en un departamento súper chico en Manhattan, pero te subías al metro y conocías a gente importante que trabajaba en nuestro rubro. Cuando llevaba recién dos días allá, me ofrecieron hacer fotos para la revista Maxium. Partí como fotógrafa de modas y con el paso del tiempo me fui abriendo a nuevas áreas, hasta dedicarme a lo audiovisual.
Así empezamos a crear proyectos juntos. Él como director de cine y yo de arte. Y se generó una muy buena energía entre nosotros; era colaboración, amor, todo junto. Aparte ambos somos súper trabajadores, casi adictos, y eso te nutre. Creamos una suerte de mini agencia y trabajábamos 24/7. Nos apasionaba tanto lo que hacíamos, que nunca nos preocupamos de marcar una diferencia entre el trabajo y la vida personal. Nuestro mejor panorama era crear nuevas ideas. Fue Travis Bass, un planner muy conocido, quien nos ayudó a concretar proyectos con grandes marcas. Él se dio cuenta que éramos proactivos, con buena energía, y empezaron a salir clientes como Porsche, los Rolling Stones, 50 Cent, Adidas y Elite Model.
Estuvimos con un ritmo muy acelerado por tres años, hasta que decidimos regresar a Chile para casarnos. Cuando volvimos estábamos con todas las ganas de armar algo acá, así que tomamos la decisión de dedicarnos a hacer videos musicales. Nuestros rubros se cruzaban en esa área y siempre que alguien necesitara de nuestro servicio, iba a necesitar a gente con nuestras profesiones. Nos fue increíble y fueron largos años de mucho esfuerzo, pero como nos encantaba, jamás nos hicimos problema. Obviamente en algunos momentos tuvimos nuestros roces. Creo que lo más difícil era tomar decisiones. Cada uno como director tenía una visión y había que pelearla para ejecutarla. La solución era turnarnos quién ganaba. Con el tiempo fuimos aprendiendo diferentes formas para para que esto funcionara. Era desafiante encontrar el equilibrio. Me acuerdo que teníamos un código entre nosotros: estaba prohibido irnos a la cama enojados. Daba lo mismo cuál fuese la razón, pero peleados no nos íbamos a dormir. "Buenas noches, te amo, mañana seguimos discutiendo".
Tuvimos que bajar el ritmo cuando nació nuestra hija. Cuando ella llegó, hubo otro ambiente en nuestra relación. Llevábamos 15 años concentrados en crear, y nos ayudó mucho a parar la máquina y disfrutar otra cosa que no fuese solo lo laboral. Descubrimos que había otros mundos, otras áreas que explorar. Costó adaptarse, pero creo que ahí fue clave nuestra experiencia porque vimos la crianza como otra misión en conjunto.
Yo sé que puede ser difícil entender a las parejas que deciden compartir también en el trabajo, pero creo que cuando hay pasión, uno podría estar todo el día hablando de eso. Si a dos personas les mueve lo mismo, hay que atreverse. Si en un minuto la relación no está funcionando, se deben tomar caminos separados. Cada uno poner sus límites. Creo que la clave del éxito es recordar que uno es un individuo y que debe hacer uso de su independencia. Hay que aprender a separar las cosas y buscar actividades anexas a lo laboral. Nuestra dinámica fue súper sana gracias a eso. Además, nunca sentimos ese doble compromiso con lo laboral por ser pareja. Los dos siempre supimos que tenía fecha de término y que si alguno quería probar cosas nuevas, tenía que hacerlo. Hace dos años me ofrecieron el cargo de directora creativa en una agencia y lo tomé. La verdad es que fue una separación muy natural, pero jamás definitiva, porque siempre hay una colaboración inconsciente entre los dos.
Mariana Pardo tiene 37 años y es directora creativa de Grupo Mass.
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