Transformé mi vida para estar con mis hijos

columna de maternidad Paula



Tenía 29 años, un trabajo estable y todos los miedos del azar que implica tener un hijo. Todos los controles mostraban que estaba bien y no tuve casi malestares en el embarazo. Nació para el día del padre, por medio de un parto espontáneo y breve. Todo seguía bien.

A la mañana siguiente le detectaron un soplo y el ecocardio mostró una comunicación interauricular. Nada grave (eso lo sé hoy, nos metieron mucho miedo en ese entonces), pero cardiopatía al fin y al cabo.

Desde ese momento hubo que monitorear constantemente. Esta condición afectó su subida de peso y nos dijeron que no debíamos meterlo en una sala cuna para evitar que se enfermara. De hecho, con cada fiebre yo sentía que su corazón saldría de su pecho. Una vez, tuvo una convulsión febril. Mi marido, que siempre iba en bici al trabajo, ese día se llevó el auto. Estaba sola en el depto. Atiné a llamar a mi hermana que es médico y me dijo que fuera de inmediato a urgencias. En lo que armaba temblando una bolsa con su leche, una muda, y avisaba a mi marido por WhatsApp, pedí un taxi. Se desmayó y no volvió en sí hasta que llegamos a la clínica. Yo tenía mucho miedo y en el taxi con él en mis brazos le pedí que resistiera. Me bajé en la calle con mi guagua colgando y la bolsa que hice. No tengo claridad de cuántos días estuvimos en la UTI, quizás unos tres. Gracias a Dios fue sólo el susto, su cerebro estaba bien. Pero sentí muchísimo miedo, y esa experiencia me reafirmó la convicción de que nadie podría cuidarlo mejor que yo.

Durante los primeros meses yo hice uso de mi licencia posnatal y de enfermedad grave de hijo menor de un año, pero eso obviamente tenía un límite. Con mi marido comenzamos a pensar en opciones. Nuestras madres estaban descartadas porque ninguna de ellas podría ayudarnos a cuidarlo. Pensamos en una niñera, pero sacando cuentas, nos dimos cuenta de que el costo de tener una, era casi todo mi sueldo. Así que decidimos que yo dejaría mi trabajo para cuidar a nuestro hijo.

Los primeros meses estuve totalmente dedicada a él, pero en la medida en que fue creciendo empecé a sentir el vacío de haber dejado mi trabajo. Justo por esos días mi suegro me pidió ayuda; su mamá había fallecido y quería vender varias de sus cosas. Les tomé fotos, las publiqué en internet y en poco tiempo había vendido todo. Funcionó tan bien, que otras amigas y cercanos que se enteraron, cada vez que querían vender algo, me lo pedían a mí.

Así fue como una tarde me di cuenta de que este servicio podría transformarse en algo más. Mientras mi guagua gateaba alrededor creé un logo, nombre, valores de marca, pensé en una tarifa, y nació Easy Garage Sales.

En la pandemia las ventas se dispararon y me aventuré a formar equipo para no trabajar sola. Partí con dos amigas de mi confianza haciendo tareas puntuales diarias en horario libre. Luego busqué que alguien más me ayudara a atender los mensajes de clientes en Instagram, y otra amiga más me ayudase con los levantamientos presenciales para yo solo hacer la tasación. Al año siguiente hice un proceso más profesional de registro de ventas y procesos, registré la empresa, la marca e hice un proceso de selección más formal para tener a mi primera empleada a contrato. Actualmente somos cinco contratadas, todas mujeres, trabajando cómodamente desde sus casas o desde cualquier lugar.

Hoy mi hijo tiene 8 años. A los 5 pudimos operarlo del corazón y pensar en la posibilidad de tener una segunda guagua. Así que este año fui mamá por segunda vez. Obviamente no ha sido fácil, cuando emprendes, muchas cosas dependen de ti (si es que no todo) y no es factible tener realmente una licencia o vacaciones. Sin embargo, aunque no he podido estar desconectada del todo, gracias a mi trabajo como emprendedora puedo estar full time en la casa con mis niños.

Mirando en retrospectiva pienso que si no hubiese sido madre, no habría hecho este cambio en mi vida. Cuando era empleada si bien era algo seguro y estable, había días que llegaba muy tarde en la noche, y al día siguiente a las 8:00 salía de nuevo. Emprender toma casi todo tu tiempo, nada despega sin mucho esfuerzo y trabajo, sin embargo, las reglas las pones tú misma y hoy puedo sentirme feliz de trabajar desde mi casa o cualquier lugar con internet, y así tener la flexibilidad para estar con mis hijos.

Sé que soy privilegiada al poder hacer esto, no todas las mujeres pueden, pero también he descubierto que las madres tenemos algo así como un super poder para adaptarnos, para salir adelante a pesar de las adversidades. Hoy doy gracias por haber emprendido y por todas las personas que me han ayudado para que sea posible. Porque gracias a ellos, hoy puedo ser testigo de cada paso de mis niños.

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* Sofía tiene 37 años, es publicista, mamá de 2 y creadora de Easy Garage Sales.

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