“Todo el mundo quiere parar los atracones, pero nadie quiere parar las restricciones”, publicaba hace algunos días en Instagram la doctora en Psicología y coach para trastornos alimenticios española, Miriam Sánchez. Y es que como explica, se trata de dos caras de una misma moneda, pero donde una de ellas tiene una connotación negativa al ser un desborde, y otra una positiva, porque nos habla de “fuerza de voluntad”.
La Clínica Mayo define al trastorno por atracón como “un trastorno grave de la alimentación en el que sueles consumir cantidades extraordinariamente grandes de alimentos y te sientes incapaz de parar de comer”. Por lo general se dan en a tarde/noche, o incluso durante todo un día. A veces, suceden después de haber comido algo “poco saludable”. Pensamos, “bueno, ya eché a perder este día”, así que nos comemos todo lo que por lo general restringiríamos, como galletas dulces, papas fritas, chocolates o pizza. “Casi todos comemos de más en algunas ocasiones, por ejemplo, cuando nos servimos una segunda o una tercera porción de una comida durante las fiestas”, dicen desde Clínica Mayo, y añaden: “Pero para algunas personas, comer de manera excesiva con la sensación de que se pierde el control y que esto se vuelva algo habitual pasa a ser un trastorno de apetito desenfrenado”.
Se trata de un trastorno que viene acompañado de vergüenza y culpa, y que en algunos casos podría relacionarse también con la bulimia. Aunque por lo general, la persona no “expulsa” lo consumido, sino que al día siguiente se restringe con aún más ímpetu. Porque para las personas que padecen este trastorno, el problema no es lo poco que comen en un contexto normal, sino que lo mucho que comieron en ese espacio de desbande.
“Valido esa sensación de perplejidad, ya que, aunque no esté basada en evidencia, es lo que lleva a pensar la cultura de las dietas, el pesocentrismo y los tratamientos enfocados en que el atracón se resuelve con más restricción”, escribe Miriam Sánchez, y agrega, en relación a sus pacientes: “Aún escucho comentarios como ‘el atracón se arregla con más fuerza de voluntad, más control o más ganas’. Claro, cuando te han dicho machaconamente esto, es normal que interiorices esa voz”.
Pero la especialista es clara en señalar que la realidad es al revés: es la restricción la que lleva a estos atracones compulsivos. De hecho, es la restricción el mejor predictor de un atracón. Cuando alguien reduce de forma importante su consumo calórico, o elimina radicalmente un grupo alimenticio de su dieta, es altamente probable que en algunos días no pueda dejar de comerlo. “Para parar los atracones, tendrás que parar las restricciones”, dice Sánchez, y agrega: “Comer comidas y snacks adecuados que sean realmente satisfactorios para ti- y no solo den saciedad- de manera regular, puede reducir los atracones”.
Este último punto suele ser abordado por la nutrióloga canadiense Abbey Sharp en su canal de Youtube. Según explica, pese a que las personas se sientan físicamente satisfecha con alimentos dietéticos, como galletones de arroz o sucedáneos de lo que realmente querían comer, si no logran satisfacerse emocionalmente el sentirse “llenos” no va a servir de nada. Es como cuando eliges no comerte el chocolate porque es “malo”, y luego no dejas de pensar en lo rico que hubiera sido comerlo. Lo que probablemente va a pasar, es que en vez de comerte un cuadradito, cuando lo hagas te comas el chocolate entero.
Existen terapias con psicólogos especialistas en trastornos de la conducta alimentaria, pensados específicamente en tratar los atracones. Pero un excelente primer paso sería revisar la dieta diaria, lo que comemos día a día, especialmente cuando creemos que estamos comiendo bien. ¿Es suficiente para nosotras? ¿Nos sentimos satisfechas día a día? ¿O nos vamos a dormir pensando en lo que no comimos y en lo que comeremos al día siguiente?