Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) el peso promedio saludable para una niña de seis años es de 30 kilos. Los mismos kilos que Carla Cruz (46) llegó a pesar cuando tenía 17 años, producto de la anorexia que sufrió cuando era adolescente y que la tuvo hospitalizada y al borde de la muerte. A casi 30 años de ese episodio, incontables sesiones de terapia, tratamientos y más medicamentos de los que puede enumerar, Carla ha reconstruido su vida dejando atrás a la adolescente que padecía de una de las enfermedades de salud mental con mayor índice de mortalidad y que, según cifras de la Subsecretaría de Salud Pública, ha aumentado en un 68% en los últimos cinco años, junto a otros trastornos de la conducta alimentaria (TCA) como la bulimia, el trastorno por atracón y la ortorexia.
A pesar de que actualmente Carla no se considera una mujer enferma, sí sabe que la anorexia es una enfermedad que la acompañará toda la vida. "Cuando tenía 17 años no comí nada en tres meses, ni si quiera tomaba agua. Perdí toda mi masa muscular y lo que el doctor me explicó es que, si bien en esa oportunidad me salvé, recién iba a ver las consecuencias de lo que me había pasado después de los 40 años", explica. Y así fue. En los últimos años, ha tenido una serie de problemas de salud, todos asociados a la anorexia que padeció cuando era adolescente.
"Estuve más de un año en recuperación, pero a pesar de eso el médico me decía: 'te dañaste los huesos, el corazón, los riñones' y efectivamente fue así. Cada vez que me daba algo nuevo tenía que ir al doctor y la explicación siempre era que se trataba de una consecuencia de la anorexia", recuerda. "Y eso me generaba un bajón anímico que nuevamente me hacía dejar de comer. Ese es el mecanismo en el que me he refugiado siempre de la tristeza, de la amargura y del dolor".
Son precisamente situaciones de desajuste emocional, sentimientos negativos y pérdida de control las que pueden detonar un episodio de TCA en personas recuperadas como Carla, agravar los síntomas de pacientes en tratamiento o gatillar el trastorno en quienes aún no lo padecían. "Generalmente los desbalances de la conducta alimentaria están conectados con emociones como la ansiedad", explica el psicólogo clínico especialista en trastornos alimenticios de la Clínica Alemana, Jaime Silva. Y agrega que la ansiedad es una emoción que se gatilla fácilmente por la incertidumbre o la incapacidad de predecir correctamente el futuro tal como ocurre ahora, en medio de una pandemia.
En un artículo publicado por la Asociación Estadounidense de Psicología que aborda los peligros que reviste la pandemia por Covid-19 para los pacientes con trastornos de alimentación, especialmente la anorexia, la bulimia y el trastorno por atracón, explica que uno de los pilares del tratamiento para este tipo de patologías de salud mental es disminuir la ansiedad en torno a las comidas generando estructuras rigurosas sobre qué y cuándo comer. Rutinas que, producto de la crisis sanitaria, se verán alteradas para muchísimos pacientes a nivel mundial. "No tenemos datos estadísticos sobre cuántos serán los pacientes afectados, pero es altamente esperable que la crisis por Covid-19 contribuya a que los pacientes en recuperación por trastornos de la conducta alimentaria vuelvan a recaer", explica en el artículo Christina Wirenga, psicóloga de la Universidad de San Diego California.
Recaídas como las que ha tenido en las últimas semanas Carla. "Con el estallido social mi trabajo se vio súper afectado y a fin de año quedé cesante. A partir de ahí me vino un bajón súper grande y lo primero que me empieza a pasar es que empiezo a comer menos", comenta. Carla explica que la restricción de alimentos es siempre un mecanismo al que recurre en momentos difíciles y que esta crisis por Covid-19 no ha sido la excepción. "A los pocos meses empieza la pandemia y eso gatilló un calvario para mí porque me pongo muy nerviosa. Adelgacé un montón, porque de frentón dejé de comer", cuenta.
Durante la pandemia, Carla no ha podido salir prácticamente de su departamento producto de una lesión en la columna que la ha tenido con dificultades para caminar y porque al vivir con su mamá sabe que el riesgo de contagiarse y contagiarla a ella, que es un adulto mayor, es demasiado alto. Por eso pasa la mayor parte del día sola con su madre, y el aislamiento es uno de los factores que, según explican los especialistas, permite que pacientes que padecen cuadros como los de Carla vuelvan a caer en prácticas y rutinas que parecían estar sanadas. "Mi marido trabaja fuera de la casa y durante la cuarentena ha seguido con sus horarios de trabajo habituales. Mi mamá vive con nosotros y es mi pilar. Sin ella, probablemente a los 17 años me hubiese muerto. Pero ahora es una persona mayor, ya no puede vigilarme como cuando yo era niña".
Jaime Silva, de la Clínica Alemana, explica que el aislamiento es un factor de alto riesgo para quienes padecen un TCA porque este tipo de pacientes son especialmente sensibles al contacto social. "Sabemos que las personas con trastornos de la conducta alimentaria son particularmente sensibles a los cambios interpersonales, es decir, que tienen que ver con su relación con otros", agrega el psicólogo. "Si veo menos a otras personas o si interactúo menos es un contexto riesgoso para personas que tengan conductas problemáticas en torno a la alimentación y más aún para quienes tengan un trastorno propiamente tal".
La psicóloga especialista de la Universidad de San Diego California explica que el aislamiento es una preocupación porque los pacientes que padecen trastornos alimentarios tienden a aislarse naturalmente, ya sea porque sufren de ansiedad o depresión. Pero que, además, durante la cuarentena el miedo al contagio les provee de la excusa perfecta para perder el contacto con sus círculos cercanos, encerrarse y restringir aún más sus ingestas de alimentos o incurrir de forma más frecuente en comportamientos purgativos en el caso de la bulimia.
A pesar de que actualmente Carla cuenta con redes de apoyo y con la ayuda de su mamá y su marido, situaciones como la cuarentena y el aislamiento social son instancias demasiado desestabilizadoras para una persona que ha sufrido de un trastorno tan severo como el que padece ella. "A través de los años he conocido a muchas mujeres con trastornos alimentarios y en todas hay una potente autodestrucción que uno no puede manejar y que se gatilla de repente, con cosas como estar encerrado y no poder ver gente o sociabilizar un poco".