Tres razones para no perderse a Boltanski
El francés Christian Boltanski, una de las figuras más sobresalientes del arte internacional, exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes su muestra Alma, en la que el visitante puede –literalmente– escuchar los latidos de su corazón. Más allá de la gran diversidad de recursos que la muestra pone en escena, resulta sorprendente confirmar que, a sus 70 años, este artista está realizando las obras más vitales y locas de su carrera.
Paula 1161. Sábado 22 de noviembre de 2014.
El francés Christian Boltanski, una de las figuras más sobresalientes del arte internacional, exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes su muestra Alma, en la que el visitante puede –literalmente– escuchar los latidos de su corazón. Más allá de la gran diversidad de recursos que la muestra pone en escena, resulta sorprendente confirmar que, a sus 70 años, este artista está realizando las obras más vitales y locas de su carrera. La curadora de esta exhibición es Beatriz Bustos.
Vivir la experiencia
La exhibición, que ocupa toda la planta baja del Museo Nacional de Bellas Artes, envuelve al espectador en una especie de teatro emocional que, utilizando imágenes, objetos, luces y sonidos estimula todos los sentidos. Boltanski logra involucrar directamente al público con las preocupaciones que desde siempre lo han obsesionado y que, en realidad, todos compartimos: la vida, la muerte, la memoria personal conectada con la colectiva. En cada sala, el visitante es sometido a una combinación de estímulos diferentes, que modifica su estado anímico, lo toca y lo introduce en una atmósfera de fuerte carga ritual. Este quiebre con la cotidianidad ocurre desde el primer instante, justo en el hall central del museo. Allí hay una gigantesca montaña donde se acumulan toneladas de ropa usada, recolectada entre miles de chilenos. Es la versión local de su célebre obra Personas, que ha realizado en distintos museos del mundo. La instalación invade el espacio, obligando a una relación corporal con el imponente volumen, pero también con cada una de las prendas que lo constituyen y que emiten la energía de quien alguna vez las utilizó. En definitiva, quien entre al museo pensando que verá una exposición, comprobará a los pocos segundos que ha sido atrapado en una experiencia. Lo seguro: nadie sale de la muestra tal como entró.
La muestra estará en el museo nacional de bellas artes hasta el 4 de enero de 2015.
Abrir la cabeza
Sin duda, esta es una de las exposiciones más importantes que se han mostrado en el país, lo que ofrece al espectador chileno un modelo de montaje de estándar internacional. La muestra amplía los conocimientos sobre las prácticas que vienen imponiéndose desde hace 40 años en el arte contemporáneo y, específicamente, sobre el género de la instalación, que para muchos aún resulta difícil de comprender y asimilar. Y no lo hace desde una posición lejana, pulcra, intelectual, sino desde la complicidad. El espacio comunicativo que Boltanski genera con su público derriba las barreras entre público y artista, pero también aspira a derribar fronteras geográficas y culturales que separan a las personas. Este deseo se encarna claramente en la obra Animitas, una intervención que el artista realizó en el norte de Chile, en la comunidad de Talabre, en pleno Desierto de Atacama. En medio de la gran extensión de arena colgó cientos de campanitas clavadas en estacas, que hacen ruido según sople el viento. La obra, perdida en un lugar remoto, se acerca al público a través de una transmisión en directo, vía streaming, que muestra las 24 horas las sutilezas de sus movimientos y sonidos.
Pero, más allá del valor intrínseco de su prolífica obra, Boltanski, como persona, está siempre transgrediendo sus propios límites. Los años y el éxito ya ganado, lejos de haberlo hecho acomodarse, lo han lanzado a emprendimientos cada vez más radicales y audaces.
Escuchar al corazón
Las fotografías y objetos encontrados, dispuestos en estructuras como cajas o vitrinas, caracterizan los montajes de Boltanski, pero, a lo largo de su trayectoria, ha ido incorporando cada vez más elementos, como la iluminación y el sonido, y experimentando cada vez más con tecnologías para abordar el tema de la vida y su preservación, conectado con su propia trayectoria vital. Así lo confirma su insólita obra Los archivos del corazón, una intervención participativa que ha realizado en distintos países del mundo en los últimos cinco años: en un rincón de la sala, el artista monta una especie de consulta médica equipada con tecnología de sonido –adaptada especialmente– en la cual el espectador ingresa para grabar los latidos de su corazón. Estos registros pasan de inmediato a formar parte de un archivo sonoro que está alojado en una isla deshabitada en Japón, llamada Teshima. Hasta ahora, Boltanski lleva archivados más de 100.000 latidos de distintos países, culturas, edades y condiciones sociales. "La idea es que dentro de 20 años pueda ir quien quiera a decir 'deseo escuchar el latido del señor Pérez', y le pasen el latido del señor Pérez", señala el artista. "El sonido del corazón viene a ser un retrato individual, pues cada corazón es diferente. Entonces, esto es como un gigantesco archivo de fotos, pero mucho más fuerte, porque registra la vida".
El abrigo.
Monumenta.
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