Una de mis redes sociales favoritas es Twitter. He tenido épocas de estar a punto de abandonarla por hastío, por malas vibras, por malas pulgas, pero una vez que conseguí encontrar un timeline (o el conjunto de personas a las que sigo) acorde a mis intereses, es un lugar en el que básicamente me siento acompañada. Se pone odioso cuando el tema de conversación tiene que ver con política, y entonces mis comentarios trascienden mi timeline para llegar hasta ciertas bestias sedientas de sangre. Pero la mayor parte del tiempo es un agrado, como un grupo de compañeros de oficina con los que comentas alguna noticia, o un libro que te impactó o el video del chimpancé con depresión. En mi caso, también comparto información de los colectivos feministas, perritos perdidos y demandas de trabajo. Esto último ha pasado a ser lo más frecuente, lejos.

Dicen que Twitter es un submundo que no representa la realidad, pero cada semana retuiteo a unas 5 personas que acaban de perder la pega o que llevan muchos meses sin trabajo. Se ofrecen como cocineros, choferes, limpiadores, periodistas, vendedores, profesores. Es obvio que la cesantía ha pasado a ser tema y que los sueldos no están alcanzando para costear la vida, al menos en Santiago.

He pensado que sería una buena idea hacer una app de empleos. Seguro que ya existe. La tecnología tiene esa cara amable que deberíamos aprovechar mucho mejor. El mundo de las aplicaciones colaborativas, alimentadas por los propios usuarios y sin fines de lucro, es donde deberíamos estar poniendo los ojos. El otro día alguien preguntó en Twitter "¿Para qué eres seco? Yo soy seco haciendo videos de animación", o algo así, y luego venía un hilo interminable de personas contando sus habilidades. Y entonces se me ocurrió que deberíamos volver al trueque. Y lo escribí. Y aparecieron un montón de ofertas de tejidos, pasteles, cojines, clases de matemáticas.

¿Y una app de trueque? Eso sí sería algo útil y con sentido. Se cree que los orígenes del trueque se remontan a hace diez mil años, cuando nacieron las primeras sociedades de agricultura y ganadería, pero es una práctica que se pone de moda cada vez que hay crisis económicas. En Argentina ya se habla de un nuevo fenómeno: cada vez más personas se juntan en ferias libres donde intercambian de todo, y gran parte de las transacciones se pactan de antemano por las redes sociales (en Facebook hay más de una treintena de grupos de trueque).

También se trata de una forma de poner en práctica la economía circular: permite que los productos tengan mayor vida y nos gira hacia el consumo responsable. Poner en circulación objetos que ya no necesitas en vez de botarlos es una bella manera de empezar a hacer cambios sustentables y de paso crear lazos de solidaridad con tus vecinos.

Sería maravilloso no tener que depender de la plata. Poder ser feliz con poco, volver de alguna forma a la confianza y sencillez de los tiempos de nuestros abuelos, pero con la ventaja extra de contar con una gran red virtual para conectar con otros. Ese es el lado luminoso de la tecnología y deberíamos estar aprovechándolo de la manera más sustentable y democrática.

En mi pequeña y corta experiencia de trueque en Twitter hice un canje muy favorable de uno de mis pequeños collages decorativos por un hermoso timbre de mujer forzuda. Ahora busco alguien que quiera enseñarme a pintar en acuarela. Ofrezco sesiones de escritura creativa, talleres de collage intuitivo, productos de aromaterapia con aceites esenciales o asesoría comunicacional para emprendedores. Interesados, contactarse por Twitter con @carolapulido.