A mis 31 años quedé embarazada sin planificación. En ese tiempo, estaba en una relación que no debía ser, pero estaba pasando por un momento difícil y muy triste: un tío muy cercano, con el que me crie, estaba con cáncer etapa 4, terminal.
Lo primero que comencé a sentir fue un sueño incontrolable. Sin embargo, también, sin razón aparente, me empecé a sentir menos triste. Pensé que había algo raro, pero al principio no le di importancia, hasta el día que me llegó mi periodo. No fue como siempre, sino que en muy pequeña cantidad, así que me hice una prueba de embarazo para salir de las dudas, aunque jamás pensé que saldría positivo.
Enterarme fue la emoción más intensa que he sentido en mi vida. Sentí una conexión inexplicable, a pesar de que no fuera un embarazo planificado. Pero desafortunadamente estaba con pequeñas manchas marrones que con los días se intensificaron.
Después de una ecografía en urgencias, me enteré de que había tenido un aborto espontáneo. Fue tremendamente triste. Lo primero que sentí fue culpa: ¿qué había hecho mal para perderlo? ¿Por qué no hice esto o aquello?
Fue tan doloroso que se desencadenó una depresión con cuadros de ansiedad. Sin darme cuenta, situaciones cotidianas en el trabajo como hablar en público o participar en reuniones me generaban una ansiedad incontrolable. Una vez incluso terminé con una crisis de pánico. Pero hasta ahí no entendía muy bien que todo esto se asociaba a mi aborto. Y es que la ambigüedad de la pérdida de un nonato, donde fuiste madre pero no lo eres, donde existió pero ya no, es muy difícil de sobrellevar.
Sin ir más lejos, esta semana se conoció la noticia de una guagua que fue robada del hospital de Temuco. Obviamente se trata de una situación tremenda; ni siquiera puedo imaginar la angustia que sintió la madre de ese bebé en las horas que no lo encontraban. Una vez que apareció, se empezó a conocer más información de la autora del secuestro: una mujer de 45 años que había estado embarazada y que habría perdido a su hija recientemente a las 38 semanas de embarazo. Luego de sustraer a la recién nacida, la llevó a su casa y la vistió con la ropa que había comprado para la guagua que perdió.
Dejando claro que nada justifica lo que hizo, yo creo que sólo las mujeres que hemos perdido un bebé somos capaces de entender el dolor que se siente.
Yo misma al comienzo no le tomé el peso; seguí mi vida como si nada y comencé con las crisis de ansiedad sin entender lo que me estaba pasando. No imagino el dolor de esa mujer, de tener todo listo para su hija, sentirla en su vientre, proyectar una vida con ella y perderla.
Y esto pasa porque la sociedad invisibiliza este tipo de duelos. No hay espacio para vivirlos. Tienes que volver al trabajo y hacer como si nunca hubiese existido. Te dicen que no eres madre, pero yo sí tuve un embarazo. Recuerdo una vez que una familiar cercana en una discusión me lo dijo literalmente: “qué sabes tú lo que es tener hijos”. Me dolió hasta lo más profundo de mi corazón. Porque yo sí tuve un hijo; durante semanas existió y lo sentí. Pero nadie entiende eso.
Por eso, cuando vi la noticia de esa mujer, empaticé con lo que está pasando. Insisto, no se trata de justificar su actuar, sólo de pensar en las razones que la llevaron a esto, en su salud mental, en la ayuda que nunca recibió. Es probable que ella esté viviendo su propio calvario al haber perdido un embarazo, además tan avanzado. Seguramente ella, al igual que yo, necesitó apoyo psicológico para enfrentar ese duelo, pero al parecer no lo tuvo; seguramente ese dolor, esa descompensación, la llevó a cometer este acto tan tremendo.
Creo que es urgente y necesario que las mujeres nos sintamos acompañadas en el inmenso dolor que significa perder a un bebé antes de nacer, que cuando pierdan su bebe en etapas avanzadas las separen de las que sí los tuvieron, para poder procesar y vivir el duelo. Que esta indolente e injusta sociedad deje de invisibilizar estos procesos profundamente dolorosos.
Yo quiero volver a ser madre. Y lo digo así porque, aunque no tenga un hijo, sí fui madre.
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Milena Meneses tiene 34 años y es lectora de Paula. Si tienes una historia de maternidad que compartir, escríbenos a hola@paula.cl.