Cosas sorprendentes pasaron el día de la última entrevista a Douglas Tompkins. Había lloviznado y ese día él había aterrizado muy temprano en Puerto Montt y yo un poco más tarde para encontrarnos por primera vez a las diez de la mañana en la casa Kuschel en Puerto Varas. No quiero ni pensar la soledad palpitante que deben transmitir ahora esas fotos en blanco y negro de los volcanes, los fiordos, los ríos, guanacos y caranchos de la Patagonia, sobre las paredes pulcras y las maderas bruñidas de esa casona restaurada con su quisquilloso buen gusto. El silencio en esa escala como de templo de madera que ascendía hasta su departamentito.
Obligaba a todas las personas a entrar descalzas a todas sus casas y a usar pantuflas. Una costumbre muy sureña en todo caso. ¿Continuará?
Yo tenía el encargo de conversar con él, sobre sus 25 años en Chile. ¡25 años de ecología! Pero Tompkins estaba ocupado.
Entonces, en la espera pude recorrer las fotos, las paredes con el medio centenar de libros que ha publicado Tompkins Conservations con sus trabajos de restauración de campos, predios inmensos en Chile primero y después en Argentina.
Muchos piensan que le hicimos un favor a Argentina cuando en 1997, Tompkins firmó una secreta tregua con el hosco gobierno de Frei donde, bajo presión, se comprometió a no comprar predios de más de 4 mil hectáreas en Chile. Si seguía comprando, le firmaban el decreto de expulsión, le había anunciado Belisario Velasco.
Tompkins entonces partió comprando estancia tras estancia en Argentina y luego se interesó sobre todo, en las inmensas extensiones en los Esteros de Iberá, donde como en Chile al comienzo, se tejieron todo tipo de especulaciones. Menos que lo donaría al país como bien de uso público, como finalmente hizo.
Pero Tompkins ya lo tenía pensado desde antes me dijo, cuando salíamos de la clínica donde fue al oculista en Puerto Varas. Le habría gustado que ocurriera de otro modo, pero que cualquier momento es siempre oportuno para el conservacionismo. Porque según él la tierra del cono sur americano sería una de las últimas reservas de todo tipo de ecosistemas que en 100 o 500 años más serán vitales para la vida en la Tierra "así como la conocemos" dijo.
"¡500 años!", pensé y de inmediato nos imaginé siendo invadidos por las primeras carabelas interestelares.
Muchos hablan hoy de los bosques templados que lo obsesionaron desde que los vio por primera vez en un vuelo de avioneta en 1990 cuando acompañó a un fotógrafo de National Geographic. En esas jornadas de vuelo y escaladas compró la hacienda Reñihue en 1990, sin haber puesto un pie en ella. Mandó un fax a Italia con una cifra de tres ceros y le respondieron con dos letras: Ok.
Sin embargo, quizás lo que más debe agradecerle Chile a Douglas Tompkins es la protección del sistema de fiordos que hay en la tortuosa cordillera frente a Chiloé y que abarcan en toda su extensión el futuro parque nacional Pumalín. Quintupeu, Comau, Reñihue, Vodudahue.
Los fiordos son montañas que caen a pique al mar y crean hondos canales de hasta mil metros de profundidad donde viven y se reproducen especies singulares de todo tipo.
Solo hay siete sistemas de fiordos en el mundo y este es el único en un mar interior: el mar interior de Chiloé. Era los únicos fiordos sin protección en el mundo ¡Y no me cabe duda que así habrían seguido hasta hoy!
Los conocí antes que Douglas Tompkins los comprara. Cubiertos de chozas donde pescadores arrasaban con todo y mataban lobos por doquier una vez que la botillería del canal se abastecía a rabiar. Donde los industriales salmoneros botaban su chatarra en las playas sin pudor ni control. Y los militares hacían raros ejercicios navales de desembarco dejando ahí sus huellas por doquier. Donde una enorme forestal derribaba bosques ¡con dinamita! Y había tambores oxidándose de una minera de aluminio que nunca prosperó. ¡Los fiordos eran un polo de desarrollo local!
Pocos saben que las tierras que compró Tompkins mayoritariamente no eran de colonos. Ni siquiera de chilenos. El 90% eran tierras de inmobiliarias extranjeras. Forestales y hasta concesiones mineras. Lo que hizo fue una repatriación.
Hoy, solo 25 años después, ya se ven grandes signos de reparación en los fiordos. Primero, la soledad. La inmensa soledad de esas costas deshabitadas. Queda uno que otro cimiento y muy poca basura en las costas abruptas. Volvieron los lobos. Volvieron las aves. Las ballenas. Las toninas. Los árboles crecen y la selva comienza a devorar los feos vestigios de la civilización chilena.
Finalmente Tompkins se desocupó. Me indicaron que subiera la escalera hacia su departamentito. La foto del volcán Puntiagudo está en la entrada, más allá una de un guanaco corona el descanso de la escalera y otra del volcán Michimahuida, la gallina protectora al centro de Pumalín.
Abrió Douglas Tompkins la puerta y me saludó cordialmente como hacía con todo el mundo.
La última vez que Tompkins habló con la prensa fue con revista Paula. Y la única vez que habló de la muerte y su retiro. Si la conversación dio ese giro fue espontáneo. Y si de algún modo la intuición existe, está en las líneas que siguen, más que en ninguna otra parte. Aquí hay material extra de lo que se publicó en la entrevista, extractos que a veces toman un tono de testamento:
"La cultura de la filantropía no es muy fuerte en Chile. Es EEUU es una tradición: cuando yo tenía 10 años, en la mesa de comedor de mi padre sus abuelos y amigos hablaban de la responsabilidad social de que acumular riqueza y de que había que devolver a la sociedad. Eso es parte de la cultura norteamericana. Estoy orgulloso de ser parte de esa tradición filantrópica".
"Cada persona si gana un poco, debe entregar un poco. Podría hacer filantropía hasta un pobre que dona 50 dólares. Eso es valioso. Da gusto ser parte de una sociedad que entrega plata por causas importantes".
"Los millonarios chilenos no son muy generosos. Pero estoy 100% seguro que la filantropía se está expandiendo en Chile y que en 50 años más van a ser muy buenos filántropos en su sociedad. Es algo que toma generaciones".
"Espero que nuestro ejemplo demuestre que es muy gratificante al donante contribuir al bienestar de la sociedad, la naturaleza sana y saludable es un beneficio para la sociedad. Si nuestro ejemplo ayuda en esa noción de filantrópica, somos felices. Mi señora es también así".
"Vamos a donar 100% de nuestra riqueza, no vamos a dejar ningún centavo a herederos. Cero. Es nuestra filosofía que nuestros hijos y nuestra familia se sirve de no tener una zanahoria en el futuro. Porque no provoca su foco en desarrollarse como persona. 'No necesito estudiar, no necesito trabajar, porque mi padre me va a dejar una fortuna'. No crea su carácter. No tiene autodisciplina".
"Entonces si piensan que al fin de la vida de su padre van a heredar una enorme fortuna es un desincentivo para desarrollarse bien. Quiero que mis hijas y mis nietos busquen su camino en su propia vida, con toda la autodisciplina y todo el esfuerzo para ser un buen individuo".
"El problema será en la sociedad latina pienso yo. Voy a quedar mal visto. En esta cultura es casi como obligación que el padre deje un futuro para sus hijos, no así en nuestra familia".
"Nuestra opinión es que es mejor para los chicos. Si queremos descargar nuestra responsabilidad como padres es una desventaja dejar esta zanahoria al frente de la nariz de nuestros hijos. Es irresponsable como padre".
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"No sé si por falta de coraje no estamos viviendo como un monje. Tratamos de no gastar en lujos, de mantener los costos y así usar la plata en cosas importantes. Kris y yo nunca tomamos vacaciones. Fuimos a Islandia a visitar a activistas de allá, a estudiar museos de pueblo chicos porque estamos desarrollando museos locales, a estudiar un poquito de agricultura orgánica y al mismo tiempo recorrimos. Pero no fueron vacaciones tirados en la arena de una playa exótica".
"Yo siempre viajaba para hacer deporte aventura, escalar, navegar, observar, aprender".
Pero ahora no me gusta tomar vacaciones. Estaría muriendo de aburrimiento. También a mi edad, con muchos proyectos en marcha, estoy escuchando el reloj biológico que me dice que me queda menos tiempo. Tic, tac, tic, tac.
¿Parar? No. Parar es el comienzo del fin. El que jubila, «shuiff» muere rápido. Yo supe eso antes de todos los estudios de estrés y depresión; sin estudios, nada: el primer paso a la tumba es detenerse".
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"Somos ya el proyecto de filantropía conservacionista más grande del mundo. Sumando los parques nacionales de acá y en Argentina. Son más grandes que todos los de Europa juntos".
"Yo quisiera tener un carné que dijera chileno-argentino. Ciudadano sudamericano. Si hubiera un documento así, si me lo ofrecieran sí, me gustaría tenerlo, claro. Pero la tierra no tiene fronteras. Además, qué más patriótico que donar tierras para el futuro. ¿No?"
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"Nunca hicimos una contabilidad de todo lo que se ha gastado. Mi señora está sumando que ahora llevamos arriba de 400 millones de dólares y tenemos otros 100 millones de dólares para donar todavía. Pensamos que vamos a terminar con poco más de 500 millones de dólares en donaciones".
"Ahí está todo nuestro patrimonio, dejaremos un poco para terminar bien nuestra vida y nada más".
-¿Quiere que lo recuerden por eso, será como su estatua natural?
"Una estatua no es importante, pero es gratificante haber contribuido al bienestar de Chile, al bienestar de la humanidad. Hacer algo que no será efímero le da relevancia al día a día. Hacer algo concreto. ¡En los parques nacionales podrán caminar encima! Eso es mejor que una tumba".
"Cada persona espera que lo recuerden bien. Van a pensar un tiempo en nosotros y después chao pescado. Volveremos a ser de la tierra".