Un año sin Bianchi

Hace casi dos meses que el periodista Felipe Bianchi (51) partió de año sabático con su familia a Nueva York. De esta nueva experiencia que lo convierte otra vez en estudiante, del riesgo de desaparecer de los medios, de su primer libro recién publicado, del fin de Tolerancia Cero y de mucho más, habla desde Estados Unidos.




Paula 1183. Sábado 26 de septiembre de 2015.

Hoy el despertador sonó a las 6:30 AM, como todos los días desde que llegó a Nueva York el 3 de agosto pasado, Felipe Bianchi tomó desayuno en familia y, junto a su señora Teresa Undurraga -dueña del Emporio La Rosa- y su hija mayor de 19 años, llevó a pie a los dos más chicos -de 11 y 13 años- al colegio del barrio. Luego tomó el metro en dirección a la Universidad de Nueva York (NYU). Ahí, Xiao Giang, Ti An Feng, Dong Fang –algunos de sus compañeros chinos y japoneses, todos menores de 25 años–, lo esperaban para entrar al curso de Escritura y Lectura en Inglés donde también comparte con dos árabes, una vietnamita, una filipina, un turco y un taiwanés. A las tres de la tarde queda libre para recorrer cuanto café, librería, museo, parque, tienda y recital hay en la ciudad. Cuando empieza a ponerse el sol, camina hasta una verde cancha de fútbol que está a los pies del puente de Brooklyn para jugar en la liga a la que se inscribió apenas puso un pie en La Gran Manzana. "No se vive mal en esta ciudad", asegura. "Eso sí, andamos a los cabezazos los cinco en este departamento diminuto, pero estamos felices", agrega.

Su nuevo hogar, ubicado en pleno Manhattan y donde vivirá junto a su familia hasta julio de 2016, mide 70 m². No puede evitar compararlo con los 400 m² del piso que dejó en Santiago, frente al Parque Forestal. "A la distancia, nos parece que vivíamos en un potrero gigantesco", dice recién comenzando este año sabático que soñaba concretar. Para sobrevivir a estos 12 meses, los Bianchi-Undurraga se repartieron democrática y organizadamente las labores de la casa. "Yo no cocino. Lo que sí hago, y mucho, es lavar los platos, barrer, hacer la cama y ordenar. Todos tienen sus funciones. Claro que el que no engancha en el ritmo, se va de charchazo", dice.

En una entrevista en Paula dijiste que no tienes ahorros. ¿Cómo estás pagando el lujo de darte un año sabático con la familia?

Vendí varias cosas para poder venir. Un departamento que tenía en el centro, dos autos, alguna colección. Y con créditos, claro. Pero más que un lujo o un gasto, lo considero una apuesta. Y, ante todo, una inversión. ¿Para qué sirve la plata si no es para esto?

¿Cuánto cuesta un mes o un día en Nueva York al estilo Bianchi?

Cómo se te ocurre. Qué pregunta más impertinente.

¿Y cómo conseguiste que te esperaran de todos tus trabajos (CHV, Radio Cooperativa, Universo, El Mercurio) a la vuelta?

Trabajando mucho y muy bien durante 30 años seguidos. Por lo mismo, supongo que, profesionalmente, sigo siendo una "apuesta" razonablemente segura. Aparte, no vengo a pasear, sino que a perfeccionarme, a estudiar. Volverá un profesional mejor que el que partió. Y eso vale.

¿No aparece de pronto el fantasma de perder el podio?

No. Si no eres flojo, penca, resentido o leso, siempre hay espacio para trabajar. En Chile o donde sea. Eso es ley.

Te fuiste a aprender inglés. ¿Lo estás consiguiendo?

Para lo que quiero: pronunciar mejor, leer libros complejos, escribir sin parecer un robot o entrevistar a Obama… todavía me falta harto. ¿Pero cómo voy a ser tan vaca de no progresar sostenidamente con seis horas diarias de clases durante ocho meses? Bueno, capaz que no.

¿Eres el más viejo de la clase?

El más viejo y con distancia. La mayoría de mis compañeros son veinteañeros chinos y japoneses, hombres y mujeres. Me ha parecido muy gracioso que, para simplificar lo complejo que es pronunciar sus nombres para nosotros los occidentales, usan en la vida diaria y para cuando pasan lista un "nickname" o sobrenombre agringado: Ted, Fred, Mary.

¿Felipe Bianchi en versión gringa es un hombre de mejor carácter?

Menos expresivo y más medido, sin duda. Pero se me va a pasar luego. De hecho, ya he discutido en inglés con un par de giles en la calle. Maleducados, nomás.

¿Hay algo de los gringos que te resulte incomprensible?

¿Por qué diablos hablan tan fuerte? Tienen como dos tonos más arriba de lo habitual. Es como si no hubieran nacido con el botoncito para ecualizar que tenemos los latinos. No conocen la voz baja.

¿Cuál expresión en inglés se ha convertido en tu favorita?

El "Do or Die". Viven rápido y con pasión por acá. Y eso me acomoda.

No cumpliste con eso de que no ibas ni a meterte a Twitter: desde tu despedida ya van más de 40 tweets... ¿No te pudiste aguantar?

No. No pude. Me ganó el periodista. Es que por allá también están pasando cosas bastante interesantes, ¿no?

¿Cómo ves a Chile desde la distancia?

Demasiado crispado. Lo verdaderamente grave no se resuelve y nos estamos matando por cosas absurdas, pequeñas, que en 10 años nos van a dar risa.

521.jpg

Contra el Tránsito, el primer libro de Felipe Bianchi, analiza los movidos últimos 4 años del fútbol chileno. Una selección de sus columnas publicadas en el diario El Mercurio.

¿Qué echas de menos de tu vida en Chile?

Los diarios en cama hasta tarde el fin de semana. Los almuerzos de viernes con los amigotes, aunque aquí tenemos hartos. Los masajes una vez a la semana. Las reuniones familiares. Y el espacio en la casa.

Tras un par de meses lejos, ¿qué es lo peor de vivir en Santiago?

El deterioro. La chanchería de botar la basura en cualquier parte. Aquí, ya no hay, como en Santiago, subnormales dedicados a rayar con su basura inútil los edificios antiguos o las plazas. Todo se cuida, se arregla, se mejora. El grafiti solo tiene sentido si es arte, si aporta. También asombra lo poquísimo que han aportado nuestros millonarios a los espacios públicos. Tan distintos a los de acá. Es vergonzoso. Después de Vicuña Mackenna y Cousiño, nadie. Desde 1910 en adelante todos han sido de una tacañería y miopía impactante, urbanísticamente hablando. Todo para ellos. No devuelven nada.

Caminando por las calles de Nueva York, ¿te cuesta entender que Michelle Bachelet haya elegido volver a Chile?

Mucho. No tenía para qué volver. No tenía el piso, las ideas, las amistades, el equipo ni el apoyo suficiente como para lanzarse a la piscina. Y eso fue lo que hizo, finalmente, quedando a cargo de un plan bastante simplón y mal hecho, rodeada de algunos soñadores, otros improvisadores y un puñado de traidores y truhanes. Por algo el fuego amigo ha sido mucho peor que el enemigo. Algunos, de hecho, están jugando un juego bastante peligroso. Solo imaginarse a un presidente desertando a mitad de camino es gravísimo. Para nuestro presente y para nuestra historia. Yo aconsejaría, de hecho, medir así las credenciales democráticas de los atingentes: cualquiera que esté hoy por hablar de "catástrofe" y llamar al "golpe blanco" –en la derecha, en el centro o en la izquierda– se está titulando de fascista. Con mayúsculas.

¿Quién en Chile debería tomarse un año sabático?

Varios que se han quedado pegados en la comodidad y la mediocridad. Para crecer hay que tomar riesgos. Salir más, mirar más, exigirse más.

¿No te asusta que te fascine mucho esto de no trabajar?

Para lo que yo hago, nunca NO estoy trabajando. Ni siquiera en un sabático. Esté donde esté, lo que alimenta el día, cultural e intelectualmente hablando, es la base de mi trabajo habitual. Libros, diarios, actualidad, charlas, cine, museos, deporte. No estoy echado en una hamaca. Me estoy preparando. Abriendo más que nunca los radares.

¿Te gusta esto de andar de NN y que nadie te reconozca?

Claro, es un alivio. Un buen ejercicio para domar el ego.

¿Cómo has experimentado el fin de Tolerancia Cero desde lejos?

No me sorprendió. Aunque era un espacio excelente, bastante por encima del nivel habitual de nuestra televisión, necesitaba cambios. Sobre todo en velocidad. Para mí siempre debió ser un programa más de entrevistas que de exposiciones. En todo caso, era difícil continuar sin tres de los cuatro panelistas habituales.

¿Qué pierde la TV chilena sin Tolerancia Cero al aire?

Por un lado, se pierde una excusa ideal para que los peores críticos de televisión, simples fanáticos más que especialistas, puedan seguir demostrando su simpleza adolescente: un club de nerds rabiosos, predecibles, fomes, guatones, asegurados: "lo que marca mucho es bueno, lo que marca poco es malo", nunca una idea nueva, un parrafito bien escrito. También se pierde una de las pocas posibilidades semanales de escuchar y debatir que tenía el chileno medio. Esa especie de Plaza de Armas que era el programa. Ojalá que vuelva. En el formato que sea.

Acabas de lanzar tu primer libro Contra el Tránsito. Te demoraste. ¿Lo tenías como una deuda?

Un poco. Aunque escribo hace décadas en El Mercurio, me daba cierto pudor. Un libro son palabras mayores. Y sacar cualquier cosa me parecía una falta de respeto.

¿Cuál de las columnas que publicas en él te costó más cara?

Cada vez que se anunció una verdad se generaron enemigos o peticiones de despido. Pero todos quedaron en el camino. En esta historia quedó clarito quiénes eran los malos y los equivocados.

¿Crees que la historia de Vidal en la selección chilena ahora sí que se acaba tras el último incidente?

No, pero es evidente que todo lo que se dijo en su momento era cierto: Vidal es un fenómeno e, incluso, una gran persona. Un talento único. Por algo es el jugador más exitoso de nuestra historia junto a Elías Figueroa. Pero está mal. Y si no lo ayudan puede terminar pésimo. El punto es que ayudarlo no es "taparlo" o "cubrirlo". Aparte, si hay que proteger a alguien, más que a Pedro, Juan o Diego, lo que importa es proteger a la selección. El que no cumple, se tiene que quedar fuera. Recibir un correctivo cuantas veces sea necesario hasta que cambie o se pierda definitivamente.

¿Cómo te gustaría ir reciclando a Felipe Bianchi?

Me cuesta pensar en algo que no sea periodismo, apostando a cosas nuevas, eso sí. Distintas, arriesgadas, como han sido en mi carrera la Zona de Contacto, CQC, La Última Tentación, El Gráfico Chile, el retorno de El Show de Goles, los programas de radio. Ya veremos…

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.