Una de las maneras de otorgarle vida al mobiliario es dotarlo de versatilidad a través de las múltiples funciones y de sus posibilidades de movimiento. Nos insertamos entonces en el mágico mundo de los muebles giratorios, que ofrecen diversas facetas a nuestros espacios.
Los muebles y objetos tienen en nuestras casas el motivo básico de la funcionalidad: se usan para algo y nos facilitan la vida. Pero algunos buscamos ir más allá de una decoración utilitaria. Ir más allá del objeto corriente y transformarlo en un objeto bello y especial.
Lo que diferencia a un objeto corriente de uno especial no es su utilidad, sino la motivación y explicación que fundamentan su diseño y creación. Los muebles giratorios combinan esas dos facetas. Su movimiento los hace más útiles que los muebles fijos, pero a la vez les entrega un sello distintivo y único.
Una silla corriente nos permite descansar el cuerpo mientras trabajamos o compartimos en una mesa. Una silla giratoria nos permite, además, distintas posiciones y nos ofrece diferentes caras para apreciarla. Lo mismo sucede con los libreros y mesas que giran. Según la ocasión, podemos definir cuál será su cara visible. Muchos de estos muebles no requieren de ruedas, giran sobre su propio eje y tienen complejos sistemas de engranaje que les otorgan una estética particular.
Los pequeños son los más entusiastas con este tipo de muebles; mi hijo disfruta enormemente cuando le damos vueltas y vueltas en la silla de trabajo de su papá o cuando va girando el librero y hace caer varios de los libros que alberga. Fue quizás él quien me hizo darle importancia a la peculiaridad de los giratorios.