“Este año cometí uno de los errores más grandes de mi vida: hacerme una mini abdominoplastía inversa, proceso del que, después de dos meses, aún no me recupero al cien por ciento.
Todo partió a fines de 2021, cuando decidí irme de Chile. Luego de una separación dolorosa y haciendo cambio de folio (40 años) era momento de pensar en mí. Fue así que renuncié, dejé mis departamentos en arriendo y partí a la aventura en Londres. Estudiar inglés fue un sueño que siempre quise cumplir y era lo que faltaba para complementar mi abultado CV profesional con diversos post títulos. En algún punto, sentí que me lo debía.
A los tres días en mi nueva ciudad abrí Tinder para darle una pasada al mercado londinense. Luego de dos semanas en la app y tras recibir muchísimas invitaciones de hombres guapísimos, decidí juntarme solo con el que tuve más feeling y que hablaba en español. Un argentino.
Nuestra primera cita fue un recorrido turístico por la ciudad. Era su primera vez en Londres y yo me creía guía. Estuvo cinco días de visita, todos los días nos juntamos, hasta que la última noche me quedé con él. Así, a fines de abril figuraba ilusionada con alguien que no sabía cuándo volvería a ver.
Pasaron los meses, seguimos en contacto y le propuse irnos de vacaciones juntos a Barcelona, Ibiza, Florencia y Cinque Terre, para después quedarnos en Londres. Como teletrabajaba aceptó, y voló más de 11 mil kilómetros para convivir durante un mes y medio conmigo. Después de ese tiempo, se devolvió a Argentina destrozado y yo quedé igual. Armamos castillos en el aire, el sueño era vivir juntos en cualquier lugar de Europa.
Al mes de su partida terminamos y todo se derrumbó. Al comienzo ambos llorábamos extrañándonos pero él poco a poco se fue alejando, hasta que supo que yo viajaría a Chile a ver a mi familia y, como alguna vez habíamos acordado, iría también a verlo a Argentina a él. En ese plan volveríamos juntos a Europa, pero él se acobardó, se asustó y dio pie atrás.
Yo quedé destruida. Creí que a mis 40 años la vida me estaba sonriendo, pero con este quiebre perdí también mi autoestima y todo se transformó en terreno fértil para mi error, el daño más grande que le he hecho a mi cuerpo: una abdominoplastia inversa.
Había llegado a Chile en octubre. Todos los que me vieron me encontraban más delgada y regia, y a decir verdad era así; bajé entre 16 y 18 kilos en un año. En general llevo una vida sana, de ejercicios, yoga, alimentación saludable, no fumo y bebo ocasionalmente. Prefería caminar kilómetros que tomar un bus o metro, así disfrutaba más de Londres.
A pesar de todo esto, un día vi en IG a una famosa que se había hecho un lifting de ombligo. Pensé que eso me faltaba, quería tener la guata más estirada. Así que tomé una hora y como estaba con la autoestima por el suelo, no solo salí agendando ese procedimiento sino además una mini abdominoplastía, porque me ofrecieron un 40% de descuento.
En menos de dos semanas estaba en pabellón, muerta de susto, sin querer hacerlo. Fui esa mañana dispuesta a decir que sólo quería el lifting y nada más, pero mi vulnerabilidad le ganó a mi racionalidad y me siguieron “engrupiendo” para que entrara a pabellón, diciéndome que era una cirugía menor y que a las dos semanas estaría ok.
Luego de casi dos meses sigo con dolor y sin poder hacer ejercicios ni fuerza. Para el doctor todo “es normal”, pero nada ha sido como me lo dijeron. El procedimiento tampoco resultó estéticamente, pues mis fotos de antes y después, son casi iguales.
Pero lo que más me queda de todo esto es la pregunta ¿qué le hice a mi cuerpo? No era necesario nada de esto, me dejé dos cicatrices debajo de las pechugas que me recordarán toda la vida que atenté contra mi integridad física, solo por querer verme de una cierta manera. Lo único que pido a Dios y al universo, es que este post operatorio termine, no pase a mayores y que se transforme en un mal recuerdo.
Hoy sigo con mis planes y mi vida adelante: tengo pasajes para irme a España en menos de dos meses. ¿La diferencia con la vez anterior? Aprendí que jamás volveré a hacerme daño a mí, a mi cuerpo, solo por gustarle a otros”.
Solange Núñez es periodista y tiene 41 años.