Cuando recuerda a su expareja, Cecilia González (44) tiene sentimientos encontrados.
Por un lado, recuerda los viajes que hacían en su juventud a Valparaíso. Recorrían los cerros, sacaban fotografías y regaloneaban. Fue tras uno de esos paseos que nació su hijo Pedro (19).
Por otro, se acuerda de los celos. De unos celos tan grandes que llevaron a su ex a pedirle que no terminara de estudiar su carrera técnica porque “estaba plagada de hombres”; a exigirle que no se viera más con sus amigos hombres y, finalmente, los golpes.
“Los celos que mi ex tenía de mí destrozó mi corazón y el cariño que le tenía. Por eso rompimos”, afirma. “Pero no quería que Pedro supiera nada de eso. Él adora a su papá y su padre lo ama demasiado. Es un buen papá, aunque conmigo no logró ser un buen hombre”, añade.
Cecilia no es la única mujer que vivió una situación similar.
Romper el círculo
En uno de sus últimos libros, “Romper el círculo” (fenómeno de ventas internacional, y también en Chile), la escritora estadounidense Collen Hoover cuenta lo que pareciera ser un romance y se convierte en un relacionamiento abusivo, con mucha violencia doméstica.
“A mi papá, que hizo lo que pudo para no mostrar lo peor de sí. Y para mi mamá, por garantizar que nunca viéramos lo peor de él”, escribe la autora en la dedicatoria del libro, ganador del Goodreads Choise Awards de Mejor Novela.
En el epílogo vendría la explicación: el recuerdo más antiguo de Hoover cuenta que es de cuando tenía dos años y medio. Después de escuchar gritos, vio a su padre lanzar la televisión de su casa contra su madre. “Yo siempre digo que escribo para entretener. No escribo para educar, persuadir o informar. Pero este libro es distinto. Para mí, no fue entretención”, comenta la escritora.
El éxito del libro fue tal que ya está siendo adaptado para las pantallas grandes, con dirección de Justin Baldoni (astro de la serie Jane The Virgin, de Netflix). Pero no por ello ha estado ileso de críticas: en redes sociales y foros feministas, se le cuestiona por terminar con un abusador que no sufre ningún tipo de punición por su violencia, y llega a ser perdonado por la protagonista para convertirse en un buen papá. Además, muchos se han preguntado cuál podría ser la señal que Hoover, una autora con más de 20 libros, podría estar enviando a su público objetivo: las mujeres adolescentes y jóvenes.
Salir de ahí
Adriana (quien pide proteger su identidad) se separó tras 22 años de relación y hoy afirma que, sin dudas, estaba sufriendo “violencia sutil”.
“Nunca había manejado un auto, le depositaba todo mi sueldo a mi esposo y vivía prisionera en cierta forma. Por él perdí mi negocio y también él se dedicó sutilmente a insegurizarme en temas relacionados con mi imagen corporal, con las finanzas, con la conducción, y con mis habilidades sociales”, comenta esta madre de tres hijos (de 22, 14 y de 7 años).
Le costó mucho a Adriana salir de ese relacionamiento. No fue sino tras su terapia por el diagnóstico tardío de autismo, que ella logró percatarse de que muchas de las actitudes de su esposo no eran normales.
Él se fue de la casa en marzo de este año. “Me sentí muy aliviada”, cuenta. “Yo sabía que para los niños iba a ser duro. Pero también pensaba que eso no me obligaba a permanecer en una relación así”, agrega.
Pese a todo, Adriana cree que su ex es un buen padre y dice que todavía no revela a sus hijos los tipos de violencia que sufrió porque “no me gustaría que crecieran sintiendo que todo se rompe en su entorno”. “Supongo que peco de empática en ese sentido, porque yo lo veo como una persona rota… lo único que me preocupa es que los niños terminen aprendiendo de su dinámica”, confiesa.
Al final de su relación, su exmarido le dijo que al separarse de él, Adriana no había pensado en sus hijos. Ella le contestó que pensó en sí misma y que no era parte de un pack: “tú vas a seguir siendo su papá, pero no mi pareja”.
¿Proteger vínculos?
La psicóloga clínica y creadora del podcast de salud mental Sana Incertidumbre, Francisca Venegas, afirma que en temas como este, no hay una única respuesta o recomendación clara.
“Puede haber algunos casos en que sea positivo proteger el vínculo entre padre e hijo o padre e hija y acá es importante que no es que el objetivo final sea defender al padre, sino proteger el vínculo entre el padre y los hijos o hijas”, comenta la terapeuta familiar y de parejas. “Pero es muy importante también saber que los niños son súper perceptivos y por lo mismo es relevante que no sientan que tienen lealtades o que hay secretos dando vueltas”, agrega.
Francisca Venegas dice que casos como el de Cecilia, Adriana o de la propia Collen Hover deben ser entendidos en el marco de una sociedad en la que a la mujer se la suele poner en su rol de madre y también en el marco de una sociedad patriarcal en la que incluso las instituciones que deben velar por la no violencia contra las mujeres, como Carabineros, fallan. “En ese sentido, se potencia mucho esa idea de que la mujer siempre tiene que estar buscando estrategias y acciones para proteger a sus hijos y sus hijas. Evidentemente los va a querer proteger frente a un posible hombre violento, pero muchas veces no va a querer ser la responsable de que sus hijos tal vez no puedan comunicarse con el papá”, comenta, añadiendo que en muchas ocasiones, las mujeres son calificadas como “mala madres” por presuntamente querer separar a los hijos de su progenitor cuando, en realidad, en ciertas ocasiones los está protegiendo de interactuar con una persona potencialmente violenta. ”Al final esto también termina siendo una carga para la mujer”.
La experta sostiene que incluso cuando se les ha querido evitar el sufrimiento a los hijos buscando que no se enteren de la violencia que la madre ha sufrido, “de todas maneras ellos pueden haber quedado profundamente afectados por esta”. El mayor riesgo, plantea, es que los niños terminen entendiendo que está bien ser violento, o maltratar, o incluso guardar secretos.
Dejar de lado el adultocentrismo
Rocío Ceresuela del Valle, directora de la comisión de familias, niñez y adolescencia de la Asociación de Abogadas Feministas, dice que le cuesta mucho desdoblar a los agresores en una mala pareja pero un buen padre. Le es imposible no considerar, por ejemplo, que el próximo 19 de diciembre es el Día del Feminicidio, o sin recordar el caso de Javiera, una niña de cinco años cuyo padre la tiró desde un séptimo piso en medio de una discusión y falleció.
En su opinión, aunque es muy importante pensar en qué pasa con la madre, en este tipo de discusiones también es válido “dejar de lado el adultocentrismo. Siempre se habla de visitas, del agresor, de la madre, pero ¿y los niños, niñas y los adolescentes?”.
Para las madres que optaron por no denunciar a sus ex, la abogada sostiene que un riesgo es tener que lidiar con sus agresores al momento de las visitas parentales, generándoles nuevas situaciones de violencia, estrés o abuso. En ese caso, recomienda evitar toparse con ellos, estableciendo un régimen en el que las madres dejen y recojan a sus hijos en la casa de terceros.
“Claramente son varios los factores que tiene una mujer para no denunciar: el sistema es lento y hostil, muchas veces no responde, y la perspectiva de género no abunda en tribunales. Tampoco denuncian las mujeres por todo el desgaste que implica, se necesita una gran red de apoyo y abunda el miedo en este tipo de decisiones. Ahora, que la mujer no denuncie al agresor para cuidar su imagen hasta los hijos es porque la ley lo ha permitido”, afirma.
Pese a eso, Rocío Ceresuela del Valle hace hincapié en que los derechos de resguardo de los hijos son más importantes que el derecho de visita que tienen los padres, por el riesgo que puede significar someter a los menores a una persona violenta.
“Las leyes permiten disociar al hombre como un agresor para la madre y al mismo tiempo como un supuesto buen padre para sus hijos o hijas. Pero una de las consecuencias de esta disociación es lo que actualmente se conoce como violencia vicaria, que instrumentaliza niñas, niños y adolescentes para generar dolor a la madre, manteniendo así un círculo de agresión”, explica. Esta violencia, detalla, repercute directamente en los menores.
Por eso, la experta enfatiza que los menores deben ser efectivamente escuchados y no ser considerados sujetos de intercambio. “Reconocer eso y la existencia de la violencia vicaria obliga a eliminar de raíz la idea de que un padre agresor puede llegar a ser un buen padre. Debemos proteger siempre la integridad física o psicológica del niño, niña o adolescente”, concluye.
*Los celos, gritos, amenazas, manipulación, empujones, control y aislamiento no son conductas normales en una relación de pareja, ya que son señales de violencia. Si eres víctima de algo así, recuerda que no estás sola y que puedes llamar a cualquiera de los siguientes números:
-Fono Familia de Carabineros: 149
-Policía de Investigaciones: 134
-Fono de orientación y ayuda por violencia contra las mujeres: 1455
-Fono Denuncia Segura: 600 400 0101
-WhatsApp Mujer: +569 97007000