Paula.cl
Anoche le pedí consejos de amor a un ex. No es cualquier ex, nos conocemos desde los 21, tuvimos una relación de mucho amor unos años y luego de mucha traición durante otros tantos. La verdad es que si yo tuviera mejor memoria no tendría por qué ser su amiga pero tenemos mucha confianza y algo de la conexión que tuvimos durante tan jóvenes me hace quererlo como se quiere a un amigo de la infancia.
Anoche le pedí su opinión, como otras tantas veces, sobre un chico con el que salí y me gustó pero que no volvió a llamarme. Me dio un buen consejo, me dijo que si quería algo me dejara de estrategias que a mi edad ya no tenían sentido. Se lo hubiera agradecido si es que no hubiera sido acompañado de un audio donde hacía hincapié en mi edad, en que como se me "está yendo el tren", me sale la "histeria" de llamar, y que probablemente el chico en cuestión tiene a otras tantas mujeres en la lista y por eso no me llama (amigo, gracias por tu apoyo).
Esa imagen de mí misma me hizo sentir no solo diminuta sino que me cortó toda voluntad de tomar la iniciativa. Dejé el teléfono al lado con mucha rabia y me dije en voz alta: 'odio ser mujer'. Suena fuerte, pero creo que viene de un cansancio profundo y sistemático por todas las veces que quedo encasillada en estereotipos que me reducen. En este caso que los hombres son poderosos conquistadores coleccionistas de mujeres y nosotras debemos estar en la pasividad esperando la oportunidad de satisfacerlos.
Yo y mi ex somos iguales, tenemos la misma edad, los dos estamos felizmente solteros y nos va igual de bien y mal en el amor. Entonces, ¿por qué yo soy una "mujer desesperada y pasada de edad" y él un "hombre cool, joven y deseado"? No tiene sentido. Historias así, donde me han reducido a un estereotipo del cual me siento ajena, tengo muchísimas. El otro día una amiga me dijo que yo era como una "tía soltera" porque vivo sola y subo videos de mis plantas (recuérdenme cambiar de amigos).
No es ninguna novedad para las mujeres que nos tilden de solteronas, ingenuas, putas, mojigatas, desesperadas, neuróticas, histéricas. Es algo que nos pasa a diario. Lo triste es darle credibilidad a quienes nos encasillan. Que nos creamos los estereotipos y limitemos nuestro comportamiento o modo de vida a una caricatura o infantilización de nosotras mismas que no tiene nada que ver con quiénes somos o de lo que somos capaces y libres de hacer.
Me cohibí con el fallido consejo. Luego pensé: una mujer no toma la iniciativa por desesperación, la toma porque sabe lo que quiere, al igual que un hombre. Además, qué importa quedar como una desesperada, qué tanto importa si el chico tiene a muchas mujeres (las tenía), qué tanto importa si me va mal (me fue pésimo), como dijo Meryl Streep cuando la rechazaron en un casting por ser demasiado fea: yo voy a buscar una marea más amable. Al final del día para romper el estereotipo uno mismo debe perder el miedo a caer en él.