“Desde el momento en que nació mi hija me sentí como una animal, como una loba que cuida a sus cachorros. Me la pusieron en el pecho y yo estaba con los ojos cerrados, en éxtasis y tuve el impulso de lamerla. Solo quería chuparla, es algo que hasta el día de hoy no me lo puedo explicar. La enfermera me tocaba los brazos y las manos y me decía `mamita, abrácela´, con cara de shock, porque no entendía lo que me pasaba. Recién ahí la abracé y me dediqué a olerla durante mucho rato.
Luego en la lactancia entré otra vez en esa actitud de loba: no quería que nadie tocara a mi cría. Estaba entregada a alimentar a este ser humano y daba como excusa, para todo el que me interrumpiera, que estaba amamantando. No quería pasársela a nadie, que nadie le impregnara su olor. Escuchaba frases como `pásame a la niña para que descanses´ o `no me dejas ni tomarla´; nadie entendía que no pudiera separarme de ella. Yo estaba en un círculo virtuoso y placentero que unía el alimentarla y estar cerca suyo, atendiendo sus necesidades de forma inmediata, como una explosión de amor y placer que me tenían subida en un pony, drogada en amor. Con mi experiencia aprendí la importancia de la oxitocina, la hormona del amor, esa que está presente en toda nuestra vida y que es fundamental en nuestra sexualidad y también en el parto y la lactancia.
Tengo súper claro que no a todas las mujeres les pasa lo mismo y tampoco pretendo crear una imagen romantizada de la crianza y maternidad. Sé que a todas las mujeres nos toca la maternidad de manera distinta, pero yo tuve la suerte de tener una gestación deliciosa, muy gozada y sana, y creo que eso fue un plus para todo lo que vendría después.
Pero desde esa experiencia gozosa y llena de amor es desde dónde me ubico hoy frente al feminismo y la maternidad; sé que es tan fuerte todo lo que la envuelve, que no es posible para mí siquiera pensar en que no sea deseada. Si la maternidad no es deseada es bien difícil pensar en la activación de la oxitocina, porque no es solo una experiencia mental, es también algo fisiológico y químico. Si no se da en buenas condiciones puedes caer incluso en una depresión post parto. Por eso no concibo una maternidad no deseada, y no placentera. Porque ser madre es muy movilizador y abarca todos los aspectos de tu vida, es una responsabilidad no eludible, por ende, me parecería una tortura concebirla sin desearla de verdad”.
Paulina tiene 38 años y es escritora y pedagoga.