“Con mi actual pareja empezamos a pololear cuando teníamos 16 años, en tercero medio. Hoy tenemos 49 y desde entonces, nunca nos hemos separado por más de cuatro meses.
Sé que dicho así puede sonar extremo. Una relación de más de 30 años, sin interrupciones, y que empezó en el colegio, cuando aun teníamos toda la vida por delante. Y entiendo que muchos puedan opinar que lo es. De hecho, no son pocas las personas que me han cuestionado –muchas de ellas amigas cercanas– el haber estado toda mi vida adulta con una sola persona, pero la verdad es que hasta ahora no he sentido la necesidad ni las ganas de estar con otra. Y me imagino que si llegara a sentirlo, lo haría.
No vengo a predicar, porque en definitiva no hay mejor ni peor, hay un espectro enorme e interminable de posibilidades y esta es una de ellas. A ratos es difícil entenderla y se confunde mucho con discursos de “comodidad” o “rutina”, atribuyéndole una connotación negativa a eso. Yo, por lo contrario, no lo veo como algo negativo. Si a los involucrados les gusta la comodidad o la rutina que han creado juntos, y sienten que dentro de eso hay márgenes de crecimiento, espontaneidad y expansión, no le veo como algo malo.
Entiendo que mis amistades me pregunten si no existe la curiosidad, más bien por el hecho de haber tenido una sola pareja sexual en 49 años. La verdad es que alguna vez la sentí y decidí que lo mejor sería separarnos un rato. Fue hace varios años, y pasé cuatro meses viviendo en un departamento chico en el que había pasado gran parte de mi etapa universitaria. Y esos meses aproveché el tiempo para hacer todo lo que en el ‘manual imaginario de terminadas’ sale que hay que hacer cuando una está soltera. Todas cosas que en realidad me di cuenta que hacía igual, estando emparejada. Porque salir con amigas, nunca dejé de hacerlo. Coquetear y conocer a gente, tampoco. Y concentrarme en mis intereses y pasatiempos, menos.
No he incurrido en otras dinámicas amorosas o sexoafectivas, y no me he vinculado a tal nivel con otro hombre, pero no siento que eso me haya generado un vacío que tenga que llenar y tampoco siento que esté en falta. Simplemente estoy tranquila con lo que hay, con lo que hemos vivido entre los dos, con lo que hemos construido, con el tiempo que nos hemos dedicado el uno al otro y con la dinámica que hemos desarrollado durante todos estos años. Tampoco siento una presión por tener que cumplir ciertas cosas antes de una cierta edad. Siento que de querer hacerlas, lo haré cuando tenga que ser.
Diría que es una experiencia poco habitual para estos tiempos, al menos para las generaciones más jóvenes. Y me encanta que así sea, porque entiendo que la intención detrás de eso es justamente romper con ciertos patrones, tradiciones y normas impuestas y agobiantes. Me da gusto ver que en ese sentido estar emparejadas de por vida está lejos de ser la única opción aceptada para la mujer, aunque siga faltando mucho. Pero en nuestro caso, no se trata de norma, ni exigencia, ni tener que cumplir con el status quo. Es una opción, que hasta ahora hemos decidido juntos y nos ha funcionado. El día que no sea así, nadie nos obliga a seguir emparejados y no me cabe duda que lo hablaríamos y haríamos algo al respecto.
Tampoco tiene que ver con una fantasía del amor romántico, diría que más bien tiene que ver con la posibilidad que te da el tiempo de construir un lenguaje en común. Y ese lenguaje es infinito en sus posibilidades”.
Paulina Albornoz (49) es enfermera y mamá de dos.