Hace dos años, al ver que se avecinaba el 8 de marzo, Día de la Mujer, les propuse a mis compañeras de oficina unirnos al llamado a huelga de las feministas españolas, que convocaron a manifestaciones masivas e invitaron a las mujeres a ausentarse de sus trabajos en señal de protesta por la desigualdad y la violencia machista. Desde luego la mayoría consideró que estaba loca y me recomendaron abandonar ese tipo de ideas por mi bien. Pero en España el asunto logró la atención que merecía, aunque fue en 2018, al año siguiente, cuando las organizaciones de mujeres consiguieron sentar un precedente: respaldo sindical y político al paro, masividad y adhesión de 170 países. Cientos de miles de personas se tomaron las calles de 120 ciudades españolas y la huelga pasó a la historia. Según organizaciones obreras, más de 5,9 millones de personas se sumaron.

Sectores como el ferroviario, el comercio y los servicios públicos se vieron afectados por la ausencia de mujeres, al igual que programas de televisión y radio, diarios y revistas. Suena extraordinario, pero había un gran precedente histórico: el paro en Islandia el 24 de octubre de 1975, cuando el 90% de las mujeres dejó de trabajar y el país se paralizó. El evento cambió para siempre la percepción hacia las mujeres en Islandia y ayudó a situarlo a la vanguardia de la lucha feminista. Para entonces el Parlamento contaba con tres diputadas, el 5% del Congreso. Seis años después se fundó el primer partido de mujeres, el Women's Alliance, ganando sus primeras diputadas, y más tarde se introdujo el permiso de paternidad remunerado. Hoy, un 44% del Parlamento es de sexo femenino.

A veces uno se olvida del poder que tienen las manifestaciones ciudadanas. En Chile pareciera que la desidia nos carcome, pero los estudiantes nos han dado clases magistrales al respecto en los últimos años. Así que este 8 de marzo debería ser inédito en todas partes. Los movimientos de mujeres han vuelto a convocar a un paro multitudinario. Será una huelga laboral y estudiantil, pero también, y sobre todo, una huelga de cuidados, porque las mujeres dedicamos el doble de horas que los hombres al trabajo no pagado. "Queremos empleo, trabajo nos sobra", es la consigna de este año. Pasa que junto a la violencia de género la sobrecarga doméstica es la gran piedra en nuestros zapatos femeninos. Básicamente, no damos más con el malabarismo.

¿Qué hacer? Aquí algunas ideas para manifestar el repudio a la desigualdad: usar una cinta morada en la muñeca; poner un cartel o colgar un sostén o un paño de cocina en tu ventana, trabajo o en cualquier lugar; unirte al cacerolazo el 7 de marzo a las 21 horas; rayar la publicidad sexista en la calle; activar tus redes sociales con las consignas del 8M; ir a marchar por la Alameda, y delegar los cuidados de niños, ancianos y enfermos a los hombres. Sí, los hombres también pueden participar: pueden hacer todo lo anterior, pero es mejor si son un apoyo para que nosotras nos expresemos.

¿Te sumas? No es tan difícil. De hecho, es bien simple si consideramos que sin nosotras el mundo no funciona.