Paula 1160. Sábado 8 de noviembre de 2014.
Por primera vez en Chile, la obra del francés Marcel Duchamp protagoniza la muestra Don't forget en el Museo de Arte Contemporáneo. Creador del ready made –extraer objetos de consumo para resituarlos en el contexto del arte– Duchamp dijo que el artista más que un hacedor es un pensador y, con ello, validó la práctica de plagiar y combinar imágenes hechas por otros. Hoy, 100 años después, los artistas contemporáneos usan y abusan de su método.
El concepto de arte cambió para siempre cuando Marcel Duchamp (1887-1968) dijo que no importaba que la obra fuera un objeto original fabricado por un autor, sino la habilidad del pensamiento para convertir cualquier cosa en arte. Su postura se tradujo en una serie de trabajos que él tituló ready made, que consiste en manipular objetos encontrados para reconvertirlos en obra por el simple decreto intelectual del artista. Su pieza más emblemática es La fuente, que realizó en 1917: compró un urinario de porcelana y modificó en 90 grados su posición normal de uso. La obra sacó chispas. Duchamp fue acusado de plagio y se consideró que "esa cosa" no merecía llamarse "arte". En su defensa, él publicó un texto firmando como el señor Mutt. "Si el señor Mutt no hizo La fuente con sus propias manos no tiene importancia. Él la ELIGIÓ. Tomó un ordinario artículo de la vida y lo ubicó de tal forma que su significado utilitario desapareciera bajo un nuevo título y otro punto de vista, creando un nuevo pensamiento para tal objeto".
Rechazado en su momento, este gesto olímpico sigue teniendo hasta hoy un impacto tremendo en el arte contemporáneo. Para bien y para mal. Duchamp hizo estallar las posibilidades del arte y elevó el poder de las ideas; el ready made encuentra toda su potencia en el contexto de época en que se plantea, porque responde con fuerza a la necesidad de renovar los cánones tradicionales del arte. Por otro lado, al usar objetos de consumo, Duchamp se estaba manifestando agudamente frente al emergente fenómeno de la industrialización. Hoy, en cambio, cuando el arte ya se ha abierto a todos los lenguajes y la producción masiva ya ni se cuestiona, resulta aburrido ver la sobreabundancia de obras que, de forma tardía y simplista, replican su método hasta el hastío. Los museos, galerías y bienales están llenos de enseres cotidianos reensamblados, cachureos redispuestos, objetos utilitarios desfuncionalizados, fotos de internet, de revistas, de la televisión, copiadas y reorganizadas en función de una idea. Este manipuleo de cosas ya hechas le "saca el cuerpo" al trabajo, toma fría distancia, desprecia el valor a la factura, al tiempo y al proceso personal invertido en el hacer: todo ello deriva en obras sin carga ni alma, que no conmueven a nadie. Llevada hasta la exageración, la fe duchampiana en el intelecto conduce al peor de los vicios: ideas pretenciosas que se traducen en obras mediocres.
* Mira aquí una galería con fotos de su trabajo.