“Tengo 47 años y hace un año me fui a vivir con mi pareja. Cuando nos conocimos, me venía separando del padre de mi hijo, con el que estuve durante 10 años. Siempre he sido muy activa sexualmente y también me gusta jugar, disfrazarme y probar cosas más atrevidas. Lo paso bien en la cama, pero para mí, el aspecto sexual no es tan fundamental y es algo que he percibido siempre. Para mi pareja, por otro lado, tiene una importancia mucho mayor.
Creo que a veces, con la sexualidad, se desarrolla un espíritu de competitividad que es absurdo. Cuando hablas del tema con otras personas suelen comentar sus frecuencias y hacer comparaciones; algunos te dicen que llevan seis meses sin tener relaciones, otros que llevan cuatro meses o incluso unas semanas sin sexo. Pero otras se jactan de tener una vida sexual muy activa.
Yo muchas veces trato de hacerle el quite al sexo porque prefiero mil veces hacer otras cosas en pareja: ver televisión, una película, comer e incluso dormir juntos. También hay que considerar que tenemos que esperar a que mi hijo se duerma, que estén todos acostados. Siento que hay que crear cierto clima para tener sexo, una atmósfera, que no siempre se da. Pero a veces uno termina cediendo por la pareja.
Lo que más valoro en una relación son la lealtad, el compromiso, la compañía, la capacidad de hacer planes juntos y tener metas compartidas. Mi pareja es súper deportista, podría estar todo el día pedaleando. Yo todo lo contrario, soy diseñadora de vestuario y tengo un lado más artístico. Entonces por un lado él me lleva a sus cosas y yo lo llevo a conciertos, a museos, a ver películas. Nos complementamos.
Soy de esas personas que encuentran mucho más emocionante una buena conversación con alguien interesante que el sexo. Para mí, eso es como experimentar un orgasmo. Encontrar gente con la que tengas esa conexión es difícil, pero cuando pasa, me excita mucho más que cualquier experiencia sexual.
A veces noto que los jóvenes de las nuevas generaciones son mucho más auténticos. Muchos ya no quieren tener hijos, prefieren tener gatos y plantas, y expresan abiertamente lo que piensan. Siento que son más libres en cuanto a la sexualidad y, al mismo tiempo, pueden pasar largos períodos sin tener relaciones sexuales, lo cual percibo como una evolución porque se priorizan otras cosas.
Para ellos, la sexualidad no es un tabú, pero para mi generación sí lo es. Todavía tenemos esa vocecilla interna que nos dice, por ejemplo, que si no tienes sexo, tu pareja podría empezar a mirar para el lado. Yo siento que no hay reglas establecidas; no existe un número mágico de veces que debas tener sexo para tener una buena relación.
Tu sexualidad tampoco debería depender de otra persona. Cuando estaba soltera, llegando a los treinta, vivía sola y salía mucho con mis amigas. Tenía mis encuentros casuales con hombres. Lo pasaba chancho. En esa época me di cuenta que esos momentos sirven para encontrarse con una misma. Había un gran tabú en cuanto a la masturbación. A mí también me pasaba; sentía que si me tocaba, mi papá iba a estar mirándome desde el cielo. Pero me di cuenta que no necesitas a una pareja para que te haga feliz en ese aspecto. Tú misma puedes complacerte.
Además, le ponemos mucha presión a nuestras parejas; tienen que tener una serie de complementos y a veces eso no se da. También uno se pone metas dentro de la relación que no son posibles o necesariamente importantes, de lograr.
Hay una presión en la cabeza de, por ejemplo, siempre tener que llegar al orgasmo. Pero hay muchos factores que influyen en eso. Yo ahora estoy entrando en la menopausia, entonces empiezo a cuestionar cosas o no me siento igual que antes. Es totalmente normal pero cuesta sacarse esas metas de la cabeza. Sacarse la presión de cumplir, del deber ser. Esas cosas para mí no son tan importantes en la relación.
Me gustaría que hubiera más conciencia al respecto para ser más libres. Creo que si no tuviéramos estas presiones sería fabuloso, la sexualidad se daría de una manera mucho más natural.
Además, la carga mental que tenemos las mujeres también repercute. Es un tema que he hablado con amigas; mujeres independientes, con trabajos, hijos. Están cansadas y varias no están teniendo tanto sexo. Eso va mermando la sexualidad, pero me parece natural.
Creemos, sin embargo, que es un problema. Es la misma presión de cuando uno inicia una nueva relación. Si no funciona, sientes que fallaste. En el sexo pasa lo mismo. A veces hay un desgaste, hay menos tolerancia, pero deberíamos verlo como algo común, algo cíclico.
Veo a las parejas que llevan muchos años juntos y noto que la clave para que su relación funcione es el respeto mutuo y la forma en que se tratan. Para mí, la comunicación y las ganas de hacer cosas en conjunto es mucho más importante”.
*Jazmín tiene 47 años y es empresaria.