Varinia Signorelli, autora de PataLetas: “La crianza respetuosa no ha sido respetuosa con las madres”
PataLetas, que ya vendió su primera edición, invita a las madres a sumergirse en la vida emocional de los niños para comprender uno de los principales motivos de consultas en psicólogos infantiles: los berrinches.
Varinia siempre supo que quería ser psicóloga. “Era la típica niñita que hablaba mucho en clases y no se portaba tan bien”, recuerda. Por eso, cuando tenía cuatro años, sus padres decidieron que debía atenderse con un profesional. “Quise ser psicóloga porque era la profesión que siempre tuve más cerca”.
15 años atrás, cuando egresó de la Universidad Andrés Bello, comenzó a ejercer como psicóloga infantil. “Trabajando con niños me di cuenta que había que trabajar con las madres, que son las cuidadoras esenciales de nuestra sociedad”.
En 2014 Varinia abrió su cuenta en redes sociales (@supermadreblog), que hoy ya tiene 111.000 seguidores. “Recién me había cambiado de ciudad y lo estaba pasando súper mal. Abrí mi Instagram para no sentirme tan sola y compartir lo que yo sabía de maternidad. Y se empezó a armar una comunidad y me convertí en una especie de psicóloga de bolsillo, como un Pepe Grillo que te habla (…) La Súper Madre es como esa persona que te dice tranquila, todo va a estar bien”.
En septiembre de este año Varinia publicó su primer libro: PataLetas. En él, la autora invita a sumergirse en la vida emocional de los niños para lograr hacer frente a los tan temidos berrinches. “Se habla mucho de los terribles dos años, como si fuese un periodo espantoso porque los niños comienzan a tener sus propias ideas, pero esta es una explosión neurológica muchas veces mal entendida, porque se cree que los niños están manipulando cuando en realidad, esos primeros dos años no son terribles, son maravillosos”.
Además de explicar el desarrollo infantil para entender el origen de las desregulaciones emocionales de los niños, la autora les propone a las madres o cuidadoras que hagan un viaje a su propia infancia. “Debemos comprendernos a nosotras mismas y mirarnos con más cariño, para criar desde el cuidado y el respeto”.
Lejos de entregar un manual de crianza, PataLetas espera que cada madre - siendo consciente de su propia historia y del desarrollo neurológico de su hijo - logre encontrar su propia fórmula para criar.
PataLetas ha sido todo un éxito. Ya se vendió la primera edición y la segunda viene en camino. ¿Cómo fue la experiencia de escribirlo?
Súper fuerte, porque también fue un viaje a mi infancia. Fui al psicólogo desde muy chica y me di cuenta que mis propias pataletas - por las que era tildada como una mala niña - finalmente eran por algo. Esos berrinches eran por otras razones, pero yo no era una mala niña. Hay partes que yo de verdad escribí llorando, y en el lanzamiento del libro me di cuenta que muchas mujeres que lo leyeron también se emocionaron mucho.
¿El proceso de creación y escritura del libro fue una manera de sanar esas heridas?
Creo que todo pasa por algo. Al principio la decisión fue súper racional. Un 90% de los motivos de mis consultas son por lo que las personas llaman ‘pataletas’ o ‘berrinches’, aunque en realidad, la palabra correcta sería desregulación. Entonces quise escribir de desarrollo infantil para que la gente sepa qué le va pasando a los niños en sus diferentes etapas. Pero claro, si lo bajas a la experiencia de escribirlo, sí, fue súper terapéutico también.
A la generación de cristal le dicen así porque dice lo que no le gusta, porque se separa de novios abusadores o porque quiere emprender para no tener jefe. Entonces para mí, esa generación en realidad lo entendió todo.
Las generaciones pasadas muchas veces optaban por criar desde el miedo, la autoridad, y los castigos. ¿Ha habido un cambio de paradigma?
Sí, efectivamente estamos viviendo un recambio. A mi me tocó esa crianza más autoritaria en la que si te portabas mal había un castigo para corregirte y que aprendieras a ser mejor persona. Luego, hace unos nueve o diez años atrás, apareció ese paradigma de la crianza respetuosa en donde te dicen que los niños se comportan de cierta manera por algo y hay que tratar de entenderlos y tratarlos con cariño. Y bueno, de ahí venimos. Creo que el buen trato ha sido un gran paso.
Aún así, la crianza respetuosa no está exenta de críticas…
Sí, porque la crianza respetuosa muchas veces no ha sido respetuosa con las madres porque da una especie de receta para criar tu hijo.
No nos podemos enojar, no podemos gritar, porque entonces estaríamos siendo poco respetuosas con los niños, entonces te viene la culpa. Pero, en realidad, nadie te tiene que decir cómo ser respetuoso con tus hijos, porque tú sabes cómo serlo. No hay una receta. Al final hay que respetar a esa madre que está haciendo lo mejor que puede. Cada una sabe lo que está haciendo y lo hace por algo.
Más que crianza respetuosa, creo que hay que ser respetuosa con las madres para que ellas puedan ser respetuosa con los niños.
Hay quienes asocian la crianza respetuosa con la generación de cristal.
Pero es que a la generación de cristal le dicen de cristal porque alega, porque se enoja, porque dice lo que no le gusta, porque renuncia a los trabajos, porque se separa de novios abusadores o porque quiere emprender para no tener jefe. Entonces para mí, esa generación de cristal en realidad entendió todo. Es una generación inteligente.
Las nuevas generaciones tienen eso en su ADN, y nosotros no. Yo, por ejemplo, estuve años pasándolo horrible porque tenía que estar bancándome un grupo laboral que me trataba pésimo porque había que hacerlo no más. En cambio, estos niños que son tratados mejor, o según sus propias necesidades, son capaces de decir no, esto no me gusta. Van al psicólogo, pololean con quien quieren y se atreven a renunciar a su trabajo. Para mí, la generación de cristal lo entendió todo.
De igual a igual o autoritarismo: ¿Qué rol tomar frente a los hijos?
Cuando uno confía en alguien, lo respeta. Si tú logras que tu hijo confíe en ti, te va a creer y te va a hacer caso, no porque te tiene miedo. Aquí la base de todo es la confianza y para lograr esa confianza hay que pasar tiempo con ellos, decirles siempre la verdad, y ser capaces de comprenderlos. Cuando uno los entiende, uno es capaz de darles lo que realmente necesitan, y ahí se instaura la confianza. La autoridad lo que hace es generar miedo porque, a modo de castigo, quita un privilegio.
O sea no ves con buenos ojos los castigos.
Lo que pasa es que los castigos no sirven mucho porque el niño tiene que aprender las consecuencias naturales de sus actos. Por ejemplo, si se come tres helados le va a doler la guata, no es necesario que le pegues para que le duela. Entonces le vas a decir no, no te vas a comer un tercer helado porque te vas a sentir mal. El límite natural es ese, y los papás lo tienen que poner.
El problema es que si se sobreactúa, el niño siente que hay un abuso de poder entonces se siente vulnerable. La persona que te cuida te tiene que cuidar, no agredir. Si un niño se porta mal o llora, hay que encontrar el origen. Es como si sonara la alarma de incendio de tu casa y tú en vez de ir a ver dónde está el foco de incendio, la apagaras. Si haces eso, el fuego solo va a crecer. Castigar es no tomar en cuenta las alarmas.
Volviendo al libro, ¿crees que viniste a atender una necesidad invisibilizada?
Sí. Los libros que hay dando vueltas sobre pataletas ven las desregulaciones como una enfermedad que, si no es erradicada, transformará a esos niños en malas personas.
En PataLetas hay una parte teórica sobre desarrollo infantil para que sepamos cuáles son los hitos del desarrollo y los procesos internos que tiene mayor relevancia en el desarrollo emocional. En la segunda parte invito a las mujeres o cuidadores de niños a que hagan un viaje a su propia infancia, porque PataLetas viene a ayudar a esas personas que quizás tuvieron una infancia de menos comprensión, para que ellas puedan sanar sus heridas y criar a sus niños desde la crianza respetuosa.
PataLetas es como un viaje de ida y vuelta. Si bien lo lees para entender al niño, es como un espejito que rebota y te logras ver a ti y a esa niña que fuiste.
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