Cuando Macarena Astorga (35) y su marido José Manuel Larraín (39) tuvieron a su tercer hijo, decidieron que sería el último. Porque incluso ese “conchito”, como le dicen, no estuvo en los planes iniciales. “Yo siempre tuve problemas con los anticonceptivos. Primero intenté con las pastillas y luego con un dispositivo intrauterino, pero las hormonas me daban fuertes dolores de cabeza y sentía mi cuerpo extraño, como si quisiera rechazar constantemente cada método que probaba. Por eso, el último tiempo nos cuidamos solo con preservativo y teniendo ojo con los días fértiles. Pero claramente no nos resultó y llegó el tercero”, cuenta Macarena.
Dice que apenas supieron de su embarazo decidieron que había que tomar una medida más definitiva. “Hablamos con el doctor y como a mí me hacían tan mal las pastillas y otros métodos, nos recomendó intentar con una vasectomía”, cuenta Macarena y dice riendo que jamás va a olvidar la cara que puso José Manuel en ese momento. “Fue muy divertido, porque hasta se atragantó, como en los chistes”.
Macarena recuerda que por esos días tuvieron una junta con los amigos de la vida y ahí surgió el tema. José Manuel se incomodó cuando vio que todas las amigas comentaban sobre su supuesta vasectomía. “La mayoría de las mujeres estaban de acuerdo con que lo hiciera y todas de cierta manera argumentaban que ya era tiempo de que los hombres también se hicieran cargo del tema, que no podíamos ser siempre nosotras las responsables de los embarazos. Pero los hombres, entre broma y broma, evitaban dar una respuesta”.
Luego lo conversaron de manera más íntima. “Lo que pasa es que está el mito ese de que la masculinidad se mide mucho por nuestra capacidad sexual. Ese día en el asado varios amigos bromeaban y me decían ‘pistola sin balas’ o cosas así. Quizá por eso me costó tomar la decisión, porque hay más que nada un tema social y cultural, pero si lo pensamos racionalmente es muy justo. La Maca ha tenido que pasar por procesos complejos con los anticonceptivos, también ha sido ella la que se ha embarazado. Lo mínimo que puedo hacer es evitarle a ella más sufrimientos”, dice José Manuel.
Un temor que no es particular. Francisco Osorio, urólogo-andrólogo de Clínica Alemana, dice que “hay una serie de mitos que han rodeado históricamente a la vasectomía, como que disminuye la cantidad de semen que el hombre eyacula o que puede alterar el deseo sexual o la erección”. Pero agrega también que en los últimos años se han ido derribando con mayor información. “En el sector privado de salud calculamos que cada año aumenta un 20% la cantidad de vasectomías que se realizan. En el sistema público es distinto, porque influyen otros factores, se privilegian otro tipo de cirugías como las relacionadas al cáncer y cosas que son prioritarias”, dice. Aún así, reconoce que cada vez hay más hombres que consultan por iniciativa propia para que sus mujeres dejen de utilizar el método anticonceptivo que están utilizando.
La vasectomía es una cirugía que consiste en cortar los conductos deferentes, los encargados de transportar los espermatozoides desde el testículo hacia el exterior. Por lo tanto, al realizar esta cirugía, lo que se interrumpe es la salida o la expulsión de espermatozoides. Es uno de los métodos anticonceptivos más efectivos que existen, con una efectividad de 99,9% y una tasa de falla descrita en aproximadamente 1 en 2.000 casos. Y si bien puede revertirse, el doctor Osorio explica que “habitualmente usamos la palabra permanente para que los pacientes tengan claro que no es lo ideal como un mecanismo anticonceptivo transitorio. Tiene que ser para pacientes que tienen definido que no quieren tener más hijos. No usamos la palabra irreversible porque no es lo correcto, decimos permanente porque hay opciones de intentar ser papá después de una vasectomía y una de ellas es la reversión de la vasectomía. El mayor éxito se da durante los primeros 10 años después de realizada, pero es una cirugía compleja”.
Pero no es la reversión de la cirugía, sino los mitos en torno a ella, lo que hace que los hombres sigan preguntando cuando van a una consulta. “Una de las primeras cosas que uno les explica a los pacientes es que todos los mitos asociados a la virilidad son solo eso, mitos, y los pacientes se tranquilizan más al escucharlo de uno. Y es así, porque el aporte de los espermatozoides al volumen total de eyaculado es mínimo, de un 3 a un 5%, por tanto no hay un cambio que uno pueda percibir en cantidad ni consistencia. Además, cuando uno corta este conducto el testículo sigue funcionando igual, por tanto sigue produciendo testosterona que es la hormona encargada de gran parte de las funciones sexuales del hombre como la libido, el deseo sexual y las erecciones”, agrega.
Se trata únicamente de un tema cultural. El psicólogo Fernando Duarte dice que en esta sociedad la masculinidad se construye muchas veces desde la virilidad. “Los hombres le dan mucha importancia a su órgano reproductor, de hecho hablan constantemente de él, lo miden como una muestra de hombría. Por tanto es lógico que vean esto como una suerte de amenaza a su masculinidad. También tiene que ver con que los embarazos, la maternidad y todo lo que tiene que ver con la familia y el mundo privado se le ha cargado como responsabilidad a la mujer. Y que un hombre tome ese rol de hacerse cargo, también se puede ver como una muestra de debilidad”.
Pero es algo que las nuevas generaciones tienen mucho menos incorporado. “Como en todos los temas de género, son las nuevas generaciones las que nos van a enseñar sobre cómo romper barreras o estereotipos, porque las generaciones antiguas tienen que luchar contra más años de estigmas”, dice.