La película El Padre, protagonizada por Anthony Hopkins, le otorgó quizás el reconocimiento más importante que puede recibir una artista como él en su carrera: un Oscar a Mejor Actor. En el film, Hopkins interpreta a un padre ya viejo que sufre de demencia y visibiliza, de forma muy auténtica, la realidad de una vida con esta enfermedad. Este año, la película ha tenido una especie de re estreno, al menos en nuestro país, ya que en Netflix se posicionó como una de las 10 más vistas durante varias semanas.
Puede ser una mera coincidencia, una estrategia de marketing o una alineación perfecta de los tiempos en que la temática de la vejez, la demencia y cómo puede marcar a una familia reflota justo para estar en el inconsciente colectivo la semana en que se conmemora el Día Internacional de la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez.
El World Elder Abuse Awareness Day fue instaurado por la Red Internacional para la Prevención del Abuso en la Vejez y la Organización Mundial de la Salud hace ya casi 20 años. El objetivo es sensibilizar y reflexionar sobre la importancia de los derechos humanos de todas las personas mayores. Sin embargo, a pesar de la mayor visibilización que se le ha dado a la vejez, no todas las caracterizaciones en la cultura popular son ajustadas a la realidad. Y muchas veces contribuyen a fortalecer los estigmas y estereotipos que se asocian a las personas mayores.
Las psicólogas clínicas Catherine Aravena y Paula Perez Arias, miembros de la Fundación Vejez Activa explican que la caricatura de persona mayor con olvidos o repitiendo frecuentemente algunas ideas, son claros ejemplos de viejismo o discriminación producto de la edad. “Estigmatiza a tal punto que llegamos a pensar que todas las personas mayores presentan déficit cognitivos, es decir, pérdida de memoria, desorientación o dificultad en la realización de sus actividades de la vida diaria”, comenta Catherine. La presidenta Vejez Activa explica que asumir que estas escenas son parte del envejecimiento es problemático porque se están patologizando erróneamente las vejeces en su totalidad. “No todas las personas con demencia son personas mayores y no todas las personas mayores tienen demencia”, enfatiza Catherine, “Existen demencias de inicio temprano, es decir, en personas menores de 60 años”.
Y es que, por muy acucioso que sea el retrato de Hopkins en la pantalla grande, es clave entender que no todas las vejeces son como se pintan en las películas. Romper el vínculo casi automático que se suele hacer entre vejez y demencia es el primer paso para combatir la discriminación hacia las personas mayores pero, también, abrirse a la posibilidad de vivir una vejez diferente. “Envejecer no es la causa de este tipo de diagnósticos, pues responden en mayor medida a hábitos y estilos de vida en el proceso de envejecimiento”, explica la psicóloga Paula Perez.
Las especialistas explican que existen investigaciones que muestran que, al día de hoy, al menos el 1% de la población chilena presenta algún tipo de demencia, lo que termina afectando alrededor de 800 mil personas si consideramos a las familias y cuidadores de quienes han recibido el diagnóstico. Además, desde 2007, las demencias ya figuraban en el tercer lugar de enfermedades causantes de pérdida de años de vida saludable por muerte prematura y discapacidad (AVISA) en personas mayores de 65 años. Si bien ambas cosas pueden concurrir, no están intrínsecamente vinculadas. Y ser viejo no es sinónimo de una persona con una capacidad cognitiva reducida.
Las especialistas de Vejez Activa explican que existen estudios que corroboran que socialmente, ser persona mayor y además tener demencia genera un fenómeno denominado estigma doble o doble riesgo. Esto, a su vez, genera un incremento de los impactos negativos de ambos fenómenos en el individuo pero además, dificulta su visibilización, favoreciendo la discriminación y exclusión. “Incluso, el uso coloquial de términos demencia y demente de forma peyorativa favorece el rechazo hacia los individuos y la atribución de pérdida total de sus capacidades y de autonomía”, comenta Paula Perez. “De hecho, aún dentro de equipos profesionales, lamentablemente, continúa existiendo la creencia errónea sobre la inexistencia de estrategias de tratamiento y apoyo, llegando a invisibilizar la sintomatología asociada a la demencia, lo que es un actuar altamente vulnerador y constituye una de las diversas formas de maltrato”, agrega la psicóloga.
La demencia es una enfermedad compleja, progresiva e irreversible y, dentro de su complejidad, tal como se ve en el retrato de El Padre, es altamente demandante para quienes acompañan a la persona diagnosticada, ya sea joven o vieja. La presidenta de Vejez Activa Catherine Aravena explica que no todos quienes presentan diagnóstico de demencia cuentan con un sistema de cuidados adecuado a sus requerimientos. “Necesitamos avanzar en esta problemática de salud pública, comenzando por activar el Plan Nacional de Demencias y agilizando las Garantías Explícitas en Salud GES sobre Alzheimer y otras demencias”.
Las especialistas de Vejez Activa explican que existen estudios que corroboran que socialmente, ser persona mayor y además tener demencia genera un fenómeno denominado estigma doble o doble riesgo.
La interpretación hecha por Hopkins de un padre que se va perdiendo de a poco a causa de la demencia ha marcado varios hitos. Se trata de un papel de persona mayor efectivamente protagonizado por un actor mayor, pero también lo posiciona como el intérprete más viejo que ha recibido el Oscar y que todavía mantiene una carrera activa. Porque a los 85 años, precisamente representa una alternativa a su personaje —también Anthony— en la película y nos muestra que, en la realidad, no todas las vejeces se viven con demencia y no siempre la demencia afecta a personas mayores.