Vértigo irresistible

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La escritora rioplatense Vera Giaconi publica su segunda entrega de cuentos, Seres queridos (Anagrama), que deja sin aliento por la profundidad de sus personajes. Desde Buenos Aires, donde vive desde niña, contesta algunas preguntas sobre este libro que la sitúa como una Alice Munro de este lado del mundo.




Paula 1227. Sábado 3 de junio de 2017. Especial Padres.

Al leer Seres queridos impresiona lo nutrido, lo llenos de información de los relatos. Parece una forma de realismo diferente, muestran una intensidad vital.

La idea de la intensidad vital es lo que busco y lo que me interesa crear en la página. La posibilidad de que el lector se lleve algo más que una historia. Que al terminar de leer haya sentido algo, como si hubiera entrado en contacto con un organismo vivo. En esa búsqueda trabajo con las situaciones a las que expongo a mis personajes, pero también trabajo con el lenguaje, con la posibilidad de crear cierto vértigo en la frase, que al llegar al final de una oración el lector tenga el impulso de pasar a la siguiente casi sin haber salido a buscar aire. Después están los temas, que encuentro cuando algo me interpela, cuando no puedo tragar una idea sin haberla masticado un buen rato. Somos criaturas demasiado complejas como para esperar que el mundo que habitamos sea sencillo.

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Vera Giaconi.

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La intensidad de estos Seres queridos tiene mucho que ver con el sentido de la crueldad de amar, como dice el epígrafe de Clarice Lispector. ¿Cómo has explorado esa ferocidad en tus cuentos?

Las relaciones de pareja, las amistades, los vínculos familiares, suelen presentarse como lazos inquebrantables, líneas indelebles que conectan a dos o más individuos y donde, más allá de los conflictos, el amor lo puede todo. Pero estos vínculos, que constituyen pequeños universos, se ven constantemente amenazados por la ineludible tensión que existe entre los deseos, los miedos, las necesidades y los sentimientos más profundos de quienes los habitan. El amor no es una fuerza limpia y pura, está lleno de contradicciones y a mí me interesa indagar en esas tensiones que crecen y se alimentan del amor. Creo que hay más compasión en una mirada sincera a nuestros rincones más oscuros que en vivir como si no existieran.

Los personajes, en este sentido, son gente bastante común que se enrarece.

No están pensados desde el resguardo de lo que está convenido socialmente como lo correcto o lo sano o lo normal, y no porque estén expuestos a situaciones extraordinarias, sino porque lo cotidiano ya es desafío suficiente para revisar esos conceptos. Mientras escribo me reviso constantemente a mí misma para decidir qué van a hacer mis personajes y nunca tengo una sola respuesta ni tampoco la certeza de ser yo misma una persona intachable o correcta o normal. Desde ahí intento pensar, y eso a veces crea ternura o comprensión, y otras veces es una buena excusa para la crueldad, porque no hay nada que nos vuelva más feroces que la necesidad de ser amados.

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