Vestido de largo variable, cuya estructura es producida al mismo tiempo que el tejido con que se fabrica. Sus formas, colores, texturas, largos, anchos y modos de llevarlo cambian acorde a las tendencias de moda. Las versiones más simples incorporan únicamente costuras en los costados y en el borde del escote.
Origen
Hasta la segunda década del siglo XX, la ropa de punto no forma parte del vestuario de hombres y mujeres del grupo dominante, excepto algunas piezas de ropa interior. Los suéteres de lana abrigan a pescadores y campesinos y corresponden a artesanías locales. Con la introducción del jersey, hacia 1917, vinculada a dos trajes sastre diseñados por Chanel, el panorama se modifica. En los años 20 predominan los conjuntos tejidos de falda, blusa y cárdigan inspirados en la geometría del art déco. En los 30, los vestidos tejidos de una pieza contribuyen a marcar las curvas femeninas. A estas alturas ya se han popularizado los 'libros de tejido', con instrucciones para su confección doméstica. Las versiones más sofisticadas se ejecutan preferentemente a croché, en seda y con puntos que imitan encajes.
Tendencia
A partir de la posguerra, la industria textil desarrolla una cantidad y variedad importante de fibras e hilados. Para mediados de los 60, los vestidos tejidos han invadido las páginas de moda de las revistas femeninas. El año 1969, el diseñador austríaco-estadounidense Rudi Gernreich representa la vanguardia en estas materias. Crea para la firma Harmon Knitwear un minivestido de mangas largas de línea evasé, tejido en lana negra y cuyo único adorno es una cremallera metálica que recorre la prenda y se extiende en espiral desde el inicio del cuello, en la espalda, hasta el borde derecho del ruedo delantero. Otros diseños suman rayas o puntos de colores vibrantes y motivos estilo op art, intercalados en franjas. En los 70, Ottavio y Rosita Missoni asumen las estéticas retro y bohemia proponiendo maxivestidos de seda o rayón que exhiben ya sus clásicos y multicolores jaspeados y líneas en zigzag.