“Hace dos meses que no hablo con mi mejor amiga. Y la extraño mucho. Ella es por lejos la persona con la que más hablo y en quien confío plenamente, pero esta vez no me he querido acercar a ella porque sigo pensando que algo de que tengo razón en todos los argumentos que le di cuando nos distanciamos. Me imagino que no sería fácil que me creyeran que soy cero orgullosa, pero prometo que no lo soy. De hecho, nunca he tenido problemas en reconocer mis errores ni en acercarme a pedir perdón o limar esas asperezas que puedan quedar luego de una pelea o discusión con alguien. Porque odio la sensación de estar en mala, me incomoda.

La Maca lleva tres años de relación, tiempo en el que la he visto muy feliz. Con su pololo nos llevamos muy bien y los dos me han integrado mucho a sus panoramas ahora que estoy soltera. Siempre le digo a la Maca que agradezco que no haya sido de esas amigas que se ponen a pololear y desaparecen. Al contrario, ella se preocupa de mí, e incluso se da el espacio para que hagamos cosas solas las dos, como cuando éramos más chicas.

Obviamente su relación, como todas, ha tenido altos y bajos. Pero si soy justa, debo decir que han sido más los altos que los bajos. No han tenido grandes problemas, pero sí en ocasiones el Diego ha tenido actitudes que a mí, como mejor amiga de ella, simplemente no me parecen. No voy a entrar a dar detalles, pero esas cosas las hemos conversado harto con la Maca y siempre he sido su apoyo.

Esta vez algo pasó que mi actitud fue diferente. Ellos se pelearon y de nuevo tuve que consolarla. No fue nada grave, sino algo que más bien se relaciona con la forma en la que él decide enfrentar los problemas con ella, que en general es desapareciendo y paradójicamente no enfrentándolo. Y como esto ya ha pasado varias veces, le dije que debía cuestionarse si seguir luchando por alguien que a la más mínima discusión sale arrancando. La vi llorando desconsolada y eso a mí inevitablemente me rompió el corazón. Nadie quiere ver a su mejor amiga de la vida así.

Pasaron varios días y volvieron a estar juntos. Y a mí, que la vi sufrir como lo hizo, se me hizo imposible ser la misma con él. Y eso a ella la enojó. Me costaba imaginar volver a tener con el Diego la relación que había tenido hasta ahora. ¿Cómo serlo si fui yo la que consoló a la Maca durante esas tres semanas que para ella fueron desgarradoras? ¿Cómo ser la misma con alguien que le estaba haciendo daño a una de las personas que más quiero? Se me hacía imposible y tomé, de manera inconsciente pero natural, una actitud muy poco acogedora.

La Maca muy molesta me dijo que yo era su amiga y debía apañarla y respetar sus decisiones. Y sí, tiene un punto, pero tiene que entender que yo soy ser humano y no un robot. No puedo apretar un botón y hacer como si nada hubiese pasado. Puede que eso sea injusto para ella porque bajo esa lógica uno no podría desahogarse con nadie, pero yo no pude. O por ahora al menos me ha sido imposible.

Pasan los días y seguimos distanciadas. La veo feliz en sus redes sociales con Diego, haciendo panoramas y claramente habiendo dejado atrás esa pelea. Yo por mientras sigo dudando si me equivoqué o no y trato de entender cómo se hace para estar como si nada hubiese pasado con alguien que le hizo mal a mi amiga. Y aún no lo resuelvo”.

Trinidad es diseñadora y tiene 34 años.