A fines de abril, Tomás Gimeno desapareció junto a sus dos hijas, Olivia (6) y Anna (1) en Tenerife, España. Esa tarde, las había ido a buscar para salir a comer en la ciudad. Como estaba acordado, se suponía que las devolvería a la casa a eso de las 21.00 horas. Pero no llegaron. En paralelo, a Beatriz Zimmermann, madre de las menores, le llegó un mensaje escalofriante de parte de Gimeno: “No las vas a volver a ver nunca más”. Esa advertencia la hizo recurrir a la Guardia Civil del país, que comenzó la búsqueda junto a la policía. La diligencia dio como primer resultado la aparición del cuerpo sin vida de Olivia en las costas de Tenerife, mientras que del padre y de la hermana menor, aún no se tienen rastros.
Este caso, que ha dado vuelta al mundo, da cuenta de una forma de violencia de género extendida, aunque poco visibilizada en nuestro país. Se trata de la violencia vicaria, un concepto acuñado por primera vez en 2012 por la psicóloga forense Sonia Vaccaro y que hace alusión a la utilización de terceros -en la mayoría de los casos, los hijos- para causar el mayor sufrimiento posible a la mujer. “El maltratador sabe que dañar o asesinar a las hijas o hijos es asegurarse de que la mujer no se recuperará jamás. Es un daño extremo. Por eso, la mujer será capaz de callar, tolerar, ceder y seguir aguantando muchas cosas sólo por ellos. Sabe que la amenaza más efectiva es; te quitaré a las/os niñas/os, entonces ella no se divorciará, no denunciará, no pedirá la mitad de los bienes y hasta entregará su parte del patrimonio con tal que él le deje ejercer la custodia y el cuidado de ellas/os”, señala Vaccaro en su página web.
Así, en este tipo de prácticas, los menores son instrumentalizados, bajo la premisa -según los agresores- de dañar a la mujer donde más duele. Pero, ¿cómo opera la violencia vicaria y en qué se expresa? Según la psicóloga clínica y académica de la Universidad Diego Portales, Guila Sosman, este tipo de prácticas se van dando de manera gradual. “Puede ser una violencia activa o más desde la negligencia, como no cumplir con los horarios de visita, no respetar el pago de la pensión de alimentos, no bañar a los niños o no hacer las tareas con ellos. Son una serie de situaciones que perjudican a los hijos y que generan temor, enojo, o tristeza o frustración en la mujer. Esos pequeños gestos, muchas veces van en aumento y pueden terminar judicializándose, y son igual de violentos porque tienen que ver con dominar e imponer ciertas formas de actuación donde la mujer queda entrampada”, dice.
Los casos más graves de violencia vicaria pueden terminar en un constante maltrato físico y/o psicológico, o derechamente en el asesinato de los menores. Hasta el momento, no existen cifras actualizadas sobre esta temática a nivel nacional. Sin embargo, la Red Chilena en Contra la Violencia hacia las Mujeres en un documento publicado en 2014, da cuenta sobre esta realidad. Según información del Ministerio Público recabada por la organización, el motivo más frecuente en los casos de filicidio frustrado y consumado -asesinato de parte del progenitor a sus hijos- es el conflicto conyugal con venganza. “O sea, el principal motivo del papá para asesinar a su hijo es vengarse de la mamá. Y eso es recurrente, pero no se ha visibilizado, porque a los Tribunales les cuesta ver esto y hay una idea de separar la agresión hacia mujer del rol de padres de los hombres. Los jueces o juezas dicen ‘es buen papá’, pero no comprenden que un agresor es machista, y funciona desde las relaciones de poder y que, tal como agredió a la mujer, lo puede hacer con sus hijos e hijas”, analiza Lorena Astudillo, abogada e integrante de la Red Chilena en Contra la Violencia hacia las Mujeres.
Como consecuencia, los niños y niñas que están expuestos a la violencia vicaria sufren una doble vulneración. “Están con un padre que ejerce este tipo de maltrato físico o psicológico y una madre que queda muy indefensa hasta el punto que puede tener dificultad de proteger a sus propios hijos. O sea, los niños quedan desprotegidos del lado materno y posiblemente violentados del lado paterno”, explica Guila Sosman y agrega: “Aquí se cruza variable de género con el maltrato infantil. Además, si los niños y niñas ven estas dinámicas, puede ser que las reproduzcan en el futuro o las aprendan de manera inconsciente, entonces esto también perpetúa patrones de género”.
A nivel judicial, la violencia vicaria no está tipificada como un delito propiamente tal, aunque sí existen otros tipos penales que aplican en estos casos, como la Ley de Violencia Intrafamiliar o Ley de Femicidio, que contiene el delito de parricidio. “Se trabaja de forma aislada y se va tipificando a partir de otras clasificaciones, pero no desde violencia vicaria. Entonces si un niño tiene una agresión física o maltrato psicológico, se considera así; maltrato psicológico en el contexto de violencia intrafamiliar y no se consideran los efectos que tiene eso en la madre del menor. La legislación está a años luz de pensar que hay hechos que tienen como finalidad violentar a una mujer. Pueden decir que hay abuso sexual, violencia física, lesiones en contexto de violencia intrafamiliar, pero nunca que esto podría ser una instrumentalización para dañar a la mamá de ese niño”, analiza Lorena Astudillo.
Sin embargo, las expertas creen que la solución no radica en crear un nuevo tipo penal para erradicar la violencia vicaria, sino que se deben generar medidas preventivas y que aborden -a nivel legal- la situación actual asociada a la violencia de género. “Se debe crear una legislación específica sobre violencia de género, siguiendo lo que establece la Convención Belém Do Pará. Hay que mejorar esos tipos penales, pero sin perjuicio de eso, se debería hacer un avance sustancial en nuestro orden social porque aquí las mujeres seguimos ubicadas en un lugar de subordinación y dominación”, expresa abogada y académica de la Universidad de Chile, Claudia Iriarte. “Más allá de seguir creando tipos penales que sancionen ciertas manifestaciones de violencia, lo que realmente cambiaría sería reconocer estas manifestaciones y hacer legislaciones preventivas. Si seguimos pensando en un tipo penal específico, van a seguir violentando a las mujeres y sus hijos. Esto requiere algo anterior, que es promocionar una vida libre de violencia”, dice Lorena Astudillo.
Por ahora, eso sí, concuerdan en que es importante que se visibilice este concepto porque si bien antes estaba normalizado que se hablara mal de la madre frente a los hijos o que no se pagara la pensión a tiempo, hoy ya no es así. “Con el movimiento feminista, hay más mujeres que se han ido empoderando y pueden ver ahora esta realidad que se daba por sentada. Se naturalizaba y se decía ‘el papá es así y tengo que hacer caso para que mis hijos estén bien’. Ahora, las mujeres buscan cada vez más recursos y visibilizan esto como una situación de violencia”, señala Sosman. “A través de las redes, hemos podido ir reconociendo la existencia de la manipulación que existe hacia los hijos y la violencia vicaria. Hablar de esto es muy importante porque la institucionalidad ha sido muy lenta. Lamentablemente, vamos a tener que hacer nosotras esta pega, para que no les quede otra”, termina Astudillo.