Han pasado 107 años desde el nacimiento de Violeta Parra y su huella sigue imborrable, sobre todo en las mujeres chilenas. Colectivos feministas inspirados en ella, payadoras y arpilleristas se reapropian y renuevan el legado de esta artista que sin nombrarse feminista salió de la norma patriarcal y luchó por crear de forma libre y autónoma.
“La vida, ¿para qué me casaría? Mi marí'o me estima como una reina, no me deja costilla que no me quiebra. Que no me quiebra, sí, tan reprudente, que me tira del pelo delante gente”, cantó Violeta Parra para denunciar la violencia de género al interior del matrimonio. La letra, recopilada por ella hace 60 años, sirvió de inspiración a la Red Chilena Contra la Violencia hacia las Mujeres para pintar uno de los 25 murales que el Museo Violeta Parra encargó a distintas agrupaciones sociales, para homenajearla utilizando su propia voz.
“A todas las mujeres nos pasa que el dolor solo se puede cantar con la propia voz sufrida, como lo hacía Violeta”, dice Sandra Palestro (69), socióloga, activista feminista e integrante de la red. “Sus canciones de compromiso social y denuncia de la injusticia y la violencia las escribía porque tenía un deseo de cambiar el mundo. Cuando nosotras vamos a alguna actividad con mujeres en el Norte, es Arriba quemando el sol de la Violeta. Cuando el conflicto mapuche se intensifica y estamos en el Sur, siempre algunas compañeras organizan una performance para cantar Arauco tiene una pena. Es tan vivo y actual todo lo que dijo que su memoria y su presencia están vivas en nosotras”.
Es cierto. Todas las mujeres tenemos algún romance con Violeta, y a veces es un amor que se traspasa de generación en generación. Yo la conocí por mi mamá, que guitarreaba y cantaba sus canciones en la sobremesa del fin de semana, y luego la redescubrí de adolescente, cuando escuché con detención Gavilán y En los jardines humanos, dos canciones que me erizan la piel con sus bombos como latidos y sus acordes eclipsados. A través del arte se narraba a sí misma, contaba historias de la gente de Chile y de los sufrimientos y complejidades de las mujeres. De alguna forma sentía que ella nombraba mis afectos, cuando yo aún no lograba ponerlos en palabras.
Levantarse de las cenizas
Este 4 de octubre se celebra el cumpleaños de Violeta y junto con ello el quinto aniversario del museo que lleva su nombre. El edificio, ubicado en plena zona cero, quedó en cenizas tras ser incendiado tres veces durante el estallido social. Las obras se salvaron gracias a funcionarios y voluntarios que las rescataron antes de que el fuego penetrara. Tras la desgracia, el equipo, liderado por mujeres, se levantó para seguir conectándose con la gente a través de actividades por redes sociales. Cecilia GarcíaHuidobro, su directora, reconoce la presencia de la artista más allá del espacio físico del museo. “Ella estuvo en todas las marchas, en los muros, con su música, con sus décimas, porque su mensaje era y es atemporal. Nadie como ella para iluminar carencias, para estar en la calle. No es menor que su museo esté emplazado en el corazón mismo de la zona cero”, dice.
Para Cecilia resulta excepcional que el museo sea uno de los dos que en Chile rescatan la obra de una artista femenina –el otro es el de Gabriela Mistral, en Vicuña–. “En el mundo son escasos los espacios que reconocen a mujeres. Artistas como Violeta Parra tienen que tener un lugar en donde su legado se difunda y se conserve”. Pero advierte: “Este museo no pretende abarcar la tremenda dimensión cultural de Violeta Parra. Ella es y siempre fue libre. Brillaba a donde estuviera. Y está en todos porque cada uno se la apropia desde su subjetividad. En lo personal rescato su entusiasmo, su cercanía con el otro, su trabajo riguroso, su amor por la cultura popular. Me gustaría que el museo pudiera irradiar ese sentimiento”.
Bordar con Violeta
En octubre de 2019, Catalina Larrere (25) vio a través de las pantallas cómo estallaba el malestar social. Estaba enferma, en cama, y lo único que quería era sentir el fervor de la calle. Entonces comenzó a bordar su arpillera. “Desde chica he sido activista y traté de canalizar mi protesta a través de lo que más me gusta: la arpillería”, cuenta. Le sacó una foto y la subió a redes sociales, como una forma de estar presente y apoyar el movimiento. “La arpillera genera esa reflexión, esa cercanía”, dice. “Después, cuando pude salir, la llevé a todas las marchas”. Catalina es parte del colectivo Memorarte, junto a otras cuatro mujeres de diferentes generaciones.
Inspiradas en obras como “La rebelión de los campesinos”, que Violeta expuso en 1964 en el Museo del Louvre y que tras 60 años vuelve a Chile tras ser adquirida por el Museo Violeta Parra, Memorarte ha realizado increíbles bordados con relieve para hablar sobre nueva Constitución, agua, medioambiente y feminismo. “Violeta Parra es el personaje icónico de las bordadoras porque elevó a categoría de arte y difundió por el mundo un oficio que antes era doméstico, que era apenas decorativo. Por eso seguimos llamando arpillera lo que hacemos, a pesar de las diferencias en la técnica, porque ella usaba lana y nosotras utilizamos retazos de telas. Lo que importa es el espíritu”, dice Cynthia Imaña (50), una de las integrantes fundadoras del colectivo.
Décima Feminista
“En la miseria, con hambre / con rabia y con desamparo / el pueblo tiene algo claro / que viene de su raigambre / No le acobarda el alambre / Con que le ata la justicia / ni su protesta se vicia / cuando en un macabro plan / los hambrientos piden pan / plomo les da la milicia”, fueron algunos de los versos que compartieron en las redes sociales la colectiva La Décima Feminista cuando comenzaron a masificarse en Chile las ollas comunes este año. Cada una escribió una décima recuperando y resignificando las últimas dos líneas de una estrofa de la canción La carta de Violeta Parra (los hambrientos piden pan / plomo les da la milicia). Desde 2018 que las mujeres de la Décima Feminista se juntan en parques, bibliotecas o virtualmente a escribir y compartir sus escritos. Ocupan la décima popular tal como lo hacía Violeta: como un grito de denuncia y protesta frente a todo lo que las remueve. “Comencé a escribir décimas porque necesitaba hallar una forma poética para hablar de las temáticas que me impulsaban, como el feminismo”, dice Daniela Meza, una de las integrantes.
Como colectiva, La Décima Feminista intenta rescatar de Violeta Parra su lucha constante por la autonomía, la libertad y por crear de forma genuina. “Ella hacía nomás. Probablemente nunca imaginó llegar a ser la referente que es”, comenta Carola López. Pero más allá de su genialidad y de su ímpetu, también destacan su lado oscuro y su dolor. “Todos hablamos de lo que creó sin tener en cuenta lo que sacrificó para lograrlo”, dice Valentina Reyes. Su compañera Isidora Sánchez complementa la idea: “A mí lo que más me inspira de ella es la crisis. Violeta no es siempre una figura armónica, sino que su proceso creativo está cruzado por su desgarro. Ella compuso y tituló en vida Las últimas composiciones sabiendo que serían las últimas. A veces, cuando me encuentro en momentos muy densos o situaciones machistas, sobre todo en el mundo de la paya y el folklor, la invoco y le pregunto qué es lo que encontró aquí, que es lo que no se puede perder, qué es lo que tiene que seguir sonando”, dice Isidora.
Payadora violetista
María Antonieta Contreras (39) comenzó a los nueve años a tocar y cantar las canciones de Violeta Parra, cuando un tío le regaló Las últimas composiciones. Estudió sociología, pero luego se dio cuenta de que en realidad lo que más quería hacer era tocar y cantar. Con la payadora Cecilia Astorga como maestra comenzó a sumergirse en el mundo del canto popular y la paya y a tocar en bautizos, matrimonios y velorios, como las tradicionales cantoras, pero también en escenarios junto a otros payadores. “Justamente lo que hizo la Violeta fue llevar al escenario a la cantora antigua que solo iba a los ritos o cantaba en los espacios domésticos. Fue pionera en sumergirse en la industria de la música siendo fiel a la tradición de la cantora campesina, aunque también desestructurándola y rompiéndola. Tenía esa libertad”, dice María Antonieta. Como mujer lesbiana payadora, María Antonieta, junto con otras, ha tenido que hacerse lugar en el mundo del folklor, habitado principalmente por hombres, tal como lo hizo Violeta en sus tiempos. “Su actitud era trabajar incansablemente sin importar el mundo exterior, centrarse en hacer lo mejor posible, aunque a las mujeres nos cueste el doble”, dice.
Que vivan las estudiantes
En el colegio Pedro de Valdivia de Peñalolén, 20 estudiantes secundarias conforman el Colectivo Feminista Violeta Parra, que surgió en 2018 a raíz de la necesidad de generar conciencia sobre el feminismo en el establecimiento a través de actividades artísticas, denunciar abusos, generar nuevos protocolos, discutir sobre inclusión y educación no sexista y ser un espacio de contención para mujeres y disidencias sexuales. Para ellas, Violeta representa una forma de ser feminista. “Derribó todos los cánones que se le impusieron, abandonó sus labores de esposa y madre para perseguir sus sueños y luchar por lo que quería. Ella representa la abolición del patriarcado”, dicen.