En el reporte diario del Minsal respecto de la pandemia, hoy entregaron el ranking de casos activos por comunas. Lo lidera Punta Arenas, con 1.298, cifra de contagios que representa más del doble de Arica, la comuna que la sigue con 552 casos activos. Esta alza inesperada de contagios tiene a los más de cien mil habitantes de la ciudad en cuarentena.
Entre ellos están Mónica Ojeda (42) y su marido Martín Sierpe (30), que el 30 de septiembre fueron padres por primera vez. Su hijo Vladimir, es una “guagua burbuja”, también conocidas como “cuarentenials” o “bebés coronials”, todos conceptos creados en diversos países en el mundo para hacer referencia a los infantes nacidos durante la pandemia, tiempo en que las visitas siguen siendo restringidas, los abrazos limitados y los besos casi nulos y cuyo único contacto directo son sus padres. En un periodo en el que el desarrollo social se va midiendo mes a mes, son niños que se están perdiendo las sonrisas, muecas, gestos e incluso parte de la voz de todo su entorno –abuelos, primos y tíos–, quienes si los llegan a ver de manera presencial, los hacen con una mascarilla que les cubre la mitad de la cara.
Y así han sido las primeras tres semanas de vida de Vladimir. “Él nació por fecundación in vitro. En enero de este año viajamos a Santiago a hacer el tratamiento porque habíamos tenido dos pérdidas y el doctor nos dijo que esta sería la única manera en que podríamos ser padres. Por esos días se hablaba del coronavirus en las noticias, pero no había ningún caso en el país. De hecho, viajamos a hacer el tratamiento y luego nos fuimos unos días de vacaciones a Valdivia. En febrero estábamos de vuelta en Punta Arenas”, cuenta Mónica.
Sin embargo, días después y rápidamente se comenzaron a propagar los contagios en el país y en marzo llegó el primero a su ciudad. “Mi marido y yo trabajamos en educación, así que no alcanzamos a trabajar una semana presencialmente cuando suspendieron las clases y nos enviaron a la casa. Para mí fue una buena noticia, porque pasaría en casa mi embarazo, pero no me imaginé nunca cómo se iba a desarrollar el virus después y lo peligroso que sería”, dice.
Días después del parto, Mónica llegó a la casa con su guagua y desde entonces no han vuelto a salir, excepto para los controles. Sólo una vez fueron a su casa los padres de Mónica a conocer a su nieto, pero manteniendo la distancia. Y determinaron que si los abuelos quieren volver, debían hacerlo después de aislarse por 14 días.
“Por suerte soy kinesióloga con diplomados en estimulación temprana, estudios que me van a ayudar porque tengo la teoría y la práctica para trabajar con la estimulación mes a mes. Pero creo que esto va a ser tremendo no solo para mi hijo, sino para todas las generaciones de guaguas que están naciendo en esta pandemia, porque sin duda va a haber un efecto en el desarrollo psicomotor tremendo”, dice Mónica.
A Martín, su marido, le preocupa de manera especial cómo su hijo va a conocer a sus abuelos y al resto de su familia y generar con un apego, sin que eso sea un riesgo. “Es difícil, porque mi suegra cuando vino lo tomó pero estaba nerviosa, con una mascarilla, un escudo facial y guantes. Y dan ganas de decirle que se saque todo, que lo abrace y que sienta a su nieto, pero se entiende que hay que tener esos cuidados. El dilema es cómo generar el apego vistiéndote completo de plástico”, dice. Y cuenta que en el sur, el concepto de familia es mucho más extendido. “Cuando mi papá habla de su familia son sus hermanos, primos, incluso amistades. Es mucho más grande el círculo. Y es complicado que toda esa gente, que para nosotros son cercanos, no lo puedan conocer”.
Para él, esa falta de contacto seguramente les va a afectar, por ejemplo en el lenguaje. “Buena parte de ese proceso de aprendizaje tiene que ver con observar el rostro humano e imitarlo. Así es como aprenden sus primeras palabras, sílabas o ruidos, lo que se pierde tras una mascarilla. Es como cuando en los programas de televisión se dieron cuenta de que si los conductores usaban mascarillas, las personas sordomudas no podían entenderlos. Son cosas que no te das cuenta hasta que la vives. Y lo más complejo es pensar cómo esto le puede afectar a tu hijo”, dice.
“Se habla de que hay una cepa distinta del virus, y aunque no hay nada confirmado, se prevé que lo que estamos viviendo será para largo. Quizás en otras ciudades va a comenzar el desconfinamiento, pero acá vamos a estar mucho más tiempo en cuarentena. Y es tremendo, porque si lo pensamos bien, mi hijo quizás va a poder ir al parque por primera vez recién después de que cumpla un año”.
Por eso ha estado mirando otros tipos de enseñanza. Menciona la pedagogía Waldorf. “Se trata más que nada de enseñar desde la tierra, que las niñas y niños cocinen y hagan ese tipo de cosas. A ratos pienso que no queda otra opción, porque sobre todo para los más chiquititos el estar frente al computador no es una opción, eso funciona para los más grandes”. Pero no lo ve con desesperanza, al contrario. “Quizás este es un buen momento para repensar la manera en que estamos relacionándonos con las guaguas, con las niñas y los niños y volver al origen, a como se hacía antes. Es un lindo desafío”.