“Una de las cosas que agradezco de que mis bebés hayan crecido un poco es, además de la sensación de independencia que comienzo a sentir, el hecho de volver a tener buen sexo.
No es que alguna vez haya sido desagradable la actividad sexual con mi marido, pero ahora, al no sentir olor a leche en las pechugas o estar trasnochada por seguirle el sueño a nuestros hijos, puedo disfrutar como antes esos encuentros. Lo que ha sido muy positivo y ha fortalecido nuestra relación.
Y es que desde que nació el primero –hoy tienen 2 y 4 años– mis noches estuvieron dedicadas por completo a atender sus demandas. Apenas tenía tiempo para mí misma, y mucho menos para dedicarlo a mi relación de pareja. Las energías se agotaban y las horas de sueño se reducían, dejando poco espacio para el romance y la pasión.
Sin embargo, ahora que nuestros hijos son un poco más independientes y duermen mejor por las noches, hemos podido recuperar parte de esa conexión que parecía haberse desvanecido. Cuando por fin encontramos esos momentos a solas, fuera de la rutina agitada de la crianza, es como si el deseo se renovara.
Empezamos a tener “visitas casuales” en la pieza de uno de los niños que está desocupada, porque aún duermen con nosotros. La cama es pequeña pero suficiente para satisfacer nuestros placeres. Me escabullo como infiltrada de media noche y es que, en el traslado debo ser sigilosa para cumplir el objetivo, pues los niños están en la pieza del lado. La primera vez que lo hicimos nos dimos cuenta de cuánto habíamos extrañado la intimidad y la conexión física.
A medida que nos abrazábamos y nos besábamos, sentí cómo renacía la pasión y la complicidad entre nosotros. Fue como si el estrés y las preocupaciones se disiparan por completo, dejando espacio sólo para el amor y el deseo. Nos dejamos llevar por nuestras emociones y disfrutamos de un encuentro íntimo lleno de ternura y entrega mutua.
Desde entonces, hemos buscado más momentos así para disfrutar juntos. A veces también nos regalamos pequeñas escapadas de fin de semana, dejando a nuestros hijos al cuidado de sus abuelos. Durante esos días, podemos explorar nuevas experiencias y redescubrirnos como pareja.
Estos momentos íntimos no sólo nos han brindado placer y conexión, sino que también nos han ayudado a fortalecer nuestra comunicación. Nos hemos vuelto más abiertos y honestos sobre nuestras necesidades y deseos. Hablamos sobre nuestras fantasías y descubrimos nuevas formas de experimentar el amor y el placer.
Y es que volver a pensar en nosotros, en cómo sentirnos nuevamente conquistados y disfrutar la vida desde la excitación, me ha provocado más placer, pero también felicidad; porque crecieron un poco los hijos, pero el día a día sigue siendo un desafío agobiante. Y en esto, encontramos un escape. Volver al buen sexo no me exime de las dificultades que trae la crianza de dos niños pequeños, pero tomé la decisión de no quedarme sólo en el agobio y encontrar estos momentos que ayudan a equilibrar la balanza.
No pretendo enseñar nada, tampoco entregar moralejas, sólo me pregunto ¿cuántas parejas olvidan o aplazan el volver al buen sexo?
Al menos para mí, retomar la sexualidad con mi pareja después de dejar de amamantar a nuestros hijos ha sido una experiencia transformadora. Me siento más plena y más unida que nunca a mi compañero de vida. La maternidad es hermosa y desafiante, pero no debemos olvidar que también somos seres sexuales y merecemos disfrutar de nuestra vida íntima. Esta nueva etapa nos ha recordado la importancia de cuidar de nosotros mismos y de nuestra relación para ser mejores padres y para cultivar un amor duradero.
*Natalia tiene 37 años, es lectora Paula y nos escribió a hola@paula.cl para contar su experiencia.