Volver a la naturaleza y al juego libre
Nada es más innato para un niño que jugar. Los niños por naturaleza son seres inquietos, movedizos. Disfrutan lo que es saludable para ellos, que es ser lo más activos posible. Además, necesitan estar en contacto con la naturaleza, explorar y tomar riesgos de acuerdo a su edad. En los últimos 20 años, se ha visto un aumento abismante en sicopatologías (depresión y ansiedad infantil, entre otras) y una extinción masiva de horas de juego libre y afuera. Y existe una conexión potente entre estos dos fenómenos.
En la vida moderna, un niño pasa un gran porcentaje de su día en actividades guiadas y estructuradas por un adulto, porque creemos que debemos llenarlos de competencias y habilidades que les servirán para el éxito en la adultez. Gran parte del día está en el colegio, donde los recreos están a punto de desaparecer, y en las tardes muchos de ellos tienen otras clases estructuradas o refuerzo escolar. Por otro lado, la falta de contacto con la naturaleza, ha llevado a algunos expertos a diagnosticar este fenómeno como "desorden de déficit de naturaleza". Quizás a algunos les pueda sonar extremo, pero está claro que, debido a diferentes factores, entre ellos el aumento de la tecnología y el uso de pantallas, los niños pasan mucho más tiempo adentro de la casa que afuera. Algunos estudios alertan que el niño que vive en la ciudad juega de 4 a 7 minutos al día afuera, y pasa más de 5 horas frente a una pantalla.
El juego libre y no estructurado no solo es algo que los niños disfrutan, sino que también es algo que necesitan. El juego libre y no guiado ni interferido por adultos promueve la creatividad, la flexibilidad y las habilidades de adaptación. Los niños que saben entretenerse por sí mismos y jugar con otros están aprendiendo inconscientemente a cómo adaptarse a los desafíos que se irán encontrando durante sus vidas; aprenden a tomar decisiones, a resolver conflictos, a auto regular sus emociones y a seguir reglas.
Las vacaciones de verano son el momento perfecto para empezar a hacer este cambio e introducir en la vida de nuestros hijos más horas de juego y naturaleza. No solo se trata de actividad física, ya que muchos niños tienen horas de deportes, sino juego libre, supervisado obviamente pero no intervenido, con una dosis de riesgo para que presente un grado de desafío para ellos. Hemos ablandado tanto el entorno de los niños, para su seguridad, que ya nada es desafiante. Además, la aprehensión de los padres también ha aumentado. No escalan árboles por que se pueden caer, no exploran libremente por que se pueden accidentar, no meten los pies a las pozas por que se pueden resfriar. Pero todo esto, solo va en desmedro de su desarrollo, ya que estos pequeños riesgos son oportunidades para que desarrollen su resiliencia y potencien sus habilidades físicas, cognitivas y socioemocionales. Es importante tener como guía ciertas fuentes expertas como "The American Academy of Pediatrics" y la "Clínica Mayo", quienes recomiendan al menos 30 minutos de juego libre y afuera al día, además de los recreos cortos del colegio. Y en niños de 2 y 5 años se recomienda tres horas de juego y actividad física diaria.
Quizás algunos no sepan cómo empezar. Otros se preguntarán cómo hacerlo. Bueno, hay que buscar esos espacios verdes que entrega la ciudad donde vivimos e incorporarlos a la rutina familiar. Ya sea la plaza del barrio o lugares como el cerro San Cristóbal o parques, donde los niños se sientan más libres, donde puedan explorar y arriesgarse un poco. Hay un gran libro sobre este tema, del autor Richard Louv: "Vitamin N", en español: "Volver a la naturaleza". ¡Niños, A jugar afuera! Partamos por agendar en nuestra vida familiar una caminata al cerro cada fin de semana. Y ahora en las vacaciones, aprovechar y soltar a nuestros niños en la naturaleza.
María José Buttazzoni es educadora de párvulos y directora del jardín infantil Ombú. Además, es co-autora del libro "Niños, a comer", junto a la cocinera Sol Fliman, y co-fundadora de Soki, una plataforma que desarrolla cajas de juegos diseñadas para fortalecer el aprendizaje y la conexión emocional entre niños y adultos.
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