A pesar de ser la infección de transmisión sexual más común –se estima que 8 de cada 10 personas sexualmente activas lo contraerán en algún momento de su vida–, existen muchos mitos sobre el Virus del Papiloma Humano (VPH). Uno de los más extendidos es pensar que el virus solo se transmite si hay signos o síntomas visibles, cuando en realidad, puede contagiarse incluso sin síntomas. Otro mito frecuente es que el riesgo es mayor en personas con múltiples parejas sexuales, cuando basta haber tenido una sola pareja para contraer el virus. Además, los síntomas pueden aparecer años después, lo que dificulta saber cuándo ocurrió la infección.
También es común creer que los condones son suficientes para prevenir el VPH. Si bien ayudan a reducir el riesgo, el virus puede infectar zonas no cubiertas por el preservativo, ya que se transmite por contacto directo de piel a piel durante el sexo vaginal, oral o anal, y no solo por penetración.
Pero los mitos que rodean al VPH no se limitan al contagio, también afectan las percepciones sobre la prevención, especialmente en lo que respecta a la vacuna. En Chile, la vacunación contra el VPH forma parte del Programa Nacional de Inmunizaciones desde 2014, con dos dosis para niñas en 4º y 5º básico. En 2019, se amplió a los niños, y desde este año, con la incorporación de la vacuna nonavalente, se administrará una sola dosis en 4º básico.
La vacunación se realiza en este grupo etario porque, en su mayoría, no han estado expuestos al virus al no haber iniciado su vida sexual. Esto ha llevado a la creencia de que solo este grupo debe vacunarse. Sin embargo, ¿vale la pena vacunar a mujeres adultas que ya han iniciado su vida sexual?
Se estima que el 80% de las mujeres y el 91% de los hombres se infectarán con VPH en algún momento de sus vidas, y que solo bastan 3 o 4 años tras el inicio de la vida sexual para que el 50% de las mujeres contraigan el virus. Un mito común es creer que haber tenido VPH genera inmunidad, pero no todas las personas desarrollan protección inmune, lo que hace posible reinfectarse con otro tipo de virus.
En agosto pasado, en CDMX, se celebró el Seminario Latinoamericano de Periodismo en Ciencia y Salud organizado por MSD, donde se presentó la conferencia “Prevención del Virus del Papiloma Humano más allá del género y en las diferentes etapas de la vida”. Una de las expertas fue la doctora mexicana Elsa Díaz López, ginecóloga y obstetra, quien explicó por qué, además de los niños, niñas y adolescentes, las mujeres adultas también deberían vacunarse. “Incluso después de superar una infección por VPH, aún existe la posibilidad de reinfección, por lo que no se puede asumir que haber desarrollado inmunidad contra una cepa garantiza la protección contra otras”, afirma la doctora. Según el Instituto de Salud Pública del Minsal, el 45,1% de las mujeres están infectadas con más de un genotipo del VPH.
Principales razones para vacunarse
Se calcula que aproximadamente el 8,6% de todos los cánceres en mujeres y el 8,8% en hombres están asociados al VPH. De hecho, los VPH de alto riesgo causan el 5% de todos los cánceres. Cada año, 570.000 mujeres y 60.000 hombres son diagnosticados con cáncer relacionado con el VPH, incluidos los de cuello uterino, orofaringe, ano, pene, vagina y vulva. En Chile, aproximadamente 600 mujeres fallecen anualmente por cáncer cervicouterino, un promedio de dos al día.
A pesar de estas cifras, estamos ante un tipo de cáncer que puede prevenirse casi en su totalidad. Para ello, la detección precoz mediante exámenes preventivos es clave. La vacunación también lo es.
La Dra. Díaz explica que, incluso en mujeres ya infectadas, la vacuna puede marcar la diferencia, ya que los anticuerpos generados por la infección no son suficientes para defenderse de otras cepas. “La vacuna activa los anticuerpos de memoria, lo que ayuda a reducir las recaídas. Por ejemplo, si una mujer desarrolla verrugas genitales y recibe tratamiento, la vacuna puede reducir el riesgo de que vuelvan a aparecer”, señala.
Otro ejemplo es el caso de una mujer con una lesión precancerosa de alto grado en el cuello uterino. “Si se trata la lesión, ¿termina ahí mi trabajo como médico o debo preocuparme porque el día de mañana podría desarrollar un cáncer de garganta, faringe u orofaringe, que también pueden ser causados por el VPH? En estos casos, lo recomendado es vacunar a esa paciente tras el tratamiento de las lesiones”.
De hecho, revisiones sistemáticas han demostrado que, si a una paciente tratada se le administra la vacuna, el riesgo de desarrollar una nueva lesión precancerosa puede reducirse entre un 43% y un 67%.
Sin embargo, la doctora aclara que la vacuna no cura, ya que no es terapéutica sino profiláctica. “Si una mujer tiene una lesión precancerosa, se la quitamos, pero quedan restos de tejido. Si la vacuno, ¿no va a recaer? No. Debe completar el tratamiento. Ahora bien, una vez que no queden tejidos precancerosos, si aplicamos la vacuna, reducimos el riesgo de otros tipos virales y disminuimos, en cierta medida, la posibilidad de recaídas”, puntualiza.
Factores de riesgo adicionales
Según la Dra. Elsa Díaz, a esto se suman los factores de riesgo, entre los que se encuentran: inicio de vida sexual en forma temprana (antes de los 18 años), tabaquismo, el tener otras infecciones como clamidia, micoplasma o algunas que constantemente estén presentado un proceso infamatorio; también que haya situaciones de inmunocompromiso como nefropatías o artritis.
La perimenopausia también es un factor, ya que en esta etapa disminuye la respuesta inmunológica, reduciendo la capacidad de eliminar el virus, y hay comorbilidades como diabetes e hipertensión. “Se nos olvida que las mujeres adultas enfrentamos una serie de condiciones que comprometen nuestra respuesta inmunológica”, señala la doctora. “Por eso la vacuna es importante: ayuda a fortalecer la respuesta inmune para evitar lesiones”.
La vacunación es una de las estrategias establecidas por la OMS en 2019 para eliminar el cáncer. “En algunos países europeos, la vacunación comenzó en 2006 con niñas y niños, y luego se amplió a jóvenes hasta los 21 años. En los primeros dos años, se observó una reducción de casi el 90% en las verrugas genitales, y tras una década, las lesiones precancerosas disminuyeron en un 70%. Hoy, en países como Dinamarca, Australia, Inglaterra y Canadá, estas metas de reducción son una realidad, y se espera que para 2030 se elimine el cáncer cervicouterino por completo”, concluye la doctora Díaz. “Por eso, la vacuna, junto con el tamizaje y el acceso a buenos tratamientos son tan importantes, pues representan una oportunidad de vida”.