“Podemos estar de acuerdo en que la maternidad no es un cuento de hadas. Es dura, ambivalente y a veces queremos salir corriendo. Está bien desromantizar la maternidad, pero después de hacerlo, ¿qué hacemos?”, escribió la socióloga y periodista colombiana Mafe Cardona en su cuenta @lamalamamapodcast. Y es que, como explica en esta entrevista, muchas de las cosas que se nos exige a las madres, son mandatos sociales que hacen que no disfrutemos la maternidad, lo que termina robándose nuestra experiencia materna.

Cuando entendemos esto, tenemos dos opciones: Una es quedarnos con la sensación de malestar, renegar de la experiencia que –ojalá– elegimos transitar o echarle la culpa a la maternidad y los hijos porque nos someten. La otra posibilidad es comprender qué es lo que está fallando que nos impide crear un nuevo relato de maternidad donde, ni la culpa ni el malestar constante sean el hilo conductor. “Yo elijo la segunda opción. Cuando pude desromantizar la maternidad, lo que entendí es que no era mi culpa no llegar a cumplir esa expectativa y así me libré de muchas sensaciones. Eso no significa que viva una maternidad libre de ambivalencias, sino que simplemente aprendí a vivir con ella y a gestionarla”, dice Mafe.

“Desromantizar la maternidad no solo pasa por ‘sacarla del clóset’, declarando ‘es más dura de lo que me dijeron’. Hay que ir más allá. Hay que buscar la forma, nuestra forma particular y única, de crear las condiciones para disfrutar la experiencia materna”, agrega. Por ejemplo, una madre que se sentía culposa por no dedicarle el cien por ciento de su tiempo al cuidado de su hijo o hija, al desromantizar la maternidad y entender que dedicar todo ese tiempo no la hace una mejor madre, logra soltar esa culpa y delegar el cuidado por algunas horas. Se van tomando ese tipo de decisiones donde la culpa no es lo que moviliza.

Todo esto sin dejar de lado la crítica a una sociedad y estructura que no es cuidadosa ni amorosa con quienes cuidamos. Y es que para Mafe el problema no es la maternidad en sí misma, sino cómo nos dijeron que debemos vivirla: sacrificándonos, siendo sumisas, dejando de ser individuas, negando el placer de la experiencia. “La desromantización de la maternidad no debería ser para renegar de la maternidad en sí misma, sino que de aquella maternidad que solo quiere que seamos madres y nos elimina cualquier otro rol que cumplamos. No debemos creer que desromantizar la maternidad es un fin, porque es el inicio del camino para crear un nuevo relato donde la maternidad no signifique abandonar nuestros sueños o dejar de ser mujeres”, aclara.

¿Cómo se logra? “Cada cual va construyendo su relato a partir de su experiencia, aquello que le permita sentirse libre, sin tanta culpa. Por ejemplo, yo decidí ser por un tiempo la cuidadora principal de mi hijo, pero siendo muy consciente de que fue una decisión, no lo hice porque fuese un mandato ni porque de otra manera hubiese sentido culpa. Lo hice, considerando mis privilegios, porque quería vivir mi maternidad así y eso no me aleja de mis sueños. Así como otras madres pueden sentirse libres al delegar el cuidado de sus hijos o hijas”, explica.

Y concluye: “El reconocer la dureza y complejidad de dicha experiencia es un derecho, y la rebeldía, mirada crítica y el feminismo son herramientas que nos ayudan a conseguirlo”.