Desde hace seis años que Claudia Retamal trabaja en un servicio público y, con el inicio de la pandemia en marzo de 2020, comenzó a realizarlo desde la casa. Entre medio tuvo a su segundo hijo que hoy tiene casi 1 año y medio, mientras que su hija mayor ya cumplió los 10.
Le fascina su trabajo ─cuenta que se esforzó mucho para llegar ahí, tras ser elegida entre más de 250 postulantes─ pero está angustiada. Porque ya recibió un mail de su jefatura que señala que al acabarse la alerta sanitaria, que terminaría este 30 de septiembre, deberá volver.
Y volver, para Claudia, significa varias cosas: tendría que pagar 100 mil pesos para contratar a un furgón escolar para que pase a buscar a su hija mayor y la lleve al colegio. Por temas de ruta, la pequeña tendría que estar lista a las 6:15 am, pues a esa hora pasarían por ella. El mismo furgón tendría que retirar a la niña para llevarla después a un after school, por el que Claudia debería pagar 200 mil pesos más. Además de eso, tendría que buscar una sala cuna para su pequeño Maximiliano, a quien debería pasar a dejar cerca de las 7 am, para luego irse a la oficina en micro y metro y, tras 1,30 horas de viaje, instalarse a trabajar a las 8.30 horas. De vuelta, pasaría a buscar a sus hijos a las 18:30 hrs, para llegar a casa poco antes de las 19:30 horas para bañarlos, darles de comer, hacerlos dormir. Como su marido trabaja en terreno y por turnos, la mayor parte del tiempo le tocaría a Claudia hacerse cargo sola de toda esta logística.
“Nuestros momentos de paseos, juegos, estudio y conversaciones desaparecerán. Tampoco podría llevar a mi hija mayor a sus clases de Taekwondo. Y renunciar no es una opción. No quiero ni puedo hacerlo. No es fácil dejar el trabajo que me gusta y por el que tanto luché y el que tanto necesito, además, porque es el sustento económico más importante de mi familia”, dice.
Esta historia, Claudia la escribió en un correo dirigido a la ministra del Trabajo Jeannette Jara, que le envió el 14 septiembre pasado. Lo hizo para expresar su preocupación y porque es parte de la agrupación ciudadana Arriba Mamás Chile, que a través de su cuenta en Instagram @arriba_mamas_chile, envía cartas a autoridades y a medios de comunicación para intentar poner en la palestra este tema: el de madres que necesitan seguir teletrabajando de forma permanente. La organización busca promover proyectos legislativos de flexibilidad laboral y teletrabajo permanente.
¿Qué pasa con la legislación?
Desde noviembre de 2021, cuando se promulgó la Ley N° 21.391, se incorporó en el Código del Trabajo la obligación de los empleadores de ofrecer a las y los trabajadores ─que tengan el cuidado personal de un niño o niña menor de doce años o de personas con discapacidad─, la modalidad de trabajo a distancia o teletrabajo en caso de estado de catástrofe o pandemia. Sin embargo, una vez terminada la alerta sanitaria, el empleador puede mantener el acuerdo o bien exigir la presencialidad del trabajador, si así lo estima conveniente.
“En la comunidad hemos sabido de muchas jefaturas que ya están manifestando la obligación de volver a la presencialidad, algo que, según lo que observamos, se da principalmente en el sector público. Hay muchas mujeres y mamás (así como también papás) que nos han comentado que, en caso de tener que volver a la presencialidad, deberán renunciar. Como agrupación ciudadana, nos interesa impulsar que el teletrabajo no quede como un acuerdo entre las partes, sino que sea un derecho del trabajador o trabajadora, como sucede en Australia e Inglaterra. Por supuesto, solo en aquellos casos en que la naturaleza del trabajo pueda hacerse a distancia o en modalidad híbrida”, dice la ingeniera comercial Verónica Campino, quien cofundó ─junto a Catalina Schaerer (@mamasincaos)─ esta plataforma para instar por cambios en la sociedad que beneficien la salud mental de las madres en Chile.
La agenda activista de Arriba Mamás implica avanzar en mayor coparentalidad, en guarderías comunitarias, en licencias para cuidar y en poner el foco en las necesidades de los niños y niñas. Temas que suelen salir en la comunidad que han formado en su Instagram y en un Whatsapp, donde cientos de madres reportan las principales complicaciones que tienen, cuando se trata de combinar trabajo y maternidad.
En ese grupo de Whatsapp está Romina Guzmán, quien ejerce como funcionaria pública desde hace más de 14 años, y tiene un bebé de 11 meses. “Estoy totalmente de acuerdo con que el teletrabajo y la flexibilidad laboral sean opciones asociadas a los derechos de los niños, a ser cuidados por sus figuras de apego. Por otra parte, también debe ser un derecho de los trabajadores que, aparte de ser padres, también son hijos de alguien que muchas veces debe ser cuidado. No podemos olvidar en nuestra conversación a los adultos mayores, los que necesitan cuidados al igual que los niños”, dice Romina, quien, si no puede seguir teletrabajando, tendrá que separarse de su bebé a las 6.30 de la mañana ─pues vive en una comuna periférica de Santiago─ y llegaría a buscarlo después de las 19 horas. “Eso no es sano ni para mi bebé ni para mí. En mi caso, la renuncia no es una opción, porque somos una familia monoparental, es decir, solo somos mi hijo y yo, vivimos los dos solos, por ende mi responsabilidad como madre y proveedora me impide dejar mi trabajo”, cuenta.
No retroceder
Parte del trabajo de Arriba Mamás Chile, cuenta Verónica Campino, ha sido impulsar legislaciones en el trabajo conjunto con parlamentarios de diversas bancadas, como el proyecto de ley de flexibilidad laboral y teletrabajo ─que está puesto en tabla aunque sin urgencia en la comisión de trabajo del Senado─ que permite a los trabajadores cuidadores de menores de 14 años, personas con discapacidad y adultos mayores solicitar jornadas flexibles de trabajo. La idea es que durante la tramitación de dicho proyecto, se presenten indicaciones para regular el teletrabajo, de forma que este sea una opción permanente y no solo mediante alerta sanitaria.
“Si bien desde el Ejecutivo nos convocaron a una mesa de trabajo, que agradecemos, los tiempos no van a dar. Quedan sólo días para que se termine la alerta sanitaria”, insiste Verónica, y añade: “Creer que el teletrabajo sólo sirve en épocas de pandemia o emergencias sanitarias es, a nuestro parecer, querer tapar el sol con un dedo. Sostenemos que la flexibilidad laboral y el teletrabajo debe ser un derecho de los trabajadores que tienen menores a su cuidado si la naturaleza del trabajo lo permite. Cada quien decidirá, de acuerdo a su legítimo proyecto de vida y su realidad, si lo utiliza o no. Pero no porque la flexibilidad laboral y el teletrabajo permanente no sea para todas las realidades, vamos a retroceder al respecto”, apunta.
Desde ComunidadMujer, la presidenta ejecutiva Alejandra Sepúlveda aporta otra arista: “Hay que considerar que si el teletrabajo es solo para mujeres cuidadoras no estamos solucionando la mayor desigualdad que existe hoy en el mercado laboral, que es una distribución de tiempos inequitativa, sin corresponsabilidad, que hacen que ellas sigan siendo las más recargadas”, aludiendo a la importancia de avanzar en soluciones más globales, como el proyecto que busca reducir la jornada laboral a 40 horas, además de seguir impulsando la corresponsabilidad social y parental de los cuidados.
“El teletrabajo es una solución que debe estar incluida en cualquier medida de adaptabilidad laboral, pero debe ser parte de una batería de posibilidades para que trabajadores y trabajadoras puedan adaptar la jornada para responder a sus compromisos de cuidado”, añade Sepúlveda, en el entendido de que hay que buscar todas aquellas estrategias que permitan estabilizar sus oportunidades en el mercado laboral formal, bajo el principio de corresponsabilidad parental y social.
Flexibilidad para hombres y mujeres
Para Verónica Campino, la crisis de los cuidados tiene una explicación estructural, de un sistema que precisamente le pone todo el peso de la crianza a las mamás. La labor del cuidador es un invisibilizada y solitaria, dice, “y las madres nos encontramos siendo bombardeadas por distintos frentes, teniendo sobre nosotras una sociedad que espera que criemos como si no tuviésemos un trabajo remunerado y que trabajemos fuera del hogar como si no tuviésemos hijos a los que criar”.
De ahí que para Arriba Mamás Chile lo central sea avanzar en un sistema de cuidado sano, en el que participe el Estado, la familia, las empresas, la educación y la sociedad civil. “Así como han puesto urgencia a la Ley de las 40 horas, esperamos que también exista esa celeridad para una Ley de flexibilidad laboral y de teletrabajo permanente. La flexibilidad laboral es una herramienta que ha funcionado en todo el mundo. De acuerdo a la Unión Europea, existe una correlación positiva entre el uso de flexibilidad laboral en hombres y mujeres y mayor equidad de género”, añade Campino.
En ese contexto, el caso de Gonzalo Leyton (42), aporta una luz. Para él, antes de la pandemia, la vida laboral implicaba salir temprano en la mañana y llegar a las 20 o 21 horas. Llegaba cuando sus mellizas ya llevaban varias horas de sueño, y compartía con ellas prácticamente solo los fines de semana. “Esa fue mi realidad ─triste como lo puedo afirmar ahora─ hasta que llegó la pandemia, donde me di cuenta que en realidad no conocía a mis hijas, ni ellas a mí. Me estaba perdiendo su día a día. El teletrabajo me permitió conocer en realidad a mis hijas”, plantea.
“Que el teletrabajo se encuentre vinculado exclusivamente a la existencia de alerta sanitaria atenta contra la vida familiar. Además, ya está comprobado que es perfectamente factible compatibilizar la crianza con el justo y digno desarrollo profesional, sin sacrificar productividad, en un contexto de teletrabajo o jornadas híbridas”, finaliza.