Y vivieron felices por un tiempo
The Tinder Swindler o El estafador de Tinder, es una de las últimas producciones de Netflix que se ha posicionado dentro de los 10 más vistos del servicio de streaming desde su estreno. El documental, cuenta la historia de tres mujeres de diferentes nacionalidades quienes, tal como el título hace presagiar, fueron embaucadas por un hombre que conocieron a través de la aplicación de citas.
Pero este no es el típico cuento del sapo que, usando la pantalla de su celular como escudo, se hizo pasar por príncipe. Es más bien la historia de mujeres adultas que, obnubiladas por la fantasía del cuento de hadas y la promesa del “vivieron felices para siempre”, no pudieron —o no quisieron— ver la realidad que transcurría frente a sus ojos.
Si bien sus historias son ejemplos extremos de lo que llevar una fantasía a la realidad puede generar, muchas jóvenes hoy están optando por dejar esa visión a un lado para replantear su concepto de lo que significa un final feliz en pareja. Y es que para la generación millennial, la respuesta no es binaria: sola o hasta que la muerte nos separe. Hay zonas grises.
Ximena (33) está en una relación hace varios meses. “Actualmente estoy con una persona que me encanta y que a veces pienso que me gustaría que fuese el papá de mis hijos”, cuenta. “Pero creo hay cosas que definitivamente no dependen de ti y hay proyecciones que no necesariamente se van a cumplir simplemente porque uno quiera que pasen. Las relaciones las estoy basando en el hoy y no en el mañana”. Agrega que si hay planes, son a corto plazo, de aquí a un par de meses y que el no proyectarse le ha permitido vivir mucho mas relajada. “No me preocupa el tema de la fidelidad por ejemplo, o de qué hace cuando no está conmigo. Él puede tener lo que quiera para su vida y yo para la mía”.
Maite Baez, psicóloga clínica especialista en terapia de parejas explica que de un tiempo a esta parte existe una tendencia al aumento de relaciones “más pasajeras, superficiales y desechables”. Agrega que la forma de relacionarnos en pareja es un reflejo de nuestro contexto que se ha vuelto cada vez más utilitario y funcional y lo romántico se ha visto permeado al igual que los demás ámbitos de la vida.
“Me relaciono con alguien y vamos a estar juntos en la medida en que esa relación es funcional. Se sostienen en la medida en la que satisfacen alguna necesidad”, explica la psicóloga. Agrega que estas formas de concebir el vínculo están ligadas a una visión más individualista. “Si yo necesito que esta pareja este ahí conmigo sin pedirme, sin exigirme, las cosas van a estar bien”.
A diferencia de sus parejas anteriores —con las que convivió por 4 y 5 años respectivamente y con quienes sí pensó en casarse— Ximena mantiene hoy un pololeo puertas afuera. “No quiero entregar más de lo que el día a día me va pidiendo. Quiero preocuparme de mí, de lo que voy sintiendo y ser la prioridad en mi vida”, agrega. Y si bien confirma que una relación es algo que sí quiere en el futuro, no es para ella el final del cuento. “Creo que una pareja es super necesaria para regalonear, salir, pasarlo bien pero eso no quita que yo soy mi prioridad”.
Pero, ¿por qué para las millennial que siguen disfrutando de la compañía de una pareja ya no es requisito que sea una para toda la vida? Maite Baez explica que muchas mujeres y hombres en sus treinta que ven el proyecto de vida de la generación de sus padres, éste les parece muy poco seductor y eso genera un rechazo. “Las personas en los treinta ven a sus padres de 50 y 60 que tendieron a refugiarse en proyectos familiares o que tuvieron menos espacio para desarrollar proyectos autónomos y no les resulta atractivo ver que transaron realización personal o profesional en pos de la familia”, explica. “Hicieron un sacrificio por la familia de alguna manera. Entonces es un ejemplo que no les parece muy seductor de seguir”. Sin embargo, la terapeuta aclara que las nuevas corrientes que estudian el apego y las relaciones han demostrado que se puede desarrollar un vínculo con una pareja y al mismo tiempo seguir adelante con proyectos personales, que no son excluyentes. “Por su puesto que hay que ceder, soltar, llegar a acuerdos, negociar y son cosas que no siempre nos han enseñado a hacer”. Pero en este punto Maite es clara: Se pueden hacer ambas cosas, “pero a eso se aprende”.
Maite explica que el peligro de esta forma de enfrentar la vida en pareja es que, de cierta forma, creemos que estamos satisfaciendo nuestras necesidades, pero es solo aparente. “Estas relaciones son de alguna manera muy tramposas, porque hacen que las personas vayan saltando de pareja en pareja y vayan acumulando mucha frustración”, explica. “Los seres humanos anhelamos conectar emocionalmente con otros. Y cuando no lo logramos y vamos desechando relaciones que no nos sirven, se va generando una suerte de insatisfacción que si no somos capaces de detectar, nos lleva a ir repitiendo una forma de navegar nuestro mundo relacional que nos deja muy desarraigados y desconectados. Y ese es uno de los peligros de estas relaciones tan automáticas y desechables”.
Pero las relaciones desechables no son la única alternativa al final de cuentos que han encontrado las millennial. Francisca (31) ha tenido parejas estables y duraderas desde que era adolescente. Actualmente vive con su pololo con quien lleva más de 2 años. “Yo no creo en el ‘juntos para siempre’. Para mí estar en pareja es estar en el día a día y crear cosas juntos, pero la vida es de una”.
Maite Baez explica que otra de las tendencias que se observa hoy entre las generaciones más jóvenes es la de monogamias sucesivas o progresivas. Relaciones estables, monógamas que duran un tiempo y en las que existe un compromiso. “Hay fidelidad y la mayoría de las veces incluso hay un proyecto en común”, explica. Agrega que para estas parejas la prioridad es estar juntos pero no existe esa visión de futuro en la que se proyectan pensando en vivir juntos hasta que la muerte los separe. “Vamos a estar juntos, vamos a nutrir nuestra relación, vamos a crecer. Incluso podríamos llegar a formar una familia con hijos, hasta que sintamos que nuestro proyecto nos sigue convocando. Hasta que sintamos que existe una confluencia en cómo vemos la vida”, explica la terapeuta.
Francisca explica que cuando era niña sí tuvo esa fantasía de juntos para toda la vida y que la primera ilusión que se fracturó para ella fue la del matrimonio. “Mi lema ahora es que todos los días yo elijo estar con alguien y cuando ya no quiera estar con esa persona, no voy a estar. ¿Por qué le haría eso a otro? ¿por qué me haría eso a mí misma?”. Agrega que para ella su relación actual es sana porque entendió que no vale la pena estar con alguien si uno realmente no quiere. “No puedo prometerle a alguien estar para siempre con él. Lo que sí puedo prometerle es que mientras yo esté ahí, es porque sí quiero estar contigo”, explica. “Creo que lo lindo de mi relación ahora y, se lo he dicho a mi pololo muchas veces, es que siempre puede estar seguro de que yo realmente quiero estar con él cada momento que pasamos juntos”.
Maite aclara que en estos casos, a diferencia de lo que ocurre con la situación anterior, hay un vínculo amoroso y una intención de proyectarse. Pero, nuevamente, la relación está condicionada y perdura mientras sean capaces de sostener una buena convivencia y un vínculo que los llene. La especialista explica que se ve cada vez más que se llega a un término porque las parejas no logran sortear diferencias. “No se logran solucionar los conflictos y entonces quedamos disponibles para construir una nueva relación con otra pareja. Ahora nos encontramos en una etapa de la vida diferente, con otras necesidades y construimos algo completamente nuevo”, comenta.
En su experiencia clínica como terapeuta de parejas Maite ha tratado personas han pasado por dos, tres y hasta cuatro relaciones duraderas, involucradas, estables —algunas de incluso 10 años— hasta que deciden poner término a la vida en común. “No diría que esta nueva tendencia es un cambio necesariamente negativo”, aclara. “Cuando esta relación deja de ser satisfactoria o deja de ser sana, cuando ya no nos está acompañando, cuando la vida en común ya no nos está convocando, podemos ser capaces de separarnos, ojalá en el mejor de los términos, y podemos volver a comenzar. Existe la posibilidad de reinventarnos, la posibilidad de que el amor pueda volver a florecer”.
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